Es un ascensor de gran capacidad si hemos de creernos la placa estratégicamente colocada en la parte superior de la entrada. Máximo: 12 personas.
Como todas las mañanas va lleno. Es el ascensor de al lado de mi casa que me lleva directo a los andenes del metro. Delante mío hay dos mujercitas con mochilas a la espalda. Ambas se encuentran en esa extraña franja física entre la edad de la inocencia y la pubertad. Niñas bastante crecidas o jóvenes adolescentes según se mire. Ambas se miran con deleite.
-Tía, Tía, ¡ no te lo vas a creer tía !
La que chilla posee una larga cabellera castaña, y una moderna extensión de pelo lila le cuelga cercana a la oreja derecha. Sus ojos grandes brillan con las irremediables ansias de un secreto deseando salir de su boca.
Es imposible que nadie en el ascensor no haya escuchado su frase. Su amiga, más comedida, hace gestos con las manos para que baje el volumen. Parece una tarea imposible. La amiga esta tan extasiada que no ve las manos. De hecho no repara en nadie.
- El otro día me invitó. - sigue chillando la emocionada joven de la extensión lila en el pelo.
Su amiga asiente anonadada a esta última frase y se olvida también de todos nosotros. Yo miro de reojo al resto de pasajeros. Todos estamos haciendo ver que no escuchamos, pero todos nos sabemos cómplices de una escucha ilegal. La única excepción es el “chicodelosauricularesatodovolumen” que no se esta enterando de nada. Por suerte su música no es una melodía estridente, más bien suena a alguna clase de banda indie-pop inglesa tan de moda y muy adecuada para la ocasión. La musicalidad de la pieza nos acompaña con deleite, a modo de banda sonora, en esta excelente proyección en vivo. Yo por mi lado disimulo haciendo ver que leo.
- ¿ TE INVITÓ ? - ahora la que chilla sorprendida con voz estridente es la otra amiga, la que hace unos segundos pedía tranquilidad. Definitivamente se han olvidado de todos nosotros. Ahora sólo existe su mundo.
- Si, tía, si tía. - la repetición del vocablo tía posee unas místicas connotaciones juveniles que escapan de mi pobre comprensión adulta.
- Si tía. Me invitó al Bambola Sky. Y estuvimos bailando una hora.
Sigo haciendo ver que leo. Pero no he avanzado ni una sola línea. Por supuesto sigo escuchando la conversación con total interés. Con el rabillo del ojo veo a una mujer mayor con gafas redondas que no se oculta cobardemente detrás de ningún pretexto y con una mirada felina sigue todo el evento como si de una telenovela se tratase. Otra mujer, una cuarentona de pie a mi lado, intenta evitar un ligero carraspeo en su garganta.
- ¿ Y que pasó, que pasó ?
Eso nos preguntamos todos. ¿ Que pasó? Diez personas apiñadas en un ascensor enganchadas a una historia mil veces repetida de adolescentes en plena ebullición de hormonas.
- Me agarró de la cintura tía. Y nos pusimos a bailar.
La señora mayor no pierde una sola gota de ese mar de sentimientos.
La mujer de al lado mío se mueve nerviosa, ¿ Quizás esté recordando algo ?
Yo pienso que depende como se tercie puede que hasta tenga una historia robada para mi blog.
Y el “chicodelosauricularesatodovolumen”, que jamás se enterará de esta historia, sigue moviendo la cabeza al son de la magistral banda sonora de nuestra particular película en el ascensor.
Hay más pasajeros curiosos pero no me fijo en ellos.
- ¿ Y que más hizo ? - pregunta nerviosa la otra amiga.
- Seguíamos bailando tía. Y yo pensaba... pensaba... Bésame. Bésame. Bésame. Bésame.
La amiga traga nerviosa saliva. En el ascensor no existe nadie más. Para las dos amigas sólo existe la una, la otra, y la historia tejida alrededor de diez extraños.
- ¿ Y te besó ?
- Cada vez tía me agarraba más fuerte. Que guapo. Me agarraba más fuerte de la cintura.
- Pero ... ¿ y te besó ?
- Que guapo, tía. Que guapo.
- ¿ TE BESÓ ?
La amiga histérica igual que el resto del pasaje, por fin chilla. Insiste con la pregunta de la que todos, incluidos nosotros espectadores mudos, queremos saber la respuesta. La autora del evento, la que bailó en el Bámbola Sky se encuentra extasiada en su atolondramiento. No responde a la pregunta.
Y justo en ese momento, 23 segundos después de haber cerrado las puertas, el ascensor se para, y las puertas se vuelven a abrir. Hemos llegado al andén. Maldita sea. Las chicas se encuentran al fondo de la puerta, por lo que serán las últimas en salir. Pero la actriz principal, la narradora, se calla de golpe. Maldita sea de nuevo.
¿ Nos iba a dejar con la incógnita ? Después de habernos chillado y despertado con la fuerza de la juventud, ¿ ahora nos iba a dejar así ?
- NIÑA, ¿ te besó o no ?
La que habla así es la mujer mayor de gafas redondas. Sólo el “chicodelosauricularesatodovolumen” ha comenzado a salir del ascensor, completamente ajeno a toda la historia. Y como en un estudiado “fade out”, la música comienza a alejarse, como al final de una película, mientras las notas se pierden sin pausa alejándose hacia el vacío, apagándose...
Las dos chicas parecen despertar. Miran fijamente a las gafas redondas de la señora. Sus ojos están muy abiertos. Sorprendidas como si hubieran realizado alguna clase de crimen. Descubriendo por primera vez que su conversación ha sido de dominio público. La que contaba el relato, baja la cara avergonzada, sus mejillas se encienden en un suave rojo carmesí.
- NIÑA, por el amor de Dios, que tengo que ir a trabajar, responde, ¿ TE BESÓ ?
El resto de pasajeros nos hacemos los remolones. No nos movemos inmediatamente de nuestro sitio. Además la mujer mayor de las gafas redondas barra el paso, esta en medio de la puerta del ascensor impidiendo todo acceso. Pero nadie se queja. La mujer de mi lado lanza un notable carraspeo, parece un carraspeo de nerviosa excitación. Entonces miro a los ojos al resto de pasajeros. Todos expectantes. Y la música que se aleja.
- No.
Una tímida negación sale de la voz de la niña adolescente, que todavía con las mejillas carmesís, sigue con la mirada baja. Un pequeño suspiro desolado surge de alguna de aquellas gargantas que conformamos el resto de espectadores. La desilusión planea sobre nosotros.
La mujer mayor de las gafas redondas ya ha satisfecho su curiosidad, pero al igual que el resto muestra esa cara de notable desilusión. Arquea una ceja y comienza a darse la vuelta, permitiendo escapar al resto. Visiblemente nerviosos empezamos a salir del trance y del ascensor.
- Pero... - masculla una tímida voz al fondo del ascensor - ... me volvió a invitar para bailar.
Ya estoy fuera. La señora mayor de las gafas redondas se da la vuelta con violencia. El resto de pasajeros nos dispersamos. Seguimos camino a nuestros respectivos andenes aunque no tan deprisa como habitualmente lo haríamos. Esos pequeños pasos aun me permiten oír a la comprometida señora mayor de las gafas redondas decir sus últimas palabras.
- Niña, no seas tonta. Bésale tú la próxima vez.
Entro en el vagón del metro.
Me encanta que me regalen historias de vida de buena mañana.
Las puertas se cierran.
¿ FIN ?
"90% de imaginación. 10% de realidad."
SBP
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia