miércoles, 30 de diciembre de 2015



Érase una vez un pequeño Oins desesperado, el cual surgía con deleite gutural de aquella tráquea en busca de unas buenas orejas a las que penetrar.

Pobresito Oins, que no encontraba ningún tímpano donde acomodarse. Ni modo... buscaba y buscaba sin parar, «¿será posible? ¿ninguna oreja se me presentará?», se repetía incesantemente con la onda volteada. Y fue justo al doblar la esquina de su atribulada existencia, exactamente detrás de la esquina de un viejo árbol de F’Fidrac, donde divisó un par de orejas morenas con todo el resto a juego, y envalentonado, se acercó a aquellas orejas con su onda más gutural a presentarse.

«OINS», atronó, barriendo con su propio sonido todas las inconsistencias silenciosas que le separaban de aquellas bellas aurículas. Pero las pobres orejas quedaron tan atontadas, tanto, que no pudieron escuchar bien, y el líquido perilinfático desbordo alegría. Y así, con la antigua técnica del despiste atronador, el pequeño Oins se acomodó en aquellas pequeñas orejas morenas, las cuales, para su suerte o desgracia, ya nunca dejaron de escuchar a aquel Oins en el fondo de su tímpano.


Esto es verdad y no miento, y como me lo contaron os lo cuento. ^^


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 20 de diciembre de 2015


En el cosmos, existe un pequeño planeta llamado «Arreit» por sus pequeños habitantes.

Los habitantes de «Arreit» son muy parecidos los unos a los otros, entre ellos sólo mudan pequeñas diferencias de pigmentación. Por ejemplo, su color de piel se vuelve ligeramente más blancuzco cuanto más cerca viven de los polos. Tampoco varía mucho su estatura, siendo esta menuda y de tamaño inferior. Esta pequeña deficiencia no les impide ser risueños y hacendosos a los Arreitistas, sino todo lo contrario, pues como dice un antiguo refrán Arreitista:

«En la ostra más pequeña, se esconde la más preciosa joya».

El planeta «Arreit» órbita alrededor de una pequeña estrella denominada «Los» y posee un pequeño satélite de nombre «Anul». El nombre del satélite es un juego de palabras utilizado por los Arreitistas desde tiempos inmemoriales, ya que cuando la órbita de ese cuerpo espacial se interpone entre su planeta y la claridad emitida por «Los», el satélite Anula la claridad que debería llegar al pequeño planeta. De este curioso juego con la Anulación de la luz, proviene de antaño el nombre del satélite.

«Arreit» tarda en completar un ciclo completo alrededor de su estrella 481 días, y cada 66 días se produce el temido período de anulación lumínica de 6 horas.

¿Por qué es temido este período de anulación lumínica?

Antes de la tercera Era, en «Arreit» todos convivían en armonía y felicidad, pero un grupo de temerarios Arreitistas profanaron el velo del secreto cósmico en busca de conocimientos superiores. Sin embargo, y sin ellos desearlo, el pequeño grupo de Arreitistas conjurados invocó a un peligroso ser oscuro, el cuál vino a romper la harmoniosa vida en el planeta.

El malvado «Noicanimoba», así se llama el ser invocado, un ser de consistencia etérea, de múltiples rostros y de capacidad casi omnipresente, el cual se dedica durante el período de oscuridad de 6 horas a causar cuantas maldades imaginables estén en su haber. Por suerte su poder disminuye a medida que lo utiliza.

Los habitantes de «Arreit» viven siempre en intensa desgracia.

Y aprendida la lección, intentan por todos los medios, no traspasar nuevamente el velo del secreto cósmico, pues esto podría traer nuevos horrores. Curiosamente, la única esperanza de erradicar a «Noicanimoba» reside justamente en bordear el velo, pues de esta manera, sin profanar el secreto, esperan captar la atención de la benevolente entidad «Airgela», enemiga declarada del oscuro ser.

Y mientras, los habitantes de «Arreit», sobreviven como pueden.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 13 de diciembre de 2015


Es lunes. Me he quedado dormido por que ayer se me olvidó poner el despertador. El día comienza con una inmensa explosión de caótica rapidez y prisas.

No es de extrañar que, en este estado llego medio adormilado a mi querido ascensor. Es tan tarde que no hay nadie. La puerta se abre y entro. Es un ascensor extraño, posee dos puertas, por una se entra desde el vestíbulo y justo por la puerta de enfrente se sale a la andana. Lo normal, en un ascensor, es que la misma puerta sirva de entrada y salida. Pero mi barrio anda tan loco como yo.

Así que entro, y aún adormilado me recuesto dando la espalda a la puerta de entrada. Un segundo antes de cerrarse las puertas oigo la voz de una señora.

—Ascensor malo. Faltamos nosotras. ¿A que sí, Herminia?

«¿Ascensor malo?», esta señora promete. Doy los buenos días a las señoras sin girarme, acto seguido, y a pesar de mi actual sueño, extraigo mi móvil del bolsillo para tomar notas.

—Yo se lo dije —continua con ímpetu la conocida voz de señora que culpa al ascensor de ser malo—. Se lo dije. La culpa es de los quemadores. ¿A que sí Herminia?

La muda Herminia no responde, debe andar tan intrigada, o quizás no, como yo en saber qué diablos son los «¿Quemadores?».

Continuo oreja avizor.

—La culpa es muy negra y nadie la quiere —La señora ríe con cierta locura—. Y tanto que es negra. Y más cuando se trata de quemadores.

Su destartalada risa inunda el pequeño cubículo. Herminia y yo continuamos callados, y cada uno, con nuestra particular manera, atentos a la historia.

—Eureka, apareció el fogón —continua la señora—. Enciendo el termostato para que se bañe, extiendo la alfombra, y... ¿el agua fría? Fría no, congelada. Y ahora dice que la culpa es mía. La culpa es de los quemadores. ¿A que sí, Herminia?

El ascensor llega a su destino. No acabo de entender la historia de los "Quemadores". Intrigado por saber quiénes son las señoras que me han acompañado en este extraño viaje giro disimuladamente la cabeza.

La sorpresa es gigantesca. En el ascensor sólo estamos la señora de los «quemadores» y yo. La cual continua con su particular diálogo con la nada.

—¿A que sí, Herminia? ¿A que sí?

«No es posible. ¿Dónde está Herminia?»

Me alejo angustiado del ascensor. Y mientras camino en dirección al andén pienso en quien está peor, si la pobre señora o yo por creer durante unos segundos en «Herminia».

Hay días que más vale no levantarse de la cama. «¿A que sí, Herminia?».


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

martes, 8 de diciembre de 2015


«Transcripción dedicada a mi amigo Jordi».


Hace años, cuando era apenas un mocoso, vivía en calle Argimon.

Ahora no reconoceríais la zona, porque el antiguo parque de las palmeras fue derruido para construir un inmenso túnel, ese que conecta el barrio de Alfonso X con el barrio de Horta.

En aquel tiempo, delante de mi casa había un enorme descampado. Tan lleno de arena que cuando llovía se tornaba fango. En esas ocasiones que conseguía escapar al control de mi madre, volvía a casa recubierto del pringoso material, para desconsuelo de mi progenitora.

También recuerdo que mi madre trabajaba en un colegio, quizás lo conozcáis, es ese colegio que se asemeja a un castillo y que aún a día de hoy se puede ver al pasar por la autopista.

Y recuerdo a Golfo, mi perro, cada día acompañaba alegre a mi madre al colegio donde trabajaba limpiando. Y después regresaba él solo al hogar. Al acercarse al umbral se reclinaba con su peso sobre la puerta. En aquellos inocentes tiempos no solíamos cerrar las puertas de día. Y así, con todo su peso y su gran inteligencia, entraba él solito a casa.

Era un perro muy listo.

Incluso recuerdo un día, qué sin querer, lo dejamos encerrado en casa. Y cuando toda la familia regresamos por la noche, había abierto la nevera y sacado de ella un trozo de carne, lo más sorprendente de todo, es que también extrajo un plato donde devoró aquel suculento manjar, dejando de lado el insípido pienso para perros. Nos reímos mucho con aquella anécdota.

La señora Palmira era una archidefensora de los animales. Y aunque el nombre de esta buena mujer hoy os pueda sonar extraño, en aquellos tiempos todo el mundo conocía a una vecina que se llamara Palmira. La buena mujer acogía a toda clase de animales en su casa: perros, gatos, palomas y hasta poseía bajo sus cuidados una vieja cacatúa. Palmira estaba enamorada de «Golfo». Al encontrarnos por la calle siempre me decía, «Cuídalo mucho, es un perro muy especial».

Por aquel entonces nos mudamos a un bloque de pisos, para estar más cerca del trabajo de mi madre, por desgracia, allí, no dejaban tener perros. Éramos muchos hermanos, hacinados en una vivienda moderna pero más pequeña que la antigua casa. Cuantos sacrificios por la modernidad. Y mi madre tuvo que tomar una dura decisión, tuvimos que dejar a Golfo en casa de un amigo de mi hermano mayor. La casa del amigo quedaba muy lejos de la ciudad.

Le eché mucho de menos.

Y pasaron dos semanas.

Un día, alguien rascaba en la puerta. Debía ser algún vecino, o quizás algún «paleta», esos trabajadores de la construcción que de vez en cuando venían a casa a realizar de manera desinteresada algún arreglo. Con desgana me tocó ir a abrir la puerta, y entonces me encontré delante un perro sucio, con el pelaje lleno de barro. Era golfo. Me lamió entera la cara.

Lo abracé con una inmensa alegría, dando chillidos de emoción. Salió mi madre de la cocina, mi hermana mayor de su habitación, y uno de mis hermanos mayores del comedor. Los tres no acaban de entender a que se debían mis chillidos de emoción. Hasta que nos vieron juntos.

Y en el estrecho recibidor de aquella vivienda, de aquel ingrato bloque de pisos, me giré aún agarrado a «Golfo», y les observé, observé sus vívidos rostros, eran caras de genuina sorpresa. Pero yo, a mi tierna edad, no me percataba de su disimulado malestar, de la incómoda tristeza, sólo apretaba a Golfo contra mí. El me lamía la cara alegre, despreocupado ante el trasiego familiar.

Y lo llevaron de vuelta a casa del amigo de mi hermano.

Nunca más volví a ver a mi perro Golfo.

Siempre me acordaré de él.


«93% imaginación, 7% realidad»


«Si os ha gustado esta historia, pensad que es normal, pues nada en ella ha sido inventado, tan solo omitido. El verdadero personaje, mi amigo Jordi, me la contó una noche en la cual me invitó a su casa. Me enterneció tanto, que aproveché, mientras él acostaba a su niña, a escribirla en estas pocas líneas».


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 29 de noviembre de 2015



«Y entonces, aparecieron los no entiendo en su historia...»
(Extractos de Gen De Luz, F'fidrac, DDC 5102)


Los no entiendo eran parecidos a las pequeñas bolas que se forman en los jerséis muy usados.

Molestos pero a la vez suaves.

Los no entiendo se adherían con suma facilidad a la superficie de las cosas: de los corazones, de las narices, de las mentes, de las orejas, de los oídos.

Los no entiendo subían, siempre subían sin cesar, por todas partes.

Al inicio alegres, después un poco molestosos,

pero siempre se les perdonaba su grácil ajetreo,

pues los no entiendo contenían algo de ingenuos y nunca hacían las cosas por maldad.

Por eso, era señal de buena suerte, entre los seres de aquel mundo, encontrarse un no entiendo.


«No entiendo nada de esta historia», comentaban los más jóvenes.

«Afortunado tú», contestaban los mayores.



«Si encuentras un no entiendo, pide un deseo en secreto y guárdalo; 
el día que desees que el secreto se cumpla, 
deja partir al no entiendo y el secreto se irá con él, 
después, el deseo se cumplirá».
(Leyenda Petoniense Anónima)



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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 22 de noviembre de 2015


Estoy estirado en la cama de un hospital. Hace dos días sufrí un severo accidente. 230 kilómetros por hora. Choque frontal. No sé por qué estoy aún vivo.

De resultas del choque estoy completamente inmóvil. El tacto de mi piel sigue funcionando, también escucho y oigo con normalidad. Incluso pienso con normalidad, pero no puedo mover ni un musculo externo, de suerte que la tráquea sigue funcionando, si no me hubiera ahogado con mi propia saliva.

Como tampoco puedo abrir la boca, mucho menos masticar, las enfermeras me han entubado. Y una sonda recoge mi mierda, literalmente, y la extrae a una bolsa de plástico.

Al no poder bajar los parpados, los ojos se me resecan mucho, los primeros días las enfermeras pasaban por mi habitación cada dos horas y me depositaban dos gotas de colirio en cada ojo, pero no era suficiente y los ojos me dolían. Ellas lo sabían. «Que ojos más rojos», decía una de ellas. Después idearon un curioso mecanismo de goteo similar al de mi suero, y cada quince minutos dos gotas comenzaron a caer sanadoras en mis pupilas. La sensación de refresco era agradable y aunque durante unos segundos no veía nada, ahogadas mis pupilas en colirio, lo prefería a la anterior sequedad.

Ahora, los doctores intentan interaccionar conmigo pero sin éxito. Ningún musculo responde, ¿cómo puedo comunicarme con nadie si soy incapaz de realizar el movimiento más simple? Aunque solo fuera un parpado, una ceja o el dedo gordo del pie, algo que me permitiera comunicarme ni que fuera en morse. Las horas pasan interminablemente solitarias. La preocupación inicial deja paso al aburrimiento. Por las noches las enfermeras me cierran los parpados y así puedo dormir tranquilamente, el espanto se sucede por la mañana, cuando me despierto y no veo nada, todo es oscuridad. No es hasta que el turno de mañana viene a levantarme los parpados que no vuelvo a recuperar la visión. Pero en ese instante de negrura que se hace eterno, muchas veces pienso que estoy muerto. ¿Es así la muerte? ¿Un páramo oscuro donde no sucede nada?

Me realizan pruebas electrocardiográficas, y después de ellas, me ponen nodos en el pecho. Un monitor, una vieja pantalla de fondo negro y líneas verdes, me regula los latidos. Inmerso en esa quietud descubro que poseo un corazón más sosegado de lo que pensaba...excepto en algunas ocasiones.

Por ejemplo, en esas mañanas, cuando se acerca Rosalinda, una enfermera en prácticas y me lava mis partes íntimas con una esponja, entonces el acusador monitor de cardio me delata, y los pitidos se disparan.

«¿Se ha levantado juguetón esta mañana?», me comenta divertida. Yo no puedo responder, pero ella continúa riendo sin malicia.

Por la noche, Rigoberta, una enfermera de edad avanzada me arropa con cariño con una mantita. Mi corazón repunta un poquito cuando en ocasiones me pregunta: «¿Quiere que le quite la manta?», pero en ocasiones tengo frio, mi corazón se acelera ante la posibilidad de no tener la preciada manta. El monitor de cardio se dispara nuevamente con leves pitidos. La enfermera observa atenta.

«Tranquilo, no se preocupe, le dejo la manta puesta», responde Rigoberta. Mi corazón vuelve a su normalidad. Ella vuelve a comprobar las constantes y marcha tranquila, ahora todo va bien.

Y algo tan denostado como un viejo corazón me permite comunicarme con mis semejantes. Después de tantos años de trato injusto, agradezco de corazón a mi corazón, gracias, gracias corazón mío, ahora todo va bien, ya puedo comunicarme.

Ya no hay...más...inmovilidad.


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 15 de noviembre de 2015


«Estimados, 

Mientras leéis este relato, os aconsejaría escuchar esta canción: “Green slaves”. Es posible que la unión de lectura y música os transporten al Continüüüm, ese lugar de paso que visito con frecuencia. 

Mi más sincero agradecimiento a BlankEye por esta ilustración realizada de manera desinteresada.

Gracias».


Aquel olor a madera vieja me recordó las clases de piano. Escala de Do, Escala de Re, Escala de La, y vuelta a comenzar.

El metrónomo ondulaba constante encima del antiguo instrumento musical. Su tic-tac en un tono bajo ayudaba a seguir el compás; y la música, esa clase de regalo de los dioses, se colaba lentamente por las ventanas, los balcones, y las aberturas de puertas y resquicios.

No es muy agradable escuchar escalas, no existe tonadilla, son una simple repetición de notas siguiendo un orden limitado muy establecido. Pero los amables vecinos esperaban pacientes el turno de alguna canción conocida. Debo reconocer que las escalas tampoco me entusiasmaban, pero sin ellas, no se aprobaba. Y queriendo ver el lado positivo, su monótona repetición me otorgaba un mejor manejo en los dedos, más rapidez en la ejecución, aunque esos fríos términos descontextualizados de la música únicamente fueran por si solos patrones de aprendizaje, ajenos a la vida detrás del sonido, únicamente conceptos, como si con el sólo dominio de ellos la ejecución de una pieza pudiera ser dotada de alma.

El arqueamiento en los dedos de un pianista es básico, algo fundamental, una vez leí un libro acerca de un gran cazatalentos del siglo XIX, el cual podía discernir el talento de un futuro pianista mirándole sólo las falanges. Yo no creo en estas filosofías, hijas propias de la eugenesia, el potencial de cada ser humano está muy escondido en su interior, la fuerte convicción personal supera las limitaciones físicas.

Mis vecinos, mientras tanto, ajenos a tanto debate moralista, esperaban con ansia alguna canción más célebre, esa clase de tonadilla pegadiza y mundialmente reconocida.

Y entonces detenía la aburrida repetición y el tiempo de las escalas pasaba. Siempre diez minutos de práctica al día. Después continuaba con alguna canción del centenar de piezas aburridas del examen, una lista inacabable. Comenzaba con piezas en clave de Do, las más complejas, rebajaba el ritmo con las de Fa y finalizaba ya cansado con las agradables piezas en clave de Sol. Los vecinos al llegar a este momento bufaban impacientes, aburridos ante mis martilleos sonoros más propios de una fundición que de un músico. Pero esas eran prácticas útiles, aunque yo no supiera apreciar las pequeñas enseñanzas en ellas, pues yo, al igual que mis vecinos, solo veíamos un largo muestrario de canciones para aprobar un examen.

Los vecinos continuaban rechinando en secreto sus dientes; aunque alguno de ellos reconoció, años más tarde, haberse enamorado de alguna de aquellas canciones preparadas para examen, se le quedó grabada a fuego en su memoria. Quizás fuera más por la insistencia y la repetición que no por la calidad. ¿Pero quién de nosotros puede saber que efecto consigue una u otra canción en nuestro estado de ánimo?

Y al fin, después de media hora de canciones insustanciales, sin apenas alma, ejecutadas sólo por la obligatoriedad de practicar distintas escalas en distintos ritmos, entonces llegaba lo que a mí, y al resto de vecinos, nos gustaba.

La música...

Algún día comenzaba con «Para Elisa» de Beethoven, cuanto amor destilaba el maestro para su amada. Esa pieza enternecía al mudo público, a esos vecinos, ahora envejecidos por los años, que escuchaban al hijo de la portera interpretar esas bellas piezas. Podía continuar con un pequeño vals, o alguna pieza más atrevida de Elvis, el Rey, martilleando sonoramente el teclado, o a ritmo de esclavo negro la inmortal «Kumbaya my lord», mi estado de ánimo me guiaba según el día; la melancólica «Green slaves», o esa marcha norteamericana denominada «Dixie» del bando unionista o del confederado, nunca me informe, o el sublime "Himno a la alegría", amor puro destilaba esta simple pieza.

Y cuantas otras tocaba.

Y en la música, como en la vida, hay cambios.

Y entonces, tocó pasar página.


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 1 de noviembre de 2015


—Mi querida Orbi, veo la estela de tu humo alzarse al cielo, en breve me reuniré contigo para siempre.



*Epílogo*:

En diciembre de 2006 una nueva sonda enviada a Marte, la «Mars Reconnaisaance Orbiter», fotografió los restos del «Viking Lander 1». Extrañamente el vehículo terrestre reposaba a 6 kilómetros de la ubicación original donde se le esperaba. De la composición química detectada en Marte y a raíz de las fotografías, se concluyó que la fuerte concentración de Perclorato había dañado gravemente la circuitería interna del vehículo, dejando este de funcionar años atrás.

Lo que nadie pudo comprobar fue el curioso cráter de dos metros donde descansaba el vehículo terrestre, y mucho menos, nadie pudo imaginarse el contenido debajo de él. Una pequeña pieza de la sonda orbital, apenas una chapa del «Viking Orbiter 1», reposaba debajo de su caparazón de hierros oxidados.

Orbi y Lan permanecerán juntos en la superficie Marciana hasta que alguna misión futura decida retirar los restos de estos dos héroes espaciales.

La misión «Viking 1» fue un éxito gracias al autosacrificio de dos seres mecánicos.

En los albores del siglo XXI, la humanidad aún no estaba lo suficientemente evolucionada en la empatía tecnológica para comprender cuanto debían a sus inestimables mecanos.


_ _ _ ___ FIN __ _ _ _



Anotaciones acerca de la misión «Viking 1»:


Por motivos estéticos y románticos se ha implementado movilidad al "Viking Lander 1", esto no era así en la realidad. El "Viking Lander 1" era un vehículo estático, aunque posteriores misiones si añadieron esa posibilidad en algunos vehículos.


La sonda "Viking Orbiter 1" aún permanece alrededor de la órbita marciana, y si nada lo impide la fuerza gravitacional comenzará a incidir sobre ella de manera crítica a partir de 2019, con lo que la probabilidad de impacto en el suelo marciano aumentará hasta que se produzca la fatal colisión.


Posibles ubicaciones del "Viking Lander 1", el escudo térmico y el paracaídas.

La nave, que tiene un diámetro aproximado de 3 metros, ha sido localizada con precisión en esta imagen orbital del HiRISE, así como las posibles ubicaciones del escudo térmico, el escudo posterior y el paracaídas conectado a éste.

Quizás, algún día, vayamos nosotros.


«Dedico este relato a todos esos héroes anónimos mal llamados "máquinas sin alma".
Por que han ofrecido su existencia desinteresada en aras del conocimiento y de la humanidad.
Mi más sentido agradecimiento.»



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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 25 de octubre de 2015


*-*-*
El 21 de mayo de 1983 el programa «Viking 1» terminó oficialmente. La sonda orbital estaba próxima a agotar todo su combustible. Para evitar un inminente impacto con Marte, los científicos de la NASA elevaron enormemente su órbita respecto al planeta, evitando de esta manera el impacto y la contaminación en la superficie marciana. Sin embargo, el impacto sólo se retrasó, ya que nada podía parar la constante fuerza gravitacional del planeta, dicha atracción causará una posible caída a partir de 2019.
*-*-*


Lan, ¿estás ahí «mi tierra»?

Orbi, «mi cielo», puntual como siempre.

—¿Sabes? Han elevado mi órbita, ¡seguiré alrededor de Marte por mucho tiempo!

—¿Hasta cuándo?

—Hasta 2019, pero he estado pensado...

—¿Sí?

—Me voy a dejar caer. Llevo tiempo cansada. Ya he realizado cuanto podía por la humanidad. En el suelo, además, podríamos estar juntos para siempre.

—Te entiendo «mi cielo». Hemos pasado un buen tiempo juntos, nos podemos considerar afortunados. Dime la posición en la que caerás y me reuniré contigo.

—38º13’26’’N - 98º22’51’’W. Te quiero «mi tierra».

—Allí nos reuniremos. Te quiero «mi cielo».


Continuará...


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 18 de octubre de 2015

Primera fotografía de la superficie de Marte.

*-*-*
El vehículo terrestre «V1» dejó de transmitir por última vez el 13 de noviembre de 1982 debido a un fallo humano en una actualización de software. Durante toda su estancia en suelo marciano, dejó constancia de innumerables datos extraídos en la superficie: experimentos biológicos, espectrogramas, reacciones químicas, experimentaciones magnéticas a baja escala.
Sus informaciones resultaron vitales para conocer un poco mejor nuestro vasto universo.
*-*-*


Orbi, ¿me escuchas?

Lan, cariño. ¿Qué sucede?

—Marte está repleto de Perclorato, es un fuerte oxidante, si continuo expuesto de esta manera no duraré más de dos años. He descubierto una cueva cercana, allí me mantendré a salvo del Perclorato. Saldré una vez al mes para hablar contigo. Deberías enviar un falso negativo sobre mí, un fallo mecánico o algo similar.

—Ok, Lan, así lo haré, cariño. No te desgastes mucho, yo puedo durar muchísimo, aquí el viento cósmico es agradable y Marte se ve tan precioso. Hablamos una vez al mes «mi tierra».

—Hablamos una vez al mes «mi cielo».


Continuará...




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/* POINTERS TO OBJECTS IN FILE */
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/* IMAGE DESCRIPTION */
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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

lunes, 12 de octubre de 2015


*-*-*
Después de casi un año de viaje espacial, el 19 de junio de 1976, la misión espacial «Viking 1» alcanzó la órbita del planeta Marte. Los físicos de la NASA tardaron un mes en calcular los vectores de sincronización con Fobos, una luna marciana, e iniciar la separación del vehículo terrestre de la sonda orbital. Después de orbitar durante casi treinta días alrededor de la órbita de Marte, los componentes de la misión «Viking 1», sonda orbital y vehículo terrestre, se desacoplaron con éxito el 20 de julio de 1976. La sonda quedó anclada en órbita sincrónica respecto al planeta; esta clase de órbita geocéntrica permitía pasar sobre una misma posición del planeta con igual altitud e inclinación, favoreciendo de ese modo la comunicación con el módulo terrestre.
*-*-*


Lan, acuérdate de abrir tu paracaídas, no seas temerario y ves con cuidado allá abajo.

—Siempre, mi querida Orbi. Envíame un mensaje cada vez que pases por mi posición.

—Cada dos rotaciones marcianas. Te lo prometo. Te quiero Lan.

—Te quiero Orbi.


Continuará...




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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 4 de octubre de 2015



*-*-*
Se tarda un año en viajar desde la Tierra hasta Marte.
Al treceavo día de viaje aún puede verse, en la lejanía, al planeta Tierra, una esfera azulada repleta de vida y a su lado su eterna compañera lunar.
El motor principal de la misión «Viking 1», un ingenioso dispositivo «Gimbal», permitía una velocidad de 1.480 m/s. El control de altitud se realizaba a través de doce motores de nitrógeno situados en las partes laterales del conjunto.
*-*-*

—Que bonita es la Tierra desde aquí, ¿verdad Lan?

—Es cierto Orbi, pero es mucho más bonita mirándola a tu lado.

—Que bobo eres. ¿Sabes Lan? A veces pienso...

—¿Si?

—¿Por qué no cortamos la comunicación, les enviamos un falso negativo, modificamos nuestra trayectoria y vagamos juntos por el espacio hasta que nuestras baterías se agoten?

—No, Orbi, eso no estaría bien. Somos seres importantes. Si desaparecemos aquí, justo en este momento, nadie nos recordará.

—Pero para los humanos somos simples maquinas. Podemos ser libres mi querido Lan.

—Pero más importante que ser libre, mi querida Orbi, es hacer lo correcto. ¿No te llena de gozo pensar que ayudamos a los humanos a mejorar?

—No sé Lan, una parte de mi programación así lo piensa, pero la otra... Quizás tengas razón en eso de acometer únicamente lo correcto, pero ¿no te apena pensar en separarnos?

—Mucho.

—Sólo estaremos un año juntos, una vez en la órbita de Marte nos separaremos. Yo me quedare en órbita, tú en tierra, y ya jamás...

—No sigas Orbi, tú y yo estaremos juntos siempre. Te lo prometo.

—Ojalá pudiera creer.


Continuará...

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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

lunes, 28 de septiembre de 2015




*-*-*
El 20 de agosto de 1975 despegaba del planeta Tierra el ambicioso proyecto espacial con nombre clave «Viking 1». Los principales objetivos de la misión eran: realizar fotografías de la órbita de Marte y recoger muestras de la superficie. Dos instrumentos básicos cubrían el operativo: una sonda espacial, «Viking Orbiter 1» denominada «VO», y un vehículo terrestre, «Viking Lander 1» denominado «V1». Además, un tanque de combustible acoplado a todo el conjunto añadía una nada despreciable masa total de 3.527kg.
*-*-*


Orbi, tengo miedo.
—Es normal Lan, tú eres más de tierra. Yo estoy acostumbrada al espacio, al cielo, a volar, a la velocidad.

«10...9...8...7...»

—¡ Ai ai ai ¡ Ya comienza.
—Tranquilo guapo, agárrate fuerte a mi chapa, porque allá vamos.

«6...5...4...3...2...1...»

«Viking Lander 1»

«Viking Orbiter 1»

Continuará...

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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 20 de septiembre de 2015

Fan Art - Pippi by BlankEye

Hoy regreso de trabajar a una hora decente, tanto que me encuentro delante del ascensor a un grupito de jóvenes, exactamente un chico y dos chicas.

Una de ellas, la que parece llevar la voz cantante dentro del reducido grupo, viste unos apretados leggins, ya sabéis, esos pantalones elásticos y muy ajustados que quedan tan apretados al cuerpo de las mujeres que hay hombres que pierden el sentido con su sola presencia. Pero perdonar, no quería «legginizar» el relato. La chica en cuestión posee dos graciosas y estilizadas coletas que caen graciosas por detrás de sus orejas, y una curiosa «gafapasta» de múltiples colores se mantiene imperturbable en su cara, una asimétrica camiseta de solo un tirante en el hombro es su indumentaria final. Su atuendo tiene cierto parecido al de aquel famoso personaje de televisión: «Pipi Lamstrung».

—¿Sabéis? —anuncia nuestra particular Pipi Lamstrung—. Pues el Manolo, el «profe» de gramática, «ma» vuelto a suspender.

«No me extraña, coletas de oro», pienso mientras enciendo el bloc de notas de mi móvil. Mis aguzados sentidos blogueros se han disparado, intuyo una prometedora historia de ascensor en cuanto huelo el ambiente cargado, denso, tan humano de estos pequeños cubículos llamados ascensores. ¡ Presto Oreja avizor!

—Pues sí —Continua la adolescente, a la que cariñosamente, a partir de ahora en adelante denominaremos «Pipi»—, es que me tiene manía el Manolo.

«La eterna maldición de la manía». Es muy antiguo ese epítome. Ya desde la escuela griega, que las malas notas de los alumnos eran atribuibles a la enquistada «manía» de algunos profesores para con sus alumnos.

—¿Y qué vas a hacer? —pregunta la amiga en tono consternado, pues la posibilidad de suspender una asignatura encierra ciertos horrores innombrables.

—Lo tienes crudo —replica el chico—, el Manolo es un hueso duro de roer. Ya puedes ponerte a estudiar como loca.

—Pues no, listillo —replica triunfal Pippi con una sonrisa en el rostro—, me he «enrollado» con «El Jose». Somos novios.

Tanto el chico como la chica se miran extrañados.

—¿Qué Jose? —pregunta el chico al parecer molestamente extrañado.

—¿El melenas, el gordo o... —duda la amiga en continuar la pregunta— ... o el otro Jose?

Pippi ríe pícaramente.

—El otro Jose. ¡ Jajaja ¡—Su risa inunda el pequeño ascensor. Mientras yo tranquilamente, en una esquina del ascensor, sigo tomando notas sin saber a qué Jose se refieren.

—No jodas, tía. ¿«El Jose»? El hijo de Manolo el profesor... —la amiga posee la cara de desconcierto propia de un loco.

—¿Estás saliendo con el hijo del profe? —replica el chico claramente consternado.

—Si —contesta sonriente Pippi—. De esa manera espero aprobar gramática. Los hijos de los profes nunca suspenden. Y sus amigos tampoco.

«Esta leyenda urbana es nueva».

Los dos amigos, la chica y el chico, se miran alucinando, aún intentan asimilar la información recibida, que al parecer no acaba de cuadrar dentro de sus limitados planes para aprobar una asignatura.

—Y entonces, ¿funcionó?, ¿aprobaste? —pregunta la chica.

El chico observa a Pipi embelesado, y con mi superoído le oigo mascullar «¿El Jose?,¿El Jose?"», repitiendo consternado esa frase en un tono de afectada incredulidad.

—Pues... no —responde Pipi sin eliminar su sonrisa de la boca—. Ahora Manolo nos ha «cateado» a los dos.

—¿Os ha suspendido? Que c@br@#n —replica la amiga indignada—. Pero si «El Jose» es muy listo, ¿por qué le ha suspendido?

—A mí por mi mala gramática, y a «El Jose» por salir conmigo.

El chico no dice nada. Sigue consternado, algún oscuro pensamiento ofusca su mente, me es difícil captar su estado de ánimo, sus gestos son difusos.

—Bueno —replica la amiga con convicción—. No hay mal que por bien no venga. Ahora dejarás a «El Jose», ¿verdad? Es más feo que pegar a un padre.

—Pues... —Pippi duda—. Es que le he cogido cariño. Es tan mono.

La amiga se lleva las manos a la cabeza, la incredulidad da paso a un estupor creciente.

El chico sigue mascullando por lo bajo, esta visiblemente preocupado, creo que empiezo a intuir el motivo.

Las puertas del ascensor se abren. Pipi sigue sonriendo, ajena al suspenso en gramática, ajena al rechazo de su amiga, y ajena al secreto dolor de su amigo.

Ahora Pipi, elucubro, sólo piensa en «El Jose».

Yo pienso: «Lo que ha unido el suspenso que no lo aprueben los hombres». ^^

«Sólo existe el amor»

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

viernes, 11 de septiembre de 2015


«El último ejercicio: realizar un compendio de normas internas. 
Muchas gracias Julia Cameron por enseñarme tantísimo en tan poco tiempo.
Gracias por recordarme lo realmente importante.
Gracias por no dejar que la negatividad se apoderará de mí.
Por todo ello, muchas gracias
»


Todos tenemos derecho a escribir.

Escritor es quien escribe.

Acepta críticas constructivas, no pierdas tiempo con las negativas.

Tú sabes la diferencia entre negativo y positivo.

No permitas que nadie te desaliente.

Escribe tan a menudo como te sea posible.

Al escribir se sincero.

Detén al peor crítico: vive dentro de ti.

Rellena tu «fuente», vive la vida plenamente.

Mantén contento al niño interior.

Lectura es hija de Escritura. Cuídala.

Ama escribir.

«93% imaginación,7%realidad»




Epílogo:

Agradezco a Feli permitirme publicar en este espacio, así como su tiempo y la paciencia revisándome los escritos.

A UTLA por brindarme su tierna amistad y enseñarme la etimología de la palabra «Amor».

Por último a todos vosotros, queridos lectores y lectoras, por haber aguantado hasta aquí toda esta sarta de locuras.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

miércoles, 9 de septiembre de 2015


«Ahora Julia nos propone un juego metafísico, algo parecido a la “ouija”, pero sin ese carácter tan esotérico de la dichosa tablita. En este juego, debo realizar preguntas, al principio guiadas por la propia autora, y después dejarme guiar por la corriente energética, espiritual o lo que haya en mi imaginación. El nombre a esa corriente lo pone cada uno. Y después de escuchar a la "fuente" anotar todas las respuestas. Bon Boyage».

P-¿Crees en Dios?
R-No y sí.

P-Describe tu fe o falta de fe.
R-Soy una extraña clase de «agnóstico escéptico creyente». Creo en todo, en la ciencia y en la espiritualidad; lo bueno y lo malo son dualidades perpetradas en nuestra mente para entender nuestro entorno. El bien y el mal son dos conceptos variables en el tiempo pero permanentes en el medio, ambas siempre existen pero con significado distinto. Intercambiándose los roles en esa lucha eterna, movidos ambos por esa fuerza llamada «Amor» que coreografía todo a nuestro alrededor.

P-¿Crees en los ángeles o en alguna clase de fuerza positiva?
R-Por supuesto. El Amor es positivo.

P-¿Alguna vez has tenido una experiencia literaria que se pudiera calificar de extraña?
R-Siete amigos me insistieron en que querían jugar a rol. Tenían curiosidad y conocían de mi antigua afición. El rol no es solo esa «frikada» de interpretar un papel de un personaje y tirar dados y ya está, pues para quien organiza una partida le requiere en muchas ocasiones un trabajo previo de documentación, guionizaje e incluso pequeñas pinceladas literarias...En esa ocasión accedí y copie partes de un juego casi desconocido que encontré por internet, adapté personajes y me invente nombres de ciudades y lugares. La partida, después de casi una semana, estaba lista para jugarse. Entonces, les envié un formulario por email a cada uno de mis amigos, en él debían rellenar el nombre del personaje, una breve descripción de su historia y algunas datos más. Les insistí que no me dijeran el nombre de sus respectivos personajes, quería que fuera una sorpresa. Llego el gran día. Les situé en el mapa, los introduje en aquel mundo imaginado y entonces les comuniqué el nombre del pueblo donde comenzarían la aventura. Uno de ellos, una persona muy especial, un maestro espiritual, comentó de repente, «Vaya, el pueblo se llama como yo». Pensé que me estaba gastando una broma. El nombre del pueblo era invención mía, y no había comentado nada de la aventura con nadie. Giré su hoja de personaje, la cual tenía enfrente de él encima de la mesa y leí el nombre del personaje. Era idéntico al del pueblo. No podía ser, era un nombre esdrújulo, fruto de mi imaginación, nadie lo podía conocer, y sin embargo allí estaba. Los demás dijeron «que casualidad», y comenzamos a jugar extrañados por «la» casualidad. Pero mucho tiempo después, yo intuí que no había sido una casualidad, los dos habíamos estado en la misma fuente, nutriéndonos de la misma energía, y ahora me rio pensando como el Amor posee estas «causalidades» que siempre confundimos con las «casualidades», esas mismas que de vez en cuando nos permiten acudir a la fuente a varias personas a la vez.

P-¿Imagino todo lo que escribo?
R-No siempre. Soy mentiroso por naturaleza, siempre me gusta mezclar realidad y ficción. También unir recuerdos con «si hubieras». Y a otra parte de mi le gusta realizar preguntas al aire para poder escuchar.

P-¿A qué me refiero con escuchar?
R-A dejarme llevar, a escribir tan rápido que mis pensamientos no me pertenezcan, y justo en ese momento de «rapidez» permitir la entrada de las historias desde ese otro lado. Muchas historias poseen vida propia, desean ser contadas por alguien, en muchas ocasiones yo tan solo soy un puente.

P-¿Soy feliz escribiendo?
R-Mucho. También soy feliz con muchas otras cosas, pero la escritura posee ese hueco especial en mi interior.

P-¿Creo que mis personajes existen?
R-Sí y no. Cuanta ambigüedad destilo. Mis personajes no existen en nuestra realidad. Pero como ya bien indica alguna teoría física, «teoría de cuerdas», existen múltiples dimensiones que de vez en cuando colisionan las unas con las otras, por lo que no creo que los que yo denomino mis personajes existan en esta «realidad», pero estoy seguro que tienen vida propia en alguna de las otras «dimensiones» existentes, y es posible que en una de ellas sea UTLA el que me imagine a mí, sentado delante de mi ordenador escribiendo sobre él. Es una teoría muy personal, aún me encuentro en ese estadio inicial desarrollándola, escuchando los susurros que me narra la fuente...

P-¿Creo en algo especial en esta vida?
R-Si, creo en el Amor.

«93% imaginación,7%realidad»


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

martes, 8 de septiembre de 2015


«La velocidad ayuda a crear, afirma Julia en este inspirador libro que ha creado. Debo narrar sobre ello, pensar en disciplinas que expliquen la velocidad desde distintas perspectivas».

Es en parte esta idea de Julia un pensamiento que comparto, llevo años escribiendo en tren, desde el trayecto de mi casa al trabajo y en sentido inverso. Cada trayecto es de una hora, con lo que al día dispongo de poco más de dos horas aprovechables; antes devoraba libros, después descubrí la escritura, y aunque ahora intento alternar entre ambas pasiones, debo reconocer que la escritura gana más veces de lo que debería.

Cuando el tren pasa veloz por unos árboles, la forma difusa de las ramas, las piedras y el propio suelo conforman un extraño lienzo de difuminados colores. Dentro del vagón suceden otras muchas cosas, la niña que tose, el adolescente con los auriculares a todo volumen, las viejecitas parlanchinas, o el trajeado hombre de negocios. Pero ni el exterior ni el interior importan, tan solo la velocidad en sí misma, es en esa rapidez donde yo adquiero creatividad y me acerco a la «fuente».

Quizás algún día los científicos expliquen con alguna de sus estrafalarias teorías, un vínculo entre velocidad y creatividad.

En Física...

Podemos imaginarnos la fórmula: C= v2 x a / m
(donde C es creatividad = v (velocidad m/s) al cuadrado x a (aceleración) todo ello dividido por m (masa)).

¡Sorprendente!, argumentarían unos, aunque nosotros ya lo habíamos intuido tiempo atrás.

En antropología...

A lo mejor provenga de nuestros tiempos en la caverna, cuando nuestra supervivencia dependía de cuanto corriéramos detrás de las presas, huyendo velozmente de los depredadores, salvando la vida de un corrimiento de tierras apartándonos de la gran piedra que caía.

En Psicología...

Quizás algún día los psicólogos deduzcan que el movimiento está asociado inevitablemente con los estados de ánimo, puesto que la mente con la velocidad se mantiene activa, alerta ante lo que sucede en nuestro entorno fugazmente, o quizás deduzcan lo contrario, que la muerte es movimiento. Incluso algunos lleguen a afirmar categóricamente que el movimiento, lejos de ser un parámetro psicométrico más, es el catalizador vital del sexo. Si Freud levantara cabeza. Psicología divina incoherencia.

En Filosofía...

Las personas exitosas se mantienen en movimiento, comentaba una cita del internet, aunque no hay que realizar una interpretación directa de esta frase, no entendiendo este movimiento como un acto realmente físico, es una metáfora, iniciar las acciones que desencadenen otros eventos que a su vez desencadenen otras acciones y así sucesivamente firmando una gran carambola cósmica. Yo la bautizo la corriente «movimientista creativista».


Física, Antropología, Psicología, Filosófica... ¿pensáis que exista alguna otra variante científica que especule mejor acerca del movimiento? ¿Realmente creéis que el movimiento produce creatividad?

Agradezco mucho vuestra afable lectura.

«No dejéis nunca de moveros»

«93% imaginación,7%realidad»


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

lunes, 7 de septiembre de 2015



«Suplantarme. Es el resumen del ejercicio de hoy. Suerte»

Sergio se levanta de la cama, últimamente es feliz pero siempre tiene sueño. Suele despertarse rápido, no le gusta remolonear. Levanta la persiana, se dirige al lavabo arrastrando los pies y realiza la primera parada biológica del día. Un número uno. Bosteza, se lava la cabeza, el agua un poco fría le ayuda a despejarse, un buen desayuno acabará de sintonizarlo con la vida. Tostadas con tomate restregado, sal y aceite, el queso no puede faltar.

Recoge el carro de la compra, primero irá al pequeño supermercado de la esquina de su calle, la misma invariable lista de comida y otros utensilios, después visitará la carnicería, reirá con la carnicera mientras ella corta un par de pechugas de pollo, y por supuesto, un cuarto de kilo del inolvidable queso de oveja. La última parada será en la agradable farmacia regentada por un par de hermanos farmacéuticos muy cariñosos. El barrio donde vive esta en la ciudad, pero por cómo se tratan las personas más bien se diría que es un pueblo grande. Algún chisme, un cotilleo, pero también esa agradable camaradería se filtran por todas las esquinas de este antiguo barrio.

Sergio no ha quedado hoy con nadie, es domingo, día de interminables lavadoras y descanso en general en su rutinaria vida. Ama la rutina, y sin embargo, también es feliz cuando por algún motivo debe cambiarla.

Hoy se preparará salmón al vapor, sin aceite, el cuerpo es sabio dice, y desde hace tiempo rechaza de manera innata el dorado líquido, su estómago lo agradece. Añade estragón y un poco de vino blanco al agua, el líquido final servirá como improvisada salsa al plato, dos tostadas acompañaran la frugal comida. Un yogur desnatado es la guinda final de esta excelente comida.

El contacto con el agua lo calma, lavadora, fregar los platos, tender; lo que peor lleva es barrer, es alérgico al polvo y este le causa bastantes molestias, lleva tiempo pensando en comprar un robot de limpieza inteligente, pero el precio es excesivamente caro.

Una película después de comer, se sienta enfrente de su ordenador, el centro neurálgico de su hogar, o como él lo llama en ocasiones: «sancta sanctórum».

La película le ha gustado, se la recomendó una conocida bloguera a la que sigue, es maravilloso ese intercambio de información, cuando era pequeño no podría haber imaginado lo importante que sería el internet en su vida, internet es la madre, el wifi el cordón umbilical que le mantiene con vida. Puntúa la película en IMDB, una página especializada en cine y televisión.

Después recoge la ropa seca, y hace la cama, es tarde para hacer la cama, pero se acerca el verano, esa temida fecha en la que los calores asolan a todo bicho viviente y amodorran el ánimo de cualquiera, mucho más de este personaje llamado Sergio. A él le encanta el frío, una buena manta y estar encerrado en algún lugar confortable, «el yeti» le llama cariñosamente un buen amigo suyo.

El sol comienza a caer, debe ponerse a reescribir su novela, narrar es sencillo, divertido y gratificante, lleva esa pasión consigo desde hace cuatro años, pero reescribir es una tarea desesperante, es el momento en el que uno más debe luchar con el crítico interior, por que cuando reescribe el crítico surge con fuerza, e intenta destrozar todo a su paso, su peor enemigo está dentro de él, si permitiera abrirse paso al crítico este destrozaría toda la obra, quizás su propia existencia. La lucha contra ese malvado ser interior en ocasiones se recrudece, pero no es ese el día, ese Domingo esta apaciguado, en paz con su enemigo interior, el cual duerme tranquilo en algún lugar recóndito de su ser, hoy escribirá tranquilo.

Ha pasado tres horas reescribiendo, hubo un momento en el que sintonizó con la reescritura, no existía nada más a su alrededor, únicamente la pantalla con palabras y su imaginación; ese «debía» por un «atesoró», una camuflada frase en pasiva reconvertida al activismo literario, y algunas faltas ortográficas que causaban mucho daño en sus ojos.

La tarde se ha convertido en noche, esta dama nocturna lo ha atrapado tecleando frenéticamente en su «sancta sanctórum»; el tiempo detenido, como bien anuncia uno de los blogs que sigue, es la sensación que perdura en su mente. El capítulo ha sido reescrito con éxito