miƩrcoles, 27 de marzo de 2013



Saludos estimados. Mi nombre es UTLA. Y les propongo un nuevo cuento...

"Toda criatura viva merece un respeto por su vida, porque todo ser en este mundo da significado al resto de nosotros."

Ɖrase una vez, un pueblo de costa donde vivĆ­a una araƱa. Su casa, hecha con su propia tela, se escondĆ­a debajo del muelle de amarre donde los barcos fondeaban.

La entrada al puerto la presidian dos columnas. Una era un pequeƱo faro que con su luz guiaba a los barcos. La otra era una estatua con forma de leĆ³n que resguardaba los barcos de malos augurios.

Estas dos columnas protegƭan a las embarcaciones del Mar, ese gran seƱor de humor variable , que como bien conocen las gentes costeras lo mismo ofrece que arrebata, que lo mismo es amable que cruel.

Un dĆ­a la pequeƱa araƱa paseaba por su casa nerviosa ocupada en mil quehaceres. Estaba embarazada y pronto tendrĆ­a un montĆ³n de retoƱos. Como dictan las leyes aracnidas en esos Ćŗltimos dias debĆ­a alimentarse muy bien, pues su camada al nacer se alimentaria devorando su cuerpo. No, no os pensĆ©is que es algo cruel. Las araƱas llevan naciendo asĆ­ desde generaciones. Forma parte de su naturaleza y los humanos con todas sus imperfecciones y defectos para con la naturaleza no deberian despreciar esta forma de vida.

Un buen dĆ­a la pequeƱa araƱa se cayĆ³ de su tela. Al caer quedĆ³ gravemente herida. No pudiĆ©ndose apenas levantar, implorĆ³ ayuda a la estatua del leĆ³n.

- Por favor, buen leĆ³n ayĆŗdame en estos momentos tan aciagos. No por mi misma, sino por mis retoƱos, ya que si no me alimento morirĆ© y conmigo mi progenie. No permitas que suceda eso por favor buen leĆ³n.

El leĆ³n, una vieja estatua sabia, sintiĆ³ compasiĆ³n por aquel ser. El gesto aquiescente de su busto indicĆ³ a la araƱa que la ayudarĆ­a.



Ese mismo dĆ­a se presento Puckel. Un ser muy bajito. Con una gran barba entre grisĆ”cea y blanca. GruĆ±Ć³n por naturaleza y de mirada huraƱa y suspicaz. 

RecogiĆ³ con cuidado a la pequeƱa araƱa.

- ¿ Te ha enviado el leĆ³n ?

- AsĆ­ es pequeƱa araƱa. "Agratar" la estatua sabia del leĆ³n guardiĆ”n solicitĆ³ mis servicios desdichada araƱa. Puedo aliviar parte de tus males, pero no podrĆ”s volver a andar.

Puckel gruĆ±Ć³. 

- Traeme un par de moscas para poder comer, por favor. MaƱana parirƩ y necesito estar fuerte. Te lo ruego.

-  No me esta permitido cazar ni matar a animal alguno desdichada araƱa. 

- Pero siempre ha habido una araƱa en este puerto.Y debe seguir existiendo al menos una. Muchos otros nos desprecian porque nos alimentamos de otros seres. Pero nosotras solo comemos lo indispensable para sobrevivir. Eso tan solo forma parte de nuestra propia naturaleza y de nuestra importancia para el equilibrio de las cosas. Las moscas, nuestro alimento habitual, son ladronas y sucias, y aunque limpian de excrementos el mundo, si no fuera por nosotras las araƱas, la podedumbre y la enfermedad se extenderĆ­an por doquier. 

Puckel mirĆ³ fijamente a la araƱa y nuevamente gruĆ±Ć³. Dio media vuelta y sin decir nada se fue.

Al otro dĆ­a, la pequeƱa araƱa pensĆ³ que no podrĆ­a ver en su ultimo dĆ­a de vida a sus hijitos. Lo que mas le afligĆ­a era no poder alimentarles con su propio cuerpo para que se valiesen por si solos.

En aquel momento Puckel apareciĆ³ ante ella. Portaba en sus manos una docena de moscas moribundas.

- Las moscas tambiƩn entienden tu sacrificio. El equilibrio debe mantenerse. Estas moscas se sacrificarƔn para que tus retoƱos nazcan. Pero recuerda que solo uno de ellos podrƔ quedarse en este puerto.

Aunque las araƱas no pueden llorar, la pequeƱa araƱa mirĆ³ fijamente a Puckel.

- Siempre ha sido asĆ­, y asĆ­ serĆ” siempre.

Con esfuerzo se arrastrĆ³ hasta las moscas. Primero las paralizĆ³ con su veneno sin infligirles daƱo alguno, despuĆ©s devorĆ³ gran cantidad de ellas, guardando algunas otras bien envueltas en saquitos de tela que confeccionaba con hilos su propio cuerpo.

Por la noche, alumbrĆ³ a 36 araƱitas. Sus retoƱos la devoraron mientras ella los miraba con infinita ternura. DespuĆ©s de devorar a su madre, entablaron una lucha a muerte entre ellos.

Muchos murieron. 
Dos huyeron. 
Solo uno quedĆ³ a los pies de la casa de tela de araƱa amarrada en el embarcadero del puerto.

Y hasta la fecha, si tenĆ©is la inmensa suerte de pasear por esa pequeƱa poblaciĆ³n portuaria, aun podrĆ©is observar la pequeƱa tela de araƱa que aun a dĆ­a de hoy guarda el puerto... y a todos nosotros.


Cierra tus ojos, encuƩntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

jueves, 21 de marzo de 2013


"Reza el dicho que "Las desgracias nunca vienen solas." y en mi caso particular por lo visto se presentan a pares.
La sapiencia popular viene a recordarnos una vez mas que nunca apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Y no es sabio decir quien tuvo retuvo pues cuando el bien ofrendado ya no es tal, al imberbe propietario solo le queda el lamento anestesiado de la resignaciĆ³n.
Y sin Ɣnimo de parecerme a ese entraƱable personaje llamado Sancho Panza, dejarƩ de referirme sin cuerpo ni substancia a tanto refrƔn refranero y comenzarƩ el relato..."
Prefacio by SBP

Llevaba unas semanas extraƱo, con un ruido infernal. Lo abrĆ­ y examinĆ© su contenido... 
LimpiĆ© con cariƱo las pequeƱas aspas de los mĆŗltiples ventiladores. 
NingĆŗn cable suelto. Todo parecĆ­a normal. Hasta donde llegaban mis conocimientos la computadora deberĆ­a funcionar.

Sin embargo al poco rato de cobrar vida se apagaba. Resulta curioso en cierto modo comprobar que al igual que un ser vivo (¿quizĆ”s lo sea despuĆ©s de todo?), en sus Ćŗltimos dĆ­as de vida los estertores fueron mas pronunciados.

Los datos almacenados en la computadora nunca corrieron el riesgo de perderse, ya que por precauciĆ³n siempre guardo copia periĆ³dica en un dispositivo externo de almacenaje.

Finalmente, despuĆ©s de luchar contra su enfermedad durante unos dĆ­as, MuriĆ³ dignamente.

Para mi sorpresa, dos dĆ­as despuĆ©s, el libro electrĆ³nico se apagĆ³ para no volverse a encender nunca mas.

SolicitĆ© ayuda a UTLA que acudiĆ³ prestamente a inspeccionar cuanto pudiera. Pero solo pudo certificar lo que sendos soportes tĆ©cnicos corroborarĆ­an horas mas tarde.

La computadora y el libro electrĆ³nico habĆ­an fallecido.

La duda me asaltĆ³, ¿ acaso habĆ­an establecido algĆŗn vĆ­nculo  sentimentrĆ³nico ambos dispositivos ?

Fue su  fallecimiento una casualidad, o como dos modernos Romeo y Julieta cumplieron con su cometido leal de permanecer fieles el uno al otro.

Entonces recordĆ© aquellos momentos cuando los conectaba  por mediaciĆ³n de ese fĆ”lico y andrĆ³gino cable USB. ¿ fue en esos momentos cuando floreciĆ³ su amor ? ¿ puede dictar la conciencia de la humanidad de manera taxativa que no hubo reciprocidad sentimental entre los dos dispositivos ?

No creo en las casualidades, siempre lo digo. Casualidad es la palabra mƔgica que utilizamos la humanidad en esta vida para dar sentido a aquellos sucesos que no sabemos explicar.

EstƩn donde estƩn seguro que volverƔn a encontrarse en el infinito.


Esto es verdad y no miento, y como me lo contaron te lo cuento.
ColorĆ­n colorado.
UTLend.


Cierra tus ojos, encuƩntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 10 de marzo de 2013



Hola Estimados,

Me llamo UTLA y en esta ocasiĆ³n os traigo un cuento de mi cosecha con el tĆ­tulo de :
"Los cuatro pretendientes".

Ɖrase una vez, en un antiguo reino, cuando el sol aun saludaba cada maƱana a las personas y los animales no tenian miedo de los seres humanos, existia una princesa mĆ”s hermosa que ninguna.

Era una princesa especial. Su preciosa melena de oro ondulando al viento cautivaba a los niƱos. Su sonrisa especial dejaba prendado a todo hombre que la mirara. Y su extremada bondad tambien cautivaba a las mujeres y ancianos.

Un buen dĆ­a su padre, el Rey de aquel reino, la hizo llamar.

- Hija querida en el plazo de siete dƭas vendrƔn unos pretendientes. Son cuatro prƭncipes de mƔs alla de mi reino. Yo ya soy viejo y deseo ver este reino y a ti a salvo. Para ello, hija querida, con uno de ellos deberƔs casarte. Tu eligirƔs con cual de ellos.

La princesa se retirĆ³ a su habitaciĆ³n. Aquella noticia la dejĆ³ preocupada y angustiada. Ella tenia miedo a la boda. Y tampoco conocĆ­a a ninguno de aquellos principes. Durante aquellos dĆ­as estuvo patosa y extraƱa. Los que la conocian bien sabĆ­an que se encontraba preocupada.

El septimo dĆ­a, mucho antes de que los pretendientes se presentarĆ”n, su abuela se presentĆ³ en sus aposentos. Era una persona extremadamente anciana y sabia, y cuando se presentĆ³ ante ella llevaba en su hombro derecho a Avisis, su fiel Buho de plumas blancas.

- ¿ Que te sucede niƱa querida que tan atribulada andas estos dĆ­as ? ¿ Quieres hablar de ello con tu querida abuelita ?

La princesa se abrazĆ³ a su abuela y llorĆ³. Durante unas horas estuvo contandole sus pĆ©sares y sus miedos. Y sobretodo, por encima de cualquier cosa, le acabĆ³ realizando la pregunta que atenazaba a su corazĆ³n, ¿ como sabrĆ­a escoger al principe correcto ?

- Veo niƱa querida, ¡ que tambien profesas una cierta predilecciĆ³n por las aves al igual que yo !

La princesa dirigiĆ³ su mirada al patio de aves. Era un lugar tranquilo. Lleno de flores, Ć”rboles y fuentes, pero sobretodo repleto de bonitas jaulas donde reposaban centenares de aves de muchos tipos y colores.

- Para encontrar al principe adecuado querida niƱa, ¿ que mejor prueba que dejar que cuiden cada uno de ellos a tus amadas aves ?

Dicho esto, la abuela le diĆ³ un beso en la frente y marchĆ³ tranquilamente de los aposentos de la princesa.

Al atardecer, los cuatros principes llegaron por fin al castillo del Rey. Este ofreciĆ³ un gran banquete en su honor. Los cuatro principes, se presentaron y por turnos hablaron con la princesa. Todos eran muy apuestos.

El primer principe tenĆ­a mucho mĆŗsculo y fuerza. Para demostrarlo rompiĆ³ con sus propias manos una pesada mesa de madera.
El segundo principe se jactaba de poseer innumerables riquezas gracias a sus minas de oro. Para demostrarlo diĆ³ una bolsa de monedas de oro a cada comensal de aquel fastuoso banquete.
El tercero poseĆ­a una inteligencia sin parangon ya que habĆ­a estudiado muchĆ­simos volĆŗmenes. Para demostrarlo recitĆ³ de memoria las obras de mĆ”s de un centenar de autores.
El cuarto, sin embargo, no poseĆ­a ningĆŗn talento especial. BajĆ³ humildemente la mirada y con una gran sonrisa en sus labios solicitĆ³ que continuara el banquete.

Al otro dĆ­a, despuĆ©s del suntuoso banquete, la princesa acudiĆ³ a la habitacion del principe que habĆ­a demostrado mĆ”s fuerza. La princesa le rogĆ³ si seria capaz de ir a su patio de aves y cuidar de la jaula de gorriones, ya que ella debĆ­a atender un asunto de suma importancia y  no podria hacerlo.

La princesa partiĆ³ rapidamente al patio de aves, y fue directamente a esconderse a una pequeƱa torre que se encontraba en una de las esquinas de aquel patio. Como la torre era elevada desde allĆ­ podrĆ­a espiar todo lo que en el patio de aves aconteciera.

El principe que tenĆ­a tanta fuerza llegĆ³ al mediodia al patio de aves, pero aplicĆ³ demasiada fuerza intentado abrir la jaula y la rompiĆ³ en mil astillas. Los pobres gorriones murieron aplastados.

La princesa quedĆ³ muy apenada y una lagrima rodĆ³ por sus mejillas por la perdida de sus tiernos gorrioncillos.

Al dia siguiente, acudiĆ³ a la habitaciĆ³n del principe mĆ”s rico. Le rogĆ³ si podria ir al patio de aves. En esta ocasiĆ³n solicitĆ³ los cuidados para su jaula de pequeƱos cuervos negros.

De nuevo, la princesa subiĆ³ prestamente a la pequeƱa torre del patio de aves y espiĆ³ atentamente todo lo que allĆ­ iba a acontecer.

El principe rico acudiĆ³ con un criado. Le diĆ³ una moneda de oro y le ordenĆ³ que cuidara de la jaula de cuervos. Sin embargo, en cuanto el principe se marchĆ³, el criado se fue para divertirse en la taberna. De esta manera las pequeƱas aves negras murieron de hambre.

La princesa llorĆ³ por sus pequeƱos cuervos negros.

Al dĆ­a siguiente, fue al encuentro del principe mĆ”s inteligente y que leĆ­a tanto. Le rogĆ³ si podria cuidar de la jaula de alondras de su patio de aves. PusĆ³ la misma excusa que en anteriores ocasiones sobre su ausencia por un asunto importante.

Como en el resto de dƭas anteriores, la princesa se dispuso a espiar desde su pequeƱa atalaya.

El principe erudito llegĆ³ con un libro muy abultado. Como era muy temprano se puso a la sombra de un Ć”rbol y comenzĆ³ a leer el libro. DespuĆ©s de muchas pĆ”ginas se quedĆ³ dormido bajo el Ć”rbol; de esta manera no advirtiĆ³ que una pequeƱa zorra se habĆ­a introducido en la jaula de alondras. La zorra matĆ³ con sus colmillos a las aves.

Desde su pequeƱa torre, la princesa llorĆ³ por sus amadas alondras.

Un sol anunciaba un nuevo dĆ­a por el horizonte. La princesa estaba muy abatida, y ya se disponĆ­a a abandonar sus aposentos cuando el cuarto prĆ­ncipe se presentĆ³ en la habitaciĆ³n de la propia princesa. Este se inclinĆ³ ante ella y con una gran sonrisa ofreciĆ³ sus servicios para cualquier tarea que la princesa necesitase.

Esta le rogĆ³ que tenia un asunto muy importante y si por ello era tan amable de cuidar por ella su jaula de tĆ³rtolas en el patio de aves.

La princesa fue a la torre, y esperĆ³ nuevamente para observar lo que aconteciera en el patio de aves.

El prĆ­ncipe de la sonrisa especial llegĆ³ al patio de aves. AbriĆ³ lentamente la jaula de tĆ³rtolas y les arrojo con mucho cariƱo granos de trigo que llevaba en una pequeƱa bolsa. Realizado esto esperĆ³ un rato mientras vigilaba atentamente que las aves comieran el grano. Asegurado de la correcciĆ³n en su cometido marchĆ³ tranquilamente.

La princesa desde su Torre riĆ³ con un gozo incomparable al ver a sus queridas tĆ³rtolas felizmente cuidadas.

Aquella misma noche, la abuela de la princesa se presentĆ³ en su alcoba.

- Querida niƱa me ha dicho un pajarito - mirando con ternura a su querido buho Avisis - que tu padre el Rey en breve te preguntarĆ” por tu futuro marido, ¿ ya has encontrado respuesta a su pregunta ?

La princesa realizĆ³ un gentil gesto aquiescente con su carita. La abuela y la princesa se abrazaron.

Pasados uno dĆ­as, el Rey creyĆ³ oportuno celebrar un consejo donde su hija eligiera al fin al que seria su futuro marido de entre aquellos cuatro pretendientes que ansiaban su mano.

Era un dĆ­a nublado. Eso molestaba mucho al Sol, ya que cotilla de nacimiento, no podĆ­a observar con detenimiento los acontecimientos.
El Rey reuniĆ³ a la abuela, a la princesa y a los cuatro prĆ­ncipes.
Y delante de los cuatro pretendientes realizĆ³ la pregunta sobre cual de aquellos cuatro pretendientes serĆ­a su afortunado esposo.

La princesa seƱalo con su dedo al prƭncipe de la gentil sonrisa.

Aquello enfadĆ³ muchĆ­simo al resto de pretendientes, que comenzaron a proferir insultos, chanzas y a sacar sus espadas amenazando matar al prĆ­ncipe que habĆ­a escogido la princesa.
Las palabras fueron a mƔs y se enzarzaron en una terrible pelea de espadas.
La lucha era encarnizada. El prĆ­ncipe de la sonrisa gentil apenas podĆ­a defenderse superado en nĆŗmero. Al final, la lucha les condujo al patio de aves. Durante el forcejeo con las espadas la jaula de las tĆ³rtolas se rompiĆ³. Las aves, totalmente indignadas por el comportamiento de aquellos despreciables prĆ­ncipes que no habĆ­an sabido cuidar a sus hermanas, les atacaron duramente con picos y garras. Los pajaros no dudaron y se lanzaron valientemente sobre el rostro de los tres innobles prĆ­ncipes hasta dejarles completamente ciegos.

Las tĆ³rtolas solo habĆ­an perdonado la vida del prĆ­ncipe de la sonrisa gentil. Este ahora permanecĆ­a exhausto sentado en el suelo, con la espada ensangrentada y acariciando dulcemente a las tĆ³rtolas que le habĆ­an salvado la vida.

El rey con toda su guardia real, la abuela y la princesa llegaron a tiempo para ver el desenlace de la lucha.

La princesa se emocionĆ³ mucho con aquel gesto de sus aves. Entonces, completamente emocionada, se dirigiĆ³ a todas las jaulas y abriĆ³ sus puertas una por una.
Algunas aves volaron y se marcharon, pero otras muchas se quedaron en aquel patio que habĆ­a sido su hogar durante tanto tiempo.

La abuela sonriĆ³ mientras acariciaba a su querido Buho Avisis.

El Rey aplaudiĆ³ esa acciĆ³n.

Al otro dĆ­a, con la bendiciĆ³n del Sol, la princesa y el prĆ­ncipe se casaron.

Tuvieron muchos hijos y fueron muy muy muy felices durante el resto de sus dĆ­as.


Esto es verdad y no miento, y como me lo contaron te lo cuento.
ColorĆ­n colorado.
UTLend.

*NOTA*: Esta entrada esta dedicada a dos personas.La primera, mi madre por ser experta cazadora de sueƱos que no necesitĆ³ ningĆŗn libro para mostrar donde vivĆ­a la fantasĆ­a.La segunda, a esa persona loca y maravillosa de la sonrisa especial.

Cierra tus ojos, encuƩntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

martes, 5 de marzo de 2013


Si alguno de vosotros arroja una sonrisa de complicidad ante esta imagen, entonces es muy probable que podƔis saltaros este preludio e ir directamente al vƭdeo de mƔs abajo. Aunque yo, como Amo y SeƱor de este pequeƱo calabozo aquiescente os animo a que sigƔis leyendo.

Una curiosa obertura a mis extravagancias musicales.

Me remontarƩ a unas semanas atrƔs en el tiempo...
(Flashback 1)

Hace poco realicƩ sendas colaboraciones con los buenos Blogueros Mia y Javier.

En ambas ocasiones, cada uno de ellos intentĆ³ por separado y por motivos diferentes, azuzar en mi embotada mente el tan bien hallado sentido musical.

Uno propinĆ³ la temible estocada y el otro simplemente siguiĆ³ empujando.

Sin proponerselo abrieron la temida caja de pandora, el arca de la alianza y los demonios de la cueva de mefistĆ³feles todo ello junto en un cĆ³modo pack-regalo. PaguĆ© uno llĆ©vese tres.

Al escribir estas lƭneas en modo flashback, me acabo de recordar de otra pequeƱa anƩcdota de mi vida. Por lo que si me permitƭs usarƩ el gastado recurso del flashback del flashback...
(Flashback 2 - O Flashback del Flashback... suma y sigue)

En esa otra etapa de mi vida, cuando los dinosaurios se peinaban de medio lado, yo fui un gran mĆŗsico. Efectivamente asĆ­ era, tal como confirmĆ³ la siguiente conversaciĆ³n con mi querida profesora de mĆŗsica.

Mi alter ego real - ¿ SerĆ© un gran mĆŗsico ?
Profesora -  Tal como Beethoven.
Mi alter ego real - ¿ De genio ?
Profesora - No, de Sordo.

Eso fue un duro trance para mi prometedora carrera mĆŗsical.

Pero el tiempo dio inequivocamente la razĆ³n a tan sabia Profesora.

En mi caso no fui "be water my friend", si no mƔs bien "be sordous my friend".

AsĆ­ pues, con Ć”nimo de justa venganza por recordarme tan escabroso episodio de mi vida, mi maltrecha mente clamĆ³ justicia.

Ahora dejaremos estos inapetentes flashbacks al cuadrado y volveremos al presente...

Debo reconocer que Mia y Javier consiguieron el efecto deseado.
Pero no como ellos hubieran podido imaginar.
Mi vertiente mĆŗsifriki despertĆ³ en plena efervescencia juvenil desquizoide.

AMR (Aquiescentes Music Recording) os presenta esta risueƱa canciĆ³n.

De la que paguĆ© harto orgulloso dos merecidos euros (aunque solo valĆ­a uno €).

Y desde entonces hasta ahora no conseguĆ­ quitarme de mi cabeza la cancioncilla de marras.

Muy apropiada no obstante para los gƩlidos tiempos que estƔn por llegar.

Se acerca el invierno!




SBP

Cierra tus ojos, encuƩntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

viernes, 1 de marzo de 2013


Tercera colaboraciĆ³n UTLAquiana

Esta entrada es fruto de una colaboraciĆ³n UTLAquiana con el Blog

Gracias Andrea por dedicarme tu tiempo

Por favor, antes de comenzar a ojear este relato, leer el relato de Andrea.


El sistema tirĆ”nico de uno de los mundos del multiverso era inaceptable. UTLA, el ser sin rostro, convocĆ³ un consejo en UTLAND, la universidad que habĆ­a erigido ya hace tiempo en un rincĆ³n separado del espaciotiempo.

El consejo asistiĆ³ a la deliberaciĆ³n. UTLA insistiĆ³ en encabezar la rebeliĆ³n contra aquel sistema tirĆ”nico contra la libertad. Hubo algunas quejas por lo peligroso de la decisiĆ³n, pero finalmente todo el consejo accediĆ³ a que fuera.

Se llevo encima su llave espaciotemporal para poder regresar por el portal.

UTLA partiĆ³. Llevaba semanas inspeccionando aquel mundo. Las ciudades principales y sus bibliotecas que tristemente carecĆ­an de mucho volĆŗmenes  considerados peligrosos y subversivos por el gobierno. 1984, Mein Kampf, Un mundo feliz, Don quijote de la mancha, la lista seria muy larga.
No hay libro nefasto, sino personas nefastas. Solo se es realmente libre cuando uno puede escoger lo que lee, decĆ­a para sus adentros.

Desde UTLAND le enviaban a unas coordenadas preestablecidas montones de libros que ellos mismos confeccionaban en sus imprentas. UTLA comenzĆ³ a abandonar libros en espacios pĆŗblicos.
Desde lejos observaba las diferentes reacciones de las personas respecto a aquellos libros abandonados. Algunos los denunciaban a los oficiales del Departamento de Cultura y Seguridad Intelectual, otros pasaban distraĆ­damente como sin querer mirarlos, algunos pocos, con mal disimulado interĆ©s los cogĆ­an subrepticiamente y se los guardaban. Con el tiempo montĆ³ una pequeƱa red de distribuciĆ³n, promovida por ciudadanos anĆ³nimos. Todos ellos conocĆ­an de sobra  los peligros a los que se exponĆ­an.

En alguna de sus interminables rondas vio carteles con el rĆ³tulo “Personan Non Grata” y una vaga descripciĆ³n sobre el. Sus esfuerzos no estaban pasando desapercibidos. El maquiavĆ©lico gobierno habĆ­a puesto precio a su cabeza.

Pese a sus esfuerzos, UTLA seguĆ­a sin tener un claro conocimiento de las estructuras gubernamentales ni de los subterfugios que podrĆ­a realizar para abonar la semilla que habĆ­a plantado. Era realista, su simple presencia o distribuir un centenar o miles de libros no arreglarĆ­a el problema de la libertad.

El objetivo de UTLA era Ćŗnicamente iniciar el movimiento. Pero en su plan faltaba el elemento clave. Un lĆ­der local. Alguien que conociera los entresijos legales de ese mundo. No tenĆ­a que ser una persona famosa o notoria. Tampoco debĆ­a ser un maleante aunque estuviera en disposiciĆ³n de saber tratar con ellos. AdemĆ”s, deberĆ­a poseer ciertas nociones de compasiĆ³n, aquiescencia y compromiso social... ¿ donde podrĆ­a conseguir a un sujeto semejante ?

Un dĆ­a, mientras caminaba por los barrios bajos de la capital presenciĆ³ un altercado. Tres hombres discutĆ­an acaloradamente con un adolescente. MantenĆ­an que el chico estaba leyendo un libro prohibido. Este se defendĆ­a argumentando que el libro se encontraba perfectamente registrado en las listas oficiales. UTLA detectĆ³ que los tres hombres adultos querĆ­an pelea. El motivo era indiferente. Uno de ellos profiriĆ³ un fuerte manotazo al libro y este cayo de las manos del muchacho. UTLA no querĆ­a intervenir. No podĆ­a exponerse de esa manera. Pero no hizo falta. De las sombras del callejĆ³n saliĆ³ un hombre. Robusto. De mirada decidida. TumbĆ³ a los tres hombres, uno detrĆ”s de otro en una serie de fintas y golpes que solo UTLA pudo seguir. Al final, recogiĆ³ el libro, lo ojeĆ³ fugazmente y se lo devolviĆ³ a su dueƱo. El muchacho le dio las gracias. Mientras marchaba, el desconocido susurrĆ³ el inconveniente de disfrazar torpemente libros prohibidos como si fueran de curso legal. Dicho esto volviĆ³ a las sombras del callejĆ³n.

DespuĆ©s de muchas pesquisas UTLA poseĆ­a mucha informaciĆ³n sobre aquel hombre . Era un cazarrecompensas. No de estilo vocacional sino mas bien empujado por  la necesidad. Le aseguraron que era un buen profesional,  exhaustivo y arduo en el cometido de su tarea. Sobre el resto de su personalidad ya podĆ­a el mismo hacerse una idea.

Lo habĆ­a encontrado.

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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

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