Era la tarde del 18 de mayo en la universidad de Estrasburgo.
Dos estudiantes de intercambio se cruzaron en un pasillo.
Lorena era una chica delgada, de pelo negro y formas marcadamente angulosas en nariz y codos. Era su segundo viaje de intercambio, abandonó Niza pues no se acababa de sentir cómoda con el hermético carácter suizo. Finalmente acabó en Estrasburgo.
Alsacia. Una chica grande, de formas redondas, digna heredera de las valkirias. En su larga melena dorada refulgían sendos mechones de plata. Era su primer año de intercambio. Escogió Estrasburgo cuando viendo una guía de viajes quedó prendada de su belleza arquitectónica.
En ese pasillo universitario se quedaron mirando a los ojos un fugaz instante. Creyeron reconocer a la otra como compañera de curso. Pero es difícil reconocer un rostro en medio de una multitud...a menos claro, que se busque algo concreto.
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"¿ Que motivación cultural inclinaba a los antiguos griegos a generar una diferencia entre trepesthai y eros ?
Quiero un trabajo corto de solo diez páginas para la semana que viene."
El que habla es el profesor Liebnstainz. En la pizarra, escritas en mayúsculas como si de una invocación demoníaca se tratara, aparecen las palabras TREPESTHAI y EROS.
"Formen grupos de dos. Buenos días"
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Lorena y Alsacia eran solitarias. Quizás esa compatibilidad en su carácter les impulsó a unirse en medio de aquel barullo.
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En medio de una terraza. Lorena miraba fijamente a Alsacia. Las dos llevaban fajos de hojas, fotocopias de libros y alguna novela erótica del periodo helenista. En la portada de una de esas novelas se podía leer el título "Lisistata". Era una famosa heroína griega que aparecía desnuda acompañada de otra mujer con un objeto a modo de consolador en su mano derecha. Aún desconocían como sería mejor entregar el trabajo al exigente profesor Liebnstainz. Alsacia se sentía ruborizada con la mirada fija de su compañera. Una presión le afligía el estomago. Lorena sentía lo mismo. No se encontraban a gusto en aquel café, decidieron irse a la habitación de una de ellas.
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Lorena besaba con cariño los labios apasionados de Alsacia. Las hojas desordenadas de apuntes campaban libremente por encima de toda la cama. Ninguna de las dos podía apartar sus ojos de la otra.
"Mon cheri" susurró Lorena al oído de Alsacia.
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Lorena contestó al teléfono. Era su madre. En un perfecto francés le dijo que la echaba de menos. Después habló con su padre. Y mando miles de besos para su abuela. Finalmente se despidió con un sonoro "Au revoir".
Alsacia intentaba mirar para otro lado.
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Las clases estaban a punto de finalizar. Seis meses de duros trabajos. Todavía recordaban con cariño y sorpresa la excelente nota de aquel inicial trabajo del profesor Leibnstainz. Su primer trabajo que les permitió unirse.
Lorena miraba fijamente a los ojos a Alsacia. Sentía amor.
Alsacia miraba fijamente a los ojos a Lorena. Sentia preocupación.
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Habían quedado como de costumbre en el pequeño café "Le parisine". Un lacónico lugar con pequeñas estanterías repletas de libros escritos en francés.
Lorena llevaba media hora esperando. Realmente no le importaba. Los libros le hacían compañía. Lo realmente extraño era la impuntualidad de Alsacia, impropia de su marcado carácter pangermano.
Un mensaje sonoro avisó a Lorena que su móvil había recibido un mensaje:
"Queridísima Lorena. Lo siento, parto para Berlin esta misma tarde. Tenemos que romper nuestra relación. Tuve miedo de decírtelo a la cara. Te quiero."
Lorena releyó el mensaje una, dos, tres veces. Pagó la cuenta y con la rapidez de un rayo fue al apartamento de Alsacia en el campus.
Al llegar no estaba. Demasiado tarde. Por suerte, la compañera de habitación de Alsacia conocía su destino. La estación de trenes.
Lorena pagó un taxi.
El tren destino Berlín aun no había llegado a la vía seis. Lorena vio desde lo lejos la silueta de Alsacia con su maleta. Con su corazón pugnando salir por la garganta se acercó con rodillas temblorosas hacia su amada. Alsacia se percató de su presencia. Las lagrimas rodaban por sus redondas mejillas.
"Alsacia. Mon cheri. ¿ De que tienes miedo ? No hay ningún problema en nuestra relación. Mis padres son muy liberales. En cuanto a tu familia...seguro que con el tiempo llegaran a entenderlo. Dime algo Mon Cheri, por favor."
"El lesbianismo no es el problema.", la sequedad de Alsacia cortaba el respirar de su interlocutora.
Esta respuesta postró a Lorena en un profundo estupor.
"Pero, ¿ entonces qué ?", balbució una apesadumbrada Lorena.
"No lo entiendes verdad cariño. Es la lengua."
"¿ La lengua ?"
La mirada de Lorena era un desierto de emociones, un lamento profundo de incomprensión.
"Cariño mío no hay problema con nuestra tendencia sexual. Pero siempre hablas en francés, con tus amigos, con tu familia, con la mayoría de profesores. Mi familia es alemana, la tuya francesa. ¿ Que lengua hablaríamos las dos en nuestra casa ? Mas aún, supón el caso de que decidiéramos adoptar a un bebe, ¿ en que colegio le inscribiríamos ? ¿ Que lengua le hablaríamos ?"
La mente de Lorena estaba revolucionada.
Las emociones, los pensamientos, las frases de Alsacia volaban a un ritmo trepidante por su psique.
"Pero, pero... eso es una tontería Alsacia. Yo te amo. Hablare Alemán. Todo en Alemán. De adoptar un bebe algún día lo inscribiríamos en el colegio que tu prefieras. Y cada una podría hablarle en su lengua. Es bueno que un bebe sea bilingüe, los estudios demuestran que un niño bilingüe tendrá mas posibilidades de sobrevivir. Aún así, si tu quieres, solo le hablaría en aleman. Los idiomas..no deben separar a las personas. El amor lo puede todo. No me dejes por un idioma. Te quiero."
Alsacia secó la lagrima que rodaba por su mejilla. Y paró de llorar. Tenia las corneas enrojecidas. Pero su mirada era distante, como la mirada de alguien que ya no esta en el mismo lugar.
"No Lorena. Eso dices ahora. Pero con el tiempo me odiarías. Odiarías que un día te prohibiese hablar en tu idioma. Quizás funcionaría al principio, pero después...tu añorarías tus lecturas, tus Mon Cheri se convertirían en frases de amor francófono cada vez más largas. Y necesitarías hablar más y más en tu lengua. No, no... me acabarías odiando, estoy segura. Prefiero que me recuerdes como a un sueño lejano. Porqué eso que has dicho sobre el amor es una gran mentira, el amor no lo puede todo. Las lenguas separan a las personas más profundamente que las fronteras pues la manera de comunicarnos es nuestra propia frontera. Lo siento mucho mi amor.
Leb wohl, Lorena."
La negatividad os hará libres.