«Había también las voces románticas convencidas de que existía un lugar escondido y apartado que el modelador llamaba hogar; probablemente un pequeño pueblo de pescadores en alguna isla remota donde el tiempo se movía con las mareas…»
J. Casri
Al igual que sucedió con la novela Ulises de James Joyce, acunada de contrabando de librería en librería, leyéndose impúdicamente por el comportamiento soez y extraño de algunos capítulos, que despertó a las Furias y a las Famas por igual, El modelador, obra experimental, vive una situación similar. J. Casri, fiel piloto de su embarcación, pilota junto a Daniel y sus compañeros en este interesante periplo literario: ¿conseguirá Daniel encontrar al modelador de la historia? Es la única cuestión que importa, pero la luz del faro que brilla en el horizonte queda pronto cubierta por auroras boreales y neblinas espectrales que distorsionan en múltiples haces el verdadero camino. No se debe engañar el lector acercado hasta esta obra y debe recordar las palabras grabadas en el dintel de la puerta infernal antes de que Dante se adentrara en él: abandonad…. Una obra demoníaca, en la forma, un purgatorio, en la ejecución, y una bendición, en el mensaje, pues cada lector sentirá distintos influjos en sus sentimientos al acabarla, quizá de igual modo que sufrió el personaje literario Dante que, habiendo vuelto a la tierra, no supo recordar ni descifrar lo que había aprendido en el cielo. El modelador supone un viaje iniciático y abarca tantos y tan variados temas que esta reseña es un mero escolio en un manuscrito perdido de la grecia ática. El modelador traspasa la littera (la palabra escrita) y se funde con la fisicidad del artefacto literario, siendo en la práctica, casi imposible, en este siglo de avances, tecnología y libros electrónicos, exportar la obra a un formato electrónico sin que el medio altere el producto original, un desgarro similar al que sufren los necesarios y traidores traductores. En el interior de sus páginas hallamos rectángulos, líneas y flechas que interrumpen la lectura y, como un viaje por universos paralelos, esas formas geométricas contenedoras de palabras exploran diferentes capas de la realidad y nos conducen, tal obra clásica y universal (¡si acaso ello existe!), por tramas detectivescas, ensayísticas, biográficas, históricas, costumbristas…; ningún género escapa a la aguda mirada de J. Casri que con argumentos implacables azota a nuestros yoes lectores y perfila una particular mirada sobre la realidad, esa realidad que creemos tan firme y segura bajos nuestras pies y que, con esforzado esmero, resquebraja con minuciosidad exasperante*1 hasta enfrentarnos a nuestros tabúes, aquellos que, en nuestra cotidianidad, nos impiden cuestionarnos acerca de la verdad. En un viaje a Roma, creí ver a El modelador de la historia en medio de la bóveda de la capilla sixtina, entre medio de esos dedos que nunca llegan a tocarse, un espacio entre lo mundano y lo divino, desde entonces creo en él, en ese espacio intangible, creo en El modelador de la historia.
*1 Si habéis leído todas las notas a pie de página y habéis abandonado toda esperanza, volvedlo a leer.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia