Mi mujer y yo nos dirigimos en avión a un lugar lejano e
incierto. Ni yo ni mi alter ego onÃrico conocemos la ubicación del lugar de
destino, pero nos da igual, pues marchamos con esa alegre inconsciencia de
quien viaja a un lugar deseado.
Bajamos del avión y lo primero que vemos es una exposición
de artistas plásticos. Paredes de granito rectangulares, más altas que anchas, y
sujetas al suelo con tiras metálicas están expuestas en fila. En una de las caras
se estampan obras de distintos artistas, la mayorÃa grafiteros, aunque hay
algunas pinturas. Entonces me fijo en un cómic, sÃ, es una tira con personajes
y bocadillos, me sorprende un monigote vestido con gabardina blanca y sombrero
de idéntico color que asoma entre sus viñetas y me es familar. Al aproximarme
descubro a UTLA entre las imágenes, en la primera viste de griego clásico en
alguna clase de anfiteatro con rollos de pergamino en las manos, mi vista salta
a la siguiente viñeta, en otra llora la pérdida de la biblioteca de AlejandrÃa
desde un barco que zarpa de un puerto en llamas, en otra se lamenta de las
muertes en la Bastilla, salva un libro de la quema nazi guardándolo en el
interior de su chaqueta y en la última de todas un hongo atómico cubre los
lÃmites del rectángulo.
Un guardia de seguridad nos indica que no nos paremos en
medio, que nos encontramos en un pasillo de tránsito.
—Pero es mi personaje —le digo señalando a la piedra con el
cómic.
—¡Ah! ¿Es usted el autor del dibujo?
—No, no. El personaje, el de blanco, es mÃo, pero no lo he
pintado yo. ¿Sabe de quién es la pintura?
Pero el de seguridad se encoge de hombros y yo me giro para
ver a mi mujer.
—¡Quizá podamos preguntarlo a alguien! —dice ella con una
sonrisa pacÃfica y amable.
Pero nada más acabar la frase, intuyo que me quedaré con la duda de saber quién es el autor de la tira, y en ese momento la vorágine sucede de improviso, primero un vaivén lateral muy propio de los sueños, después pierdo el aeropuerto de vista, al guardia de seguridad, las paredes de granito y por último a mi mujer. Me encuentro arropado en el camastro superior de la litera del cuarto de mi infancia, un lugar que compartÃa con mi hermano. Estoy acostado de lado y miro hacia la puerta, esta se empieza a abrir lentamente. Imagino que en un segundo veré a UTLA entrar a tamaño real en la habitación y ese pensamiento me causa miedo. ¿Por qué deberÃa darme miedo ver a UTLA? Cierro los ojos con fuerza mientras me repito, UTLA es solo amor, UTLA es solo amor, y a pesar de tener los ojos cerrados, en mi mente recreo la escena, que él entra con su piel grisácea y su chaqueta blanca y me abraza por la espalda, y mi yo del mundo real, acostado en mi cama, nota el tacto del abrazo en la espalda y me relajo, al fin me relajo. En esta otra cama, en este otro mundo, me despierto entre una mezcla de inquietud y amor y sintiendo el peso de la realidad en mi estómago y todavÃa con la sensación de ese abrazo de amor que se diluye poco a poco.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia