miércoles, 30 de noviembre de 2016

[4] 
¿Es la distancia el desapego?
, eso decimos
, y Robert está lleno de distancia.

Nuestro protagonista avanza lento, bosteza, Morfeo aún retiene parte de su mente en el cómodo colchón. Se frota los ojos, las legañas caen, a pesar de ello, la edad y el glaucoma de sus ojos no le permiten ver muy bien en la penumbra del oscuro pasillo.

Avanza lentamente.

Es un largo pasillo, de noche parece más largo, a los lados de las paredes aún cuelgan viejos carteles con frases perturbadoras: «Hoy es el primer día, del resto de tu vida», «Cuida tu actitud, es lo primero que la gente observa»... Los carteles, desconchados por la humedad, aún se mantienen anclados en la pared.

A lo lejos, en la distancia que tanto teme Robert, observa una extraña luz en el antiguo pabellón de natación. En la entrada solo queda en pie una de las dos mitades de una gigantesca puerta, el antiguo doble portalón de acceso a la piscina. Por la abertura carente de cierre, se escapan furiosos unos haces de intensa luminosidad.

continuará...

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


martes, 29 de noviembre de 2016


[3] 
¿Qué sucede el 23 de junio de 2010?
, ahora os contamos.


A la 01:23 de la madrugada se produce un gran seísmo. Anotamos la importancia de la hora, pues de igual modo que la medianoche tiene una significancia relevante para muchos seres, no deja de ser menos importante esta extraña secuencia horaria, 0, 1, 2 y 3. La 01:23 A.M.

Robert duerme en el pabellón 45, ala oeste, del antiguo hospital universitario de psiquiatría. El colchón de una camilla de enfermería le sirve de improvisada cama, y una raída manta, ofrenda del cercano centro de caridad San José de la iglesia de la concepción, le arropa durante su largo sueño. Entonces, un ruido le despierta. Es la 01:05 de la madrugada, aunque este dato no lo conoce Robert, no lleva Reloj. El extraño sonido proviene de la antigua piscina, tan abandonada, como el resto del edificio.


continuará...

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


lunes, 28 de noviembre de 2016


[2] 
¿Quién es Robert?
, nos preguntáis.


Robert nace en el seno de una familia rica. Su madre muere cuando él tiene apenas ocho años. A la edad de veintitrés años se le diagnóstica esquizofrenia. Es el tiempo de las manchas oscuras en la pared de su cuarto, formas que se mueven lentas y emiten un leve brillo azul que solo él ve.

Las nuevas parejas de su padre observan distantes al perturbador hijo, ninguna le obsequia con un sucedáneo de amor materno. También aumenta las discusiones con su progenitor, y finalmente, una noche abandona su hogar y marcha en un viaje sin retorno. Añadimos, que su creciente esquizofrenia, ayuda mucho en su decisión, eso y librarse de las molestas manchas oscuras de su habitación.

En la actualidad Robert es un mendigo. Suele estacionarse en la zona de Elmwood Avenue en Rochester City. Las diferentes patrullas policiales miran a otro lado cuando observan a Robert introducirse en recinto vallado del antiguo campus de psiquiatría.

Ese es su hogar.


continuará...

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 27 de noviembre de 2016


[1]
¿Os explicamos?



La ciudad de Rochester está situada en el condado de Nueva York, es posiblemente la ciudad con más edificios abandonados de Norteamérica. Dicha urbe entra en el mágico ranking de ciudades del mundo con más edificios abandonados del planeta.

En ella encontramos edificaciones realmente singulares: la estación 51 de la fuerza aérea, no confundir con el área 51, utilizada durante la segunda guerra mundial hasta finales de 1959; la planta incineradora construida a principio del siglo XX y abandonada recientemente; la abandonada «capilla 1912», en el cementerio Esperanza, la cual recibe el nombre del año de su apertura; la estatua gorilesca de la libertad, dirigente muda de la entrada al abandonado campus de psiquiatría.

Es en este último lugar donde vamos a centrar nuestra atención.

Especialmente en un hecho que sucede el 23 de junio de 2010, y del que Robert es (y fue) el único testigo humano.


continuará...


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 20 de noviembre de 2016

«Actualmente las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores».


El fovercraft, un aerodeslizador multisuperficie, se inventó a finales de los años cincuenta, exactamente en 1959. Era el aerodeslizador más rápido que se hubiera inventado hasta la fecha, incluso superaba la velocidad en tierra de algunas otras máquinas de su tiempo.

En el suelo, su velocidad apenas alcanzaba los 70 km/h, sin embargo, su verdadera potencia se desataba cuando se introducía en medio acuoso, llegando a alcanzar los 180 km/h. Su potencia se debía a las cuatro hélices adosadas en sus cuatro esquinas, estás se encogían y desplegaban hasta quince metros en el interior del líquido para proporcionar una mayor superficie de agarre, y de esa manera conseguir una mayor velocidad.

Su primera, y última demostración, fue en el río Saunders el día 14 de octubre de 1959. El prototipo fhc-1 se mostró al público a las 10:05 de la mañana, la prensa alojada en tribuna comenzó a garabatear en sus libretas y los fotógrafos malgastaron sus flashes ante el expectante acontecimiento. Se deseaba mostrar en aquel evento la velocidad del vehículo, la prueba consistía en recorrer los cincuenta kilómetros que separaban las poblaciones de Lamb y Cockerell, unidas por vía fluvial, en la mínima cantidad de tiempo.

A las 10:17 la máquina arrancó motores desde Lamb, los cincuenta kilómetros de separación con la vecina localidad de Cockerell estaban calculados para ser recorridos en menos de veinte minutos. Y así fue, la llegada se produjo 17 minutos después, cumpliendo a la perfección las expectativas, hubo una pequeña demora de unos minutos para conseguir que el aparato diera la vuelta, aquel día había más embarcaciones pesqueras de lo habitual y el paso fluvial se había estrechado por la masa de vehículos anclados. Los pilotos solucionaron con ingenio el problema, y el fhc-1 regresó a Lamb 22 minutos después, en total había realizado el trayecto Lamb-Cockerell en 39 minutos. Las embarcaciones de la época tardaban más de una hora en recorrer aquel tramo. Curiosamente, las cuatro hélices del fovercraft tornaron pintadas de un extraño color rojizo, cosa que los técnicos achacaron a alguna clase de aceite o residuo del propio río. Los periodistas volvieron a sus redacciones dispuestos a hacer eco de la gran noticia...

¿Sería el «fovercraft fhc-1» el primer aparato de una nueva hornada de vehículos que revolucionaría las comunicaciones marítimas?

Ese mismo día, los pescadores del río Saunders salieron a faenar, pero de sus redes únicamente extrajeron ingentes montones de peces despedazados, totalmente inservibles. Según comentaron a un periodista rezagado, «es como si hubieran sido cortados por una fuerza impresionante». Aquel periodista rezagado no tardó en relacionar las hélices rojizas con la muerte de los peces.

El titular del periódico local tuvo la mejor tirada en su historia, quintuplicando sus ventas con el siguiente titular: «FHC-1: Mortalmente más rápido».

Las comunidades de Lamb y Cockerell demandaron a la empresa constructora del fhc-1. El río había quedado desierto de toda fauna acuática, su economía se vería resentida durante meses, quizás años.

La noticia aumentó cuando llegó la confirmación, por parte de los peritos estatales de la muerte de los peces, efectivamente la culpa fue de las hélices giratorias del fhc-1, con sus quince metros de anchura se adentraban demasiado en el lecho del río, causando la muerte de todo ser vivo que estuviera alojado en su lecho.

El fhc-1 fue prohibido, y a raíz de aquel triste incidente, se establecieron unos límites en las hélices de los futuros aparatos aerodeslizadores para evitar que se repitiera aquel trágico suceso.

La experiencia podía ser resumida en palabras de Anna Eleanor Roosevelt:
«A la humanidad no le sirve avanzar rápida si no preserva la vida de todo ser a su paso».


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 13 de noviembre de 2016

«No existen más que dos reglas para escribir:
tener algo que decir y decirlo»
Oscar Wilde
(§ Irlanda 1854, † París 1900)

Habíase un lugar,

llamado Jitepé del camino, situado entre San Caballero y Dulcinea, un pueblo pequeño con pocas casas y menos establecimientos, un lugar que hoy día ya no sale en los mapas por que dejó de existir. En aquel entonces, dos establecimientos permitían sobrevivir a aquel pueblo malherido por la modernidad, la escuela Güera de doña Palmira y el invernadero Maty, repleto de flores y otras plantas, al cual los vecinos de localidades cercanas se acercaban debido a la gran vistosidad de los ramos y el buen arreglo de las flores.

En este último establecimiento nació un cactus muy especial, al que la floristera, una viejita llamada Rosalinda, le puso de nombre Alan. Con el paso de los años, Rosalinda observó que Alan, a diferencia de sus otros muchos hijos, se le daba bien hablar castellano y las matemáticas, así que decidió ponerle unos pantalones, una camisa blanca y enviarlo a la escuela Güera.

En la escuela había niños y niñas, una de esas escuelas modernas, donde los infantes se mezclaban sin ningún reparo. Cristóbal, el niño peleón de la escuela, nada más vio aparecer al cactus en el colegio, empezó a hostigarle, «Feo», «Verdoso», «Pinchudo», «¿Por qué no te quedas en el invernadero plantado en tu tiesto?». Aquel era el primer día de colegio de Alan, y estaba muy nervioso. Su mama la floristera le había repetido hasta la saciedad que no peleara con los otros niños, pues podía hacerles mucho daño con sus espinas.

Pero el matón de Cristóbal continuaba instigándole, y Alan ya no sabía que hacer en aquella situación. Por suerte, una niña bondadosa llamada Aras, a la cual le disgustaban las injusticias, se plantó en medio del gigantón y el cactus, y observando con rostro amenazante al matón le soltó varios improperios inteligentes que el matón tardó tiempo en comprender: «Cristóbal, si naces dos horas antes, dos horas más tonto».

El matón gruñó sin comprender bien aquella frase e iba a pegar a Aras cuando se percató que la profesora, doña Palmira, vigilaba atenta desde lejos. Cristóbal era un niño calculador, hay personas que dicen que los niños no son malvados, pero se equivocan, él lo era, y no quería que la profesora presenciara nada de lo que tenía planeado hacer.

«Ya atraparé a ese tonto pinchudo y me vengaré de Aras cuando no esté la vieja profesora», pensó Cristóbal alejándose de ellos.

Desde ese día, Alan no se separó de Aras, juntos comenzaron a labrar una tierna amistad, y cada día que pasaba la abonaban con juegos, miradas cómplices, caminatas por el camino de regreso a casa, donde se contaban secretos mientras tiraban piedras al río haciéndolas rebotar contra la líquida superficie.

Un día, Alan tuvo que quedarse en la floristería ayudando a su mamá, viendo la oportunidad Cristóbal siguió a Aras por el río, se le acercó corriendo y la empujó por la espalda, ella cayó al suelo.
Aras, enfadada y con un desgarrón en su rodilla, le espetó, «Eres malo, eres feo, y eres sucio, pero lo peor es que eres tonto», le dijo mirándolo con desprecio, mientras unas lágrimas recorrían su rostro. Cristóbal era un gigantón sin refinamiento, y las palabras de Aras siempre lo herían en lo más profundo de sur ser, en esa ocasión la fuerza de la razón quedó anegada por la sinrazón de la fuerza, sin reparar en su enorme fuerza lanzó su enorme puño contra el rostro de la niña. Su impacto sonó secó, la nariz de Aras se convirtió en un reguero de sangre e inundó los nudillos del gigantón. Un segundo más tarde, el cuerpo de Aras estaba cayendo de espaldas, y con tan mala suerte cayó, que el cráneo de la pequeña golpeó una piedra puntiaguda que estaba en el suelo. Un líquido rojizo manchó la piedra y Aras no despertó. Cristóbal se acercó y la espetó a levantarse, no se movía, asustado, comenzó a pensar rápido, viendo que la niña no se levantaba y por una vez más asustado que calculador, arrastró el cuerpo de la pequeña y la encerró en un pequeño cobertizo en la linde del río.

Y allí la dejó malherida.

Mientras, Alan, que había acabado de ayudar a su mamá, comenzó a buscar frenético a Aras por todos lados...

../..

Esa misma noche, un vecino encontró el cuerpo de Aras en el cobertizo de al lado del río. La pobre niña poseía una fuerte herida en el cráneo, y su cuerpo estaba cercano al colapso debido a la deshidratación y la falta de ayuda, rápidamente la llevaron al hospital más cercano. En el colegio de la Güera de doña Palmira todos los niños estaban preocupados por el estado de la niña, pero Alan descubrió a Cristóbal riendo a escondidas en una esquina, y en aquel momento, supo quién había dado la brutal paliza a su amiga íntima.

../..

Era de noche, Cristóbal se había quedado un poco más tarde en el colegio practicando deporte, y ese día saldría más tarde pues debía recoger el material deportivo. Su camino de vuelta a casa, le llevaban de nuevo cerca del cobertizo. Entonces, sin previo aviso, una rama le pegó en la cara, algo se le clavó en la rodilla, ¿una espina?, y otra seguidamente en la pantorrilla; un aullido de dolor escapó de su garganta, enseguida más espinas y más ramas se sumaron a aquella embestida. Un montón de arbustos rodearon su cuerpo, empujándolo en dirección al río. El matón intentó chillar, pero las ramas de aquellos arbustos le tapaban la boca y los ojos, no veía nada, no podía chillar, además, centenares de espinas se le clavaban en partes de su cuerpo que no sabía ni que existían, y el dolor, las lágrimas recorrían su rostro. El matón no había conocido nunca tanto dolor. Sus ojos hinchados por el dolor no le permitían ver bien, pero intuía la proximidad del río, y así era, su cuerpo se acercaba cada vez más a la linde del río, cada vez más cercano, cada vez más oscuro, cada vez más siniestro...

../..

A la mañana siguiente, encontraron ahogado a Cristóbal flotando en el río. La policía no supo determinar que lo había matado, presentaba heridas de espinas en extremidades, rostro, torso y otras partes de su cuerpo. La resolución de su fallecimiento: Asfixia. Asaltantes: Desconocidos.
Aras se mantuvo inestable durante semanas en el hospital luchando contra la muerte, pero finalmente su cuerpo no consiguió recuperarse de la fuerte conmoción y falleció a los tres días.
Respecto a Alan, nadie volvió a verlo por Jitepé del camino...

Muchos años más tarde, cuando el pueblo estaba casi deshabitado, los pocos aldeanos que aún vivían, pudieron observar como un enorme cactus, de grandes espinas y tallo frondoso, crecía vigoroso en la linde del río. Muchos aseguraron que aquella planta les recordaba la figura de una esbelta niña, jugando a tirar piedras al río, junto a otro niño que le agarraba tiernamente de la mano.

Esto es verdad y no miento,
y como me lo contaron,
os lo cuento.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 6 de noviembre de 2016

«Michifuz es una deformación fonética de "Micifuf", el nombre del gato protagonista de "La gatomaquia", un relato en verso escrito por Lope de Vega en 1633»
UTLA

Habíase un lugar llamado inferno,

—Michifuz —gritaba encolerizado el pobre diablo—, ¿dónde está mi leche?

A aquel pobre diablo le encantaba tomarse un gran vaso de leche antes de acometer las fechorías nocturnas. Pero la tina donde reposaba el blanco líquido se encontraba vacía, en el suelo, unas huellas de gato que se alejaban, delataban la autoría del robo. Michifuz ronroneaba tranquilo en una esquina, lamiéndose la pata con su lengua aún blancuzca.

—¿Y mi atún? ¿Dónde está mi atún? —La cólera del diablo iba en aumento. En aquel momento de máxima ira, su nombre, el conocido por los hombres, fue invocado a través de un ritual pagano—. Malditos humanos, no le dejan a uno ni desayunar.

El diablo se encaminó a su habitación, se roció Infernel número 5, se puso la impresionante capa negra y se dirigió rápidamente a la sala de invocación, su nombre continuaba resonando a través de los canales infernales «Ya voy. Ya voy», pensaba enfadado. Justo cuando iba a colocarse en medio del pentagrama, y realizar el demoníaco chasquido de dedos, apareció Michifuz ronroneando entre sus pies. Esto le hizo trastabillar de espaldas, perdió el equilibrio, y comenzó a caer, mientras sus posaderas se iban acercando al suelo, chascó los dedos...

El diablo apareció caído de culo en una sala repleta de hombres encapuchados. Michifuz se escabulló sigilosamente entre sus piernas, pues a diferencia de su amo, él no estaba sujeto al pentagrama pintado en el suelo. Los hombres reunidos dejaron de cantar la canción pagana. La entrada tan peculiar del señor del mal... les había dejado, perplejos.

—¡Oh, señor Oscuro! —carraspeó el encapuchado que parecía ser el líder de aquel conglomerado de satánicos. El diablo aprovechó y se puso de pie, adquiriendo un porte más digno de su nombre—. ¡Te ofrecemos a esta mujer virgen para que nos colmes de tu arcano poder!

El diablo observó con detenimiento a una chica atada en un altar negro. Esta lo observaba enfadada y una mordaza en su boca le impedía hablar. El diablo consultó los canales demoníacos, y en seguida reconoció a aquella muchacha. Era la hija del conde Rego, Lucilda, y por lo que sabía el demonio, la chica era tan virgen como frío era el infierno. El diablo se disponía a reclamar una mercancía más pura, cuando de repente, una turba de caballeros de armadura plateada, entró apresuradamente en la sala.

—¡Deteneos bellacos! La orden de nuestro señor del júbilo eterno no permitirá tamaña tropelía.
—Rápido señor —insistió un soldado—, tienen a la virginal Lucilda, tal como nos temíamos.
—¡Oh cielos! Y han invocado a un diablo. Lucilda, mi amor, no desesperes.

El diablo observaba toda la escena perplejo. Aquella situación no poseía ningún buen augurio. Él solo quería volver a casa, pero una vez invocado solo podía salir de allí bajo una serie de circunstancias, a saber: la entrega de la virgen, una desinvocación, o qué el pentagrama se desdibujara, esas eran algunas de las opciones más halagüeñas...

Los encapuchados extrajeron las espadas de sus cintos. Los caballeros se acercaron a ellos con denuedo.
—¡Por san Jorge!
—¡Por satanás!

Aquello se convirtió en una lucha encarnizada entre hermanos de una fe contra los de otra.

—Mortal —dijo el diablo en dirección al líder de la secta demoníaca—, entrégame a la muchacha o libérame.

El líder invocador asintió, pero justo en aquel momento, una flecha le atravesó la cabezota, después de eso, su cuerpo cayó pesado al suelo.

«Me cago en Lucifer», pensó el diablo, que tan solo quería volver a casa.

La lucha estuvo desequilibrada, los caballeros mejor armados y entrenados dieron buena cuenta de los encapuchados.

—Mi señor, ¿qué hacemos con el diablo? Esta ahí en medio.
—¡Presto! Traed al exorcista.

El diablo observaba la escena con postura digna, pero la preocupación le carcomía por dentro. Aquello no pintaba nada bien. Lo más gracioso de todo es que él sabía que el exorcista y Lucilda habían sido amantes, si el caballero de armadura plateada le hubiera preguntado se lo hubiera dicho. Pero... claro, ¿cómo iba a cruzar una sola palabra con él?

A todas estas, Michifuz ya había vuelto de sus aventuras. Había recorrido los alrededores de aquel templo abandonado, retozado con una gatita del lugar y tomado prestado un pastel de atún de una granja cercana. En medio de la algarabía nadie se percató de aquella pequeña sombra peluda que se escabullía entre los pies del diablo. Con su áspera lengua de minino comenzó a lamer el pentagrama del suelo pintado en tiza. El diablo observaba esperanzado las evoluciones del minino, pero le llevaría tiempo a Michifuz limpiar todo el suelo de tiza...

—Escuchad, joven caballero —dijo el diablo para atraer la atención sobre él—. Lucilda es...
—No os pertenece, señor oscuro. Es mi amada.
—No, no es eso. Es otra cosa, ella y el exorcista...
—No sigáis con vuestra ponzoña. En cuanto llegue el santo prelado vuestra existencia habrá acabado.

El exorcista poseía poco de santo prelado, según recogían los canales demoníacos. Pero el sordo caballero nunca le creería, los tontos de buenas intenciones nunca escuchan a los seres malvados, aunque estos digan la verdad. Poco importaba, lametazo tras lametazo Michifuz había ido borrando la tiza que daba forma al pentagrama. El suelo estaba limpio. El diablo podía escapar.

Todo sucedió muy rápido. El exorcista recién entraba en la sala, el caballero lo miró con orgullo, el recién llegado, por su parte, solo poseía ojos para Lucilda, la cual observaba coqueta a un apuesto soldado que le estaba cortando sus ataduras.

—Adiós, pobres mortales. Sabed que tenéis mi rencor eterno, y a algunos de vosotros os esperaré paciente en el infierno, vuestro futuro hogar.

Y entonces chascó los dedos. Los presentes se quedaron en su vulgar plano mortal y el diablo, con el enroscado Michifuz en su pierna, volvieron al hogar infernal.

../..

Era de día en el inferno, momento para irse a acostar después de aquella desastrosa noche de duro trabajo. El diablo cansado fue a la cocina a buscar un poco de pescado, pues era vegetariano, pero su sorpresa fue mayúscula. El pescado tampoco estaba. Ya sin ganas de enfadarse se preparó un pequeño batido de azufre con nueces y se sentó en un cómodo trono de pinchos y púas. En aquel momento Michifuz saltó a su regazo, comenzó a ronronear y se quedó dormido en sus piernas.

—Y ahora, ¿cómo me voy a dormir? ¡Gato del diablo! —dijo aquel pobre ser demoníaco, mientras acariciaba el pelaje de Michifuz, quien ronroneaba feliz soñando con cataratas de peces, pasteles de atún y el dominio total de la estúpida raza humana.


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


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