domingo, 28 de octubre de 2018


En ese estado, entre la vigilia y el sueño, existe ese limbo de conciencia vacía. 
Y ahí estoy, con un libro bajo el brazo, dormitando... 
Ese palabra, dormitar, me la enseñó la maga artesana Gididí, que recién apareció en mi vida; cuando poseía la jarra corazón quebrada y los frascos amor rotos en las estanterías. 
Esa vieja jarra, una metáfora tan rota, en tantos miles de pedazos... Me da por soñar...
Existen buenas artesanas que sanan jarras, frascos, que poseen la capacidad de unir pedazos rotos y reconstruir estanterías de frascos amor y jarras corazón, es un poder en el interior de cualquier buena persona.
Pero... Pero... Yo dejé de ser bueno hace un tiempo, las personas buenas no sienten reparo alguno en decir que lo son, por eso sé que yo no lo soy, que no dispongo ya del don para reunir esos miles de pedazos rotos, trocitos tan pequeños, imposibles de unir, pegar, ni arreglar de modo alguno... 
Y llegó la maga artesana Gididí, mientras dormitaba.
Recogió uno a uno los pedazos, incluso aquellos que estaban ocultos hasta para mí, caídos en repliegues ocultos de mis arterias, de mis músculos, de mi perineo, de mi espalda... Y los fue recopilando uno a uno, con esa paciencia de las personas bondadosas, con la inocente verdad de los seres que no se avergüenzan de decir que lo son, buenos, con el poder de reparar las piezas rotas que no deberían —¿quizá no?— volverse a unir nunca jamás.
Desperté al roce de la yema de sus dedos acariciándome la espalda, me volví y no vi nada. Allí, detrás de mí, no había nadie, porque las personas buenas no necesitan de reconocimientos, por eso la maga artesana Gididí no esperó. Me ofreció el regalo de su roce, una bendición, aunque yo en aquel momento, mientras dormitaba, no fui consciente de ello. Me reparó.
Sé que no soy buena persona, pero al menos ahora sé, que tampoco seré una mala. 
Y cuando muera, espero tener un libro entre las manos, y recordar, mientras me preparo para dormitar eternamente, que ella me encontró mientras dormitaba. 



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


lunes, 15 de octubre de 2018

«Doy gracias, por los innumerables perjuicios que dañaron este pequeño mundo»

Ë
¿Qué hago aquí? ¿Por qué está todo a oscuras? ¿Y por qué no recuerdo nada? ¡Ah, ya! Sí... paseaba con Marta y los niños... No, no, no, eso fue la semana pasada. ¿Dónde estaba? Ostia puta, ¿dónde estaba? La máquina. El tiempo. Eso es. La máquina. El experimento... sí, sí, sí, sí... Pero, ¿qué pasó con la energía? ¿Un fallo eléctrico? ¿De dónde salían las chispas? Venga, venga, recuerda... ¿Qué fecha ponía? ¿Qué maldita fecha ponía?
Ë

N
(Altavoz con estática de fondo)
X
Prisioneros de las celdas M7 a la M13.
Preséntense en las duchas.
El trabajo les hará libres.
Hail Hitler.
X
N

Ë
¡Mierda, los putos nazis!
Ë


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 7 de octubre de 2018

«Imagina encerrar a tan bello animal
en este lóbrego
rincón del mundo»
Aquiescencias Tomo I

Nadie sabía muy bien en el bosque porque una cría humana habitaba sola en aquella extraña cabaña, anclada entre las copas de un roble, con forma de seta. Los animales más valientes, como el lobo, o el búho, se habían acercado a una distancia prudencial para espiarla, uno desde tierra, otro desde el aire; y de sus respectivos reportes se obtuvo la siguiente fabulación: humana, doce años, estatura corta, facciones blanquecinas, pelo blanco e iris blancos, sin progenitores a la vista o al olfato.
Con esas noticias, la mayoría de animales respiraron más tranquilos, pues aunque por todos era sabido que no existía mayor bestia que hollara la tierra que el ser conocido como humano, una cría humana, no representaba peligro alguno.
Aunque, claro...
A ninguno de ellos se le había perdido nada por casa de Polabra, y, de esa manera, evitaban por prudente animalversión acercarse a la cabaña; bueno, ningún animal, no. Púer si se acercaba ufano y alegre, él no tenía miedo de la niña y, además, él conocía el pequeño secreto que escondía Polabra en el pequeño baúl que le había regalado su abuela en su séptimo cumpleaños y que le hacía habitar aquel trecho del bosque.



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


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Libros de S. Bonavida Ponce

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