martes, 27 de septiembre de 2016

«Se comenta que un fantasma, conocido como "Ell-maid de Dunstaffnage", aparece en el castillo. Siendo un tipo de gruagach, se dice que las apariciones del fantasma están asociadas con eventos en las vidas de los herederos»

La cara de la muchacha es de un blanco cadavérico, los ojos de un espectacular azul cielo muy brillantes, la piel, al igual que el rostro, posee una blancura antinatural. Los cuerpos de ambos están separados apenas por un par de centímetros, sin embargo, algún movimiento involuntario dentro del macuto, obliga a ciertos roces, una pierna contra una rodilla, un pecho contra un torso. El capitán observa fijamente los ojos de Ell-Maid.
—Muchacha, esto es embarazoso para un hombre casado como yo. Además, no creo que seas un fantasma, siento tu calor a través de tu ropa. ¿De dónde eres muchacha y que haces tan lejos de cualquier vestigio de civilización? ¿Tienes padres? ¿Familiares acaso?
—¿Sabe capitán? —la fantasma tose—, su esposa no podrá darle un hijo.
Los ojos del capitán lanzan airados una mirada a los azulados iris que lo contemplan a escasos centímetros.
—¿Qué dices?
—Su esposa es infértil. El brebaje de jengibre con limón y canela no dará ningún resultado, tampoco las visitas a ese brujo. Pero yo puedo ayudarles...
—¿Quién eres tú? ¿Cómo sabes todo eso?
—Los fantasmas sabemos muchas cosas capitán. También conozco de su herida en la espalda.
—Debería echarte ahora mismo de este macuto.
—¿Prefiere discutir o prefiere saber cómo puedo ayudarles?
Ell-Maid acerca su cuerpo lentamente hacía el capitán, desprende olor a sudor frio, también a pinaza, es agradable la mezcla de pino y olor corporal. La muchacha enrosca sus manos alrededor del cuello del capitán, inevitablemente sus pechos tocan el torso del hombre.
—Capitán, no podrán tener hijos. Y yo sólo me aparezco muy de vez en cuando —las manos de Ell-Maid acarician la entrepierna del capitán quien no puede retroceder. Aunque los pechos son pequeños, los pezones se aprecian duros a través de la fina camiseta de tirantes—. Yo puedo regalarle una simiente de vida capitán. Si hace el amor conmigo, mañana márchese presto a casa, con su esposa, y hágale el amor. Así podrá engendrar el hijo que tanto desean.
—Muchacha, ¿yo...?
Pero el capitán enmudece, la muchacha le baja los pantalones en el interior del macuto. Y sigue ávida con sus manos la exploración del cuerpo del capitán, quien ya no ofrece ninguna resistencia.

../..

Nueve meses más tarde, en casa Treewood, cerca de «Jeadow Avenue»...

Un recién nacido llora con inmensas ganas de comer, las manitas agarran ávidas el pecho de su madre, y succiona glotón el pezón para obtener el preciado sustento materno. El capitán de Dunstaffnage mira sonriente a su esposa y observa al pequeño Jorge mamando. En ese momento no puede evitar sentir un pequeño escalofrío al observar los azulados iris de su retoño y el agradable olor a pinaza que desprende el cuerpecito.
—¡Qué feliz soy Thomas! ¿Ves querido, como te dije que aquel brujo daría resultados?
—¡Que testaruda eres cariño! Lo importante, es que Jorge, no salga igual a su madre —La mujer del capitán ríe. Él también. Aunque ambos, alzan sus risas, por distintos motivos. Y una sonrisa de gastada maleficencia se cuela en el rostro del capitán de Dunstaffnage.

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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


lunes, 26 de septiembre de 2016

«Capitán de Dunstaffnage es un título hereditario, posee la responsabilidad de defender el castillo, ahora más bien una sinecura sin significado militar. El oficio todavía existe y para retenerlo, el titular debe pasar tres noches por año en el castillo»

—Saludos, capitán de Dunstaffnage.

