domingo, 30 de octubre de 2016

«Una fábula, 
de la valiente doña Úrsula, 
el pajarraco mala escritura 
y su caída».
UTLA

Habíase un lugar,

muy lejano llamado Era, un pueblo donde había una mala escritura planeando por sus campos literaros. De tanto en cuanto, dicha ave soltaba su fatídico excremento, arruinando así las cosechas de aquellos buenos seres.

—¿Alguien ha visto a ese pajarraco? —bramó indignada doña Úrsula.

Nadie supo contestar. Nadie había visto a la ceniza ave desde hacía días. Y se aliviaban pensando que no volvería.

—¡Ay, cuando caiga entre mis manos! —Y juntando sus manos, puño sobre puño, doña Úrsula imitó el gesto de romper cuellos.

Y eso que un día, reapareció la temida ave...

Era estaba terible, padecía que un hudacan se hubiera pazado por aquelloz canpos literraros, la tiera negra, sucia, naide queria acerse cargo de la situacion; no asta que, dona ursula, baliente como pocas, apagueción con su ezcopeta. Pum, pum, pum...

Sonaron tres estruendosos disparos, y el ave cayó muerta al suelo.
Gracias a la hazaña de doña Úrsula, todos volvieron a sonreír y a plantar buenas cosechas en los campos literaros.

Esto es verdad y no miento,
y como me lo contaron,
os lo cuento.

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 23 de octubre de 2016


«Cuando dejen de comprar nuestros discos, 
entonces diré adiós y 
haré otra cosa, 
tal vez, 
me vuelva stripper»
Freddy Mercury


Resulta chocante pensar en la palabra tolerancia como en un eufemismo de sordidez y, sin embargo, con toda esa carga acude hasta mis oídos de manera contundente.

—Aquí está la calle tolerancia. Es donde se permite —Mi interlocutora carraspea y se aclara la voz, algo se ha alojado en la garganta de mi guía turística, debe ser este maldito polvo que impera en el ambiente—, como decía, donde se permiten ciertas licencias con las señoras de la noche.

Me resulta extraño el tono. Parecería que estuviera hablando del purgatorio o de algún lugar peor. ¿Qué tiene de extraño este lugar? Yo me crie a dos cuadras de aquí. Es verdad que es una calle más oscura que el resto, las luces del alumbrado público no brillan igual aquí y las casas son pequeñas, no albergan más de una planta la mayoría. Destartalados carteles o pizarras improvisadas, repletas de faltas de ortografía, dan la bienvenida al extranjero. Copas 2x1. Happy Hour after 07:00 pm. Son solo algunos de los reclamos escritos en tiza en las viejas pizarras callejeras.

Por las palabras de la guía, puede interpretarse como si el hogar de las meretrices fuera un lugar sucio. A mi mente acuden imágenes a tropel de películas, donde las señoras lumias son extorsionadas por chulos sin escrúpulos o maridos drogadictos, incluso quizás por una peligrosa combinación de ambos. La guía turística se recoloca la chaqueta sobre los hombros. Parece incómoda. Hace calor, por suerte el sol comienza a declinar por detrás de las montañas.

—¿Entramos? —Acompaño la frase de un galante gesto en dirección al hueco de la puerta donde debería haber una puerta. Aunque el tono es de pregunta, la invitación no lo es. Ella arquea una ceja y lanza un pequeño bufido.

—¿Sí es lo que quiere?

No respondo a su pregunta y entro al lugar. Ella me sigue. El local está prácticamente vacío. En una tarima hay una barra de hierro vertical, abrazada a ella una stripper realiza estudiadas poses de baile. Lleva un bikini de color verde, las luces del local crean reflejos, estos se presentan como fugaces látigos luminosos, pues al incidir la luz sobre la minúscula vestimenta parecen restallar rabiosos en el aire. A los pies de la improvisada bailarina, dos habituales del lugar aplauden las contorsiones de la mujer.

La stripper se percata de nuestra presencia en el local. Detiene su baile al instante, y alzando las manos al aire, realiza un estiramiento con las manos. Su mirada felina observa con detenimiento nuestra incursión en su redil. A la par, la guía turística mira en derredor. Pasa disimuladamente un dedo por una silla, y arquea de nuevo la ceja en esa pose suya tan circunspecta ante lo que podría llamarse eventualidades anormales. La stripper baja de la tarima. Sonríe contenta en nuestra dirección, mientras sus pasos acuden alegres en nuestra búsqueda. Su melena larga, de un rubio platino espectacular cae desmelenada por la espalda. Algunas gotas de sudor, estacionadas en sus sudorosos músculos, brillan por el efecto de la luz giratoria del techo.

—Hola cariño, ¡cuánto tiempo! —De cerca, la encantadora sonrisa de la stripper nos revela una mujer cercana a los cuarenta años—. ¿Es tu novia?

—No, madre. Sólo es una guía turística.



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 16 de octubre de 2016



«Pervivo para enseñaros» 
IGNATIUS. B. P.




—Ya sabes, el cajón ese donde guardo las cosas importantes.
—¡Ais! No sé, ¿quieres hablarlo aquí? ¿No te da apuro?
—¡Quita, pero si no hay nadie!

¿Y yo que soy? ¿Una aparición? Estas ancianas consiguen sacarme de mis casillas. Extraigo mi celular y me dispongo a transcribir, a modo de sibilina venganza, su conversación, aparentemente bordada con visillos de secretismo.

—Ya sabes, el cajón de las braguitas. Donde guardo las joyas y... eso otro.

¿Braguitas? ¿Eso otro? Las señoras elevan las apuestas en mi imaginación.

—Pues no sé. ¿A ti te gusta?
—Pues verás, al principio me sentía mal porque pensaba que engañaba a mi Pedro, en paz descanse, pero cada noche, abro el cajón...
—¿Sí?
—Ya sabes... y eso otro. No es importante, ya lo sabes, lo hago sin maldad. ¿Tú sabes? La angustia de la soledad, a mi edad, y que Dios y la virgen María me perdonen si creen que hago algo mal... Pero, ¿estoy engañando a mi Pedro?

Observo que la amiga se lleva la mano a la boca. Masculla algo inaudible entre dientes, la mano antepuesta delante de la boca tampoco me ayuda a escuchar las ininteligibles palabras murmuradas.

—¿Rezas cada noche?
—Sí, claro, cada noche. Un padrenuestro y un ave maría.
—Pero, rezas... ¿antes o después de eso otro?

La señora, la del cajón de las braguitas con eso otro, observa a la amiga con la cara roja. Esta baja la barbilla hasta casi su pecho. El ascensor está a punto de abrir las puertas, hemos llegado al andén, el cual está repleto de gente queriendo entrar, la señora se percata de ello y se apresura a contestar...

—Antes... de... eso otro.
—¡Oh! — Se santifica la amiga—, tienes que hacerlo después, después... sino irás al infierno.

Las puertas se abren. La gente esperando deja pasar al dúo de señoras, que salen con la cabeza agachada, mirada avergonzada al suelo, la multitud atrae al pudor como la sangre atrae a los vampiros. Maldita sea, que endemoniado Mcguffin será el ese otro, que ahora no me dejará dormir por la noche. Pero me doy cuenta en la importancia de los tiempos al rezar, pues no parecer ser lo mismo, el antes, el durante, el después... del eso otro.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 9 de octubre de 2016

«—¡Vamos a por ella! —exclamó Hansel—. Nos vamos a dar un banquete. Me comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás que dulce es».

Habíase un lugar,

llamado villa Loso, donde nacieron casi al unísono, una detrás de la otra, tres lindas niñas, y eran tan parecidas entre ellas que era difícil distinguirlas con una simple mirada.

La primera en salir del interior de su mama fue Zas, ella adquirió este curioso nombre por el sonido que produjo al ser parida, un ruido rápido como el chasquido de una lengua que golpea el paladar.

La segunda nacida fue Lli, miraba a todos lados curiosa, con sus enormes ojos bien abiertos, y reía, pero de manera extraña, como si fuera una pequeña comadreja.

La tercera y última fue llamada Tri, pues había sido la tercera en nacer, y esa palabra se utilizaba mucho como prefijo para indicar el número tres.

A pesar de los nombres, no debierais pensar que los padres de las tres niñas carecían de cariño para con sus retoñas, simplemente poseían una escasa adquisición del ridículo y no les daban importancia a los gastados ajustes protocolarios de su reino.

Zas, la primogénita, Lli la segunda nacida y Tri la última, habían sido la primera triada de niñas nacidas en villa Loso en mucho tiempo, donde la mayoría de los neonatos eran hijos únicos. Extraños hasta la fecha habían sido los casos de gemelos, pero ni los más ancianos del lugar recordaban la última vez que alguien había visto una camada de tres recién nacidos. Hizo falta molestar al alcalde, quién abrió las puertas del histórico registro de nacimientos desde tiempos inmemoriales y allí encontrar, el primer caso acaecido, hacía más de doscientos años atrás.

Se celebraron múltiples fiestas y variadas celebraciones para agasajar a los papas de tan extraordinario suceso. Vinieron personalidades de todos sitios y lugares. Obtuvieron grandes abrazos, mejores regalos y vanos consejos. Para cuando por fin los papas de las tres niñas pudieron disponer de más tiempo, recordaron que aún no habían inscrito a sus retoñas en el registro de personas sintientes de villa Loso.

El papa marchó prestamente retrasado a inscribirlas en el registro, pero después de tantas celebraciones, los nervios, acompañados de su mala memoria, hicieron mella en él, y no supo recordar el orden exacto del nacimiento de sus hijas. Empezó a cavilar, y acertó de puro milagro el orden de Lli, pero falló al recordar a las otras dos, y es por ello que les cambio el orden. Tri paso a ser la primogénita, y por arte de estupidimiento Zas, la primogénita original, pasó a ser la tercera nacida.

Sin más importancia que tan solo el estúpido orden, las tres niñas se criaron de manera agradable por sus papas. Con el paso de los años, y debido a la fama que adquirieron las tres hermanas, a los extraños casos de tríos de hermanas nacidas al unísono, se les llamó Trillizas, en honor a Zas, Lli y Tri.

«Sin conflicto no hay relato, pero hay trillizas». ^^

Esto es verdad, y no miento.
Y como me lo contaron, os lo cuento.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 2 de octubre de 2016



«Habíase un lugar,
era pequeño, minúsculo,
pero agradable a la vista, 
de él nacían bellas palabras,
y solo predicaba amor.
Se llamaba Aquiescencia»
S. Bonavida Ponce


Habíase un lugar,

—¿Por qué no escribe Érase una vez? Así comienzan los cuentos de hadas clásicos. Es que... no tiene sentido Habíase un lugar.
—A mí una vez, el pequeño ser sin rostro, me contó el porqué.
—¡Pues ya me dirás qué sentido tiene!
—Érase solo se refiere a un tiempo, a una marca temporal...
—¿Y ya está? ¿El pequeño ser de gabardina y sombrero blanco solo te dijo eso?
—No me has dejado acabar... ¿Recuerdas cuando eras pequeño? La casa de tus abuelos donde pasabas los veranos, o aquel parque de juegos donde te llevaba tu padre, o la habitación donde tu madre te leía cuentos... Todos tenemos un lugar en el pasado al que podemos volver.
—¿El pequeño ser sin facciones en el rostro te dijo eso? ¿Cómo sabía él...?
—No lo sé, pero insistió en la temporalidad de Érase, sin embargo, Habíase un lugar comprende un marco espacio-temporal, como cuando egresas de tu presente para rememorar el pasado, no solo viajas en el tiempo, vuelves a una realidad física, a una marca espacial. ¿Recuerdas la felicidad de pequeño?
—Sí, tenía siete años.
—Eso está bien, pero has obviado el dónde. ¿Dónde eras feliz?
—En casa de mis abuelos.
—Y ahora, siendo adulto, de buen seguro has intentado volver a ese lugar. Y de hecho en alguna ocasión habrás vuelto al lugar físico, pero ya no es igual. Simplemente no es lo mismo, aunque el lugar hubiera mantenido sus estructuras, los marcos en las paredes, o incluso las calles fueran idénticas a como las conservas en tu memoria. No es el mismo lugar.
—Claro, es el tiempo...
—Pero no solo es el tiempo. Tu lugar, el lugar de tus recuerdos era un sitio distinto, con todo el desplazamiento temporal y espacial que ello conlleva. No solo no puedes regresar por que el tiempo avance, el lugar de tus recuerdos solo existe dentro de ti.
—Y, ¿nunca podré volver?
—Todas las veces que quieras.
—¿Cómo?
—Solo debes cerrar los ojos.

Y esto es verdad y no miento,
y como me lo contaron,
os lo cuento.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


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