Las palabras le despiertan en medio de la noche. Abre los ojos aún somnoliento, no puede enfocar su mirada. «¿Una joven muchacha?» Va vestida toda de blanco, abombados pantalones, ajustada camiseta de tirantes, la cual marca sus pezones, y unos extraños zapatos con pequeños agujeros en el empeine.

—¿Quién eres tú? —masculla con malhumor Sir Thomas. Su mano se acerca al rifle, pero en seguida se detiene—. ¿Qué haces a estas horas en medio del bosque? ¿No tienes frio?

—Soy Ell-Maid, el fantasma de Dunstaffnage. Y tengo frio.

—¿Desde cuándo un fantasma siente frio?

—Un fantasma posee todas las cualidades que poseía en vida: amor, odio, calor, frio... Pero por favor, capitán, ¿me permite compartir su saco con usted?

—No sé —la duda viene acompañada del vaho caliente en las palabras del capitán, es culpa del relente nocturno, quien ha bajado la temperatura—. Estoy casado.

Ell-Maid le observa, se pasa las manos por los antebrazos, y su cuerpo tiembla ligeramente.

—Entra muchacha —anuncia finalmente el capitán, abriendo su saco de dormir—. No permitiré que te congeles aquí fuera, seas fantasma o ser vivo.

—Gracias —un leve color carmesí inunda las mejillas de Ell-Maid.

Ella se introduce en el saco, este es suficientemente grande para contener dos personas, el cuerpo de la muchacha apenas posee consistencia, es delgada y pequeña en comparación con el del capitán.

—De nada, pero ponte mirando hacía mí.

—Por supuesto.

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domingo, 25 de septiembre de 2016

«El castillo de Dunstaffnage es un castillo parcialmente en ruinas. Su nombre deriva de dos voces: dün, que significa "fortificación" en gaélico, y stafr-nis, que significa "cabo del estado" en nórdico»


—Querido, no te olvides de despedirte —las palabras surgen alegres de la esposa de Sir Thomas Treewood. Él la rodea con sus brazos y la besa. Ella ríe coqueta—. Me apena tu marcha.

—Ya sabes que no puedo posponerlo más. Debo pasar antes de fin de año las tres noches de rigor en ese viejo castillo o perderemos la posesión.

—¡Pufff! Vosotros los ingleses. Esa ruinosa propiedad da más problemas que beneficios —Él la observa con mirada severa. Ella lanza una sonrisa conciliadora—. No me tengas en cuenta querido. Marcha presto... y vuelve pronto. Tenemos trabajo —ríe de nuevo, coqueta, mientras enrosca juguetona sus manos en el vientre y le guiña un ojo a su esposo.

Él la besa apasionadamente. Y dos suspiros después sale por la puerta, mochila a la espalda, macuto en la nuca, y rifle al hombro. Porta la chamarra de piel por previsión al relente nocturno. El camino no es excesivamente largo, en una hora habrá llegado, «Jeadow Avenue» es una vía larga, muy transitada, al llegar a la propiedad de la familia Archtime dirige sus pasos a la empedrada «Etive Road», después gira a mano izquierda y enfila dirección a «Kirk Road», esta está asfaltada con adoquines grandes hasta la capilla de Dunstaffnage, el último trecho es pura tierra, que cuando llueve es barro.

../..

Los viejos muros de piedra del castillo le rodean, en algunas partes de esa fortificación existen gigantescos arcos donde alguna vez hubo ventanas, y al fondo una vieja columna de imitación románica. Son estos los pocos vestigios del otrora poderoso castillo de Dunstaffnage.

—Maldita sea, esta noche hace más frío.

Sir Thomas se frota las manos con fuerza. Acto seguido extrae cerillas de la mochila. Con piedras realiza un círculo, en medio coloca un trozo de papel de periódico y encima ramas secas, el fósforo de la cerilla prende, y el fuego comienza a elevarse en mitad de la noche.

—¡Por fin! Suerte que es la última noche —masculla, mientras se introduce dentro del macuto impermeable, acerca sus manos al fuego. Recrea en su mente el crepitar de las llamas. Y cae en un profundo sueño.

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domingo, 18 de septiembre de 2016

«Los alumnos inmigrantes se enfrentan con numerosas dificultades en ocasiones sufren un duro impacto psicológico al perder todo lo que les era querido y conocido en su país»
Aulas Temporales de Adaptación Lingüística (ATAL)

—Luz, muchas gracias. Eres un faro en medio de la oscuridad.

—Ali, ¡qué exagerado! —El muchacho joven le agarra las manos entre las suyas. Él debe tener menos de treinta años, aunque aparenta más de cuarenta. Luz es una mujer más mayor, superando los cincuenta con creces, pero aparenta menos edad. El prematuro envejecimiento de uno contrasta con la terca juventud de la otra.

—¿Cómo estás? —pregunta Ali.

—Mejor, pero... —Un molesto tosido interrumpe la frase.

Ali asiente apenado, pero Luz no le permite continuar en esa línea.

—Cuéntame, ¿cómo va tu tesis? La última vez que hablé con tu mama me dijo que la presentarías dentro de seis meses —La sonrisa de Luz ilumina toda la estancia, Ali se la devuelve con cariño.

—Va muy bien, solo me faltan algunos datos cualitativos —La cara de Ali muestra intranquilidad—. Al principio debo confesarte que una tesis basada en la resiliencia en escuelas de bajo rendimiento me afectaba mucho.

—Normal. Los recuerdos, la implicación... aunque debo recordar que tú ya mostrabas mucha resiliencia. Un mocoso resiliente, que no sabía leer ni escribir, y quien creaba trifulcas con el resto del alumnado.

—De eso hace más de catorce años. Alguien me enderezó con el mejor de los abonos, el cariño.

—¡Ja ja ja! —ríe Luz entre nuevos tosidos—. ¿Quién me iba a decir que aquel mocoso superaría un día a su maestra? Camino de Doctor. Que contenta estoy.

—Te lo debo todo a ti.
—Siempre tan exagerado.

Ali calla por un segundo.

—Te dedicaré la tesis.

Luz observa, sus ojos cercados por arrugas se abren alegremente grandes.

—No puedo aceptar tal honor. Antes tu mamá, o tu papá...

—Ellos también quieren que te la dedique a ti, y solo a ti.

Luz abraza a su antiguo alumno. El silencio mece las lágrimas en un abrazo entre la vieja profesora y su antiguo alumno. Y el tiempo pasa...

../..

El entierro sucede en un día cálido. En Andalucía no llueve cuando los vivos vuelven a la tierra. La diversa mezcolanza de etnias atiborra la comitiva fúnebre: gitanos, marroquíes, rusos, rumanos, españoles. El féretro negro ya va camino de su solitario confinamiento bajo tierra, la soledad de la muerta, allá dentro, contrasta aún más con la multitudinaria agrupación de personas. Un pueblo unido por una mujer que impartió el conocimiento más profundo que pueda impartir ser humano en este mundo: amor.



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domingo, 11 de septiembre de 2016

«Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas. La cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una interioridad refinada que se opone a la vulgaridad de la muchedumbre»

<-- hola, no soy edgar, soy felipe, estoy utilizando el móvil de edgar, se le olvidó, yo me quedé sin batería, me puedes dejar las llaves del apartamento? es urgente

---> Hola Felipe, no soy María. Soy Ana.

<-- hola ana, muy buenos días, que haces con el móvil de maria?

--> Mi móvil se quedó sin batería también.

<-- jaja que risa, es lo mismo pero al revés

--> Ajá.
<-- agarras los móviles de tus compañeras de cuarto muy a menudo? jajaja
--> Y tú?

<-- es broma. pero es que necesito lavar mi ropa, tengo la camisa apestosa y...solo tengo esta

--> Donde guarda Maria las llaves?

<-- ufff...no sé, en el cajón de la ropa sucia? maria no está en el apartamento? me dijo que estaría

--> Nop. Marchó a trabajar.

<-- a trabajar? pero hoy es martes, los martes no va a trabajar

                --> Pues eso dijo. ¿A donde fue Edgar?

<-- me dijo también que a trabajar

--> ¡Qué raro! Edgar tampoco trabaja los martes.

<-- pues ahora... no se que hacer, tengo una entrevista esta tarde y queria ir con la camisa y el pantalon limpios, no tengo llaves y no puedo entrar en el departamento a lavarlos

                --> ¿Te comentó Edgar cuando volvía?

<-- no, no me lo dijo, se marchó muy arreglado y muy rápido, por suerte se le olvidó el móvil, asi pude llamar a maria, es decir, a ti

                --> ¿Por qué no te vienes aquí? ¡Te puedo lavar la ropa en nuestra lavadora!

<-- ana, yo... no se, no quisiera molestarte, y con maria y edgar fuera... no se

--> ¡Qué no se hubieran ido a trabajar! ¿Vienes o te vas a quedar sosteniendo el móvil todo el día?

../..

<-- ok ok ahora mismo voy, tardo quince minutos, tienes jabón?

               --> Tengo todo lo que necesitas.

<-- ok, hasta ahora

               --> Ok.



Autor: S. Bonavida Ponce
Gracias, Feli y UTLA, por integrarme en este grupo.


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domingo, 4 de septiembre de 2016




«Pervivo para enseñaros».
Ignatius B. P.







Saludos, soy Ignatius B. P.

Ilustrador de sabia entelequia, breve narrador en este espacio, e ideólogo posnacimiento y premortem. En este breve ciclo de reencuentros, os narraré, a modo de soliloquio, mis sabias adquisiciones de conocimiento a lo largo del mundo.

Realizaré una minúscula digresión para explicaros acerca de las siglas B.P. al final de mi nombre. En el siglo XVIII, el frater Turienzo de Caballeros, ya nombró esta acotación de una locución latina en desuso en la época de Vespasiano. Para vuestra iluminación B.P. significa Bis Primum, un latinajo propio para mi persona, que literalmente significa: Ignatius dos veces primero.

Aclarado este importante punto de mi vasta persona, sin más demora, os paso a narrar, el increíble suceso de hará dos semanas.

Hallábame en las inmediaciones del campus de la UAT, siglas de la Universidad Autónoma de Tristonia, en plena hierba observando el fascinante mundo de los coleópteros universitarios, cuando, de repente, observé embelesado una conversación propia de lo ajeno...

—¿Crees en Dios?
—No.
—¿Crees en los unicornios?
—No.
—¿Crees en las ideas?
—Sí.
—¿Por qué no crees en Dios ni en los unicornios, pero si en las ideas?
—Yo sé que las ideas están dentro de mí.
—Puffff... Y yo sé que Dios existe dentro de mí.
—¿Crees en Dios? Mmm... ¿y en los unicornios?
—Ciego, ¿con quién crees que estás hablando? Hiiiiii.

Presto, abandoné mi apasionado estudio de los coleópteros y marché a mi recluida celda a escribir acerca de este evento, que si bien, inicialmente quise haber titulado, «El ciego ateo y el vulgar multicolor equino», la sola desagradable obviedad etimológica del título me decantó a escoger una perspectiva más mayestática en segunda persona, «Ignatius. Tú, ¿en qué crees?»

Aprovecho desde aquí, para mandar mis más cordiales saludos a nuestra Gerente de la comunidad, mal nombrada «Community Manager», Feli, y solicitarle con toda clase de embelecos cariñosos, me devuelva mis tabletas de chocolate, ya que YO, el Gran Ignatius B.P. ha cumplido con su tarea escrituril semanal.


«Pervivo para enseñaros»
Ignatius Bis Primum








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Mis lecturas en GoodReads

Libros de S. Bonavida Ponce

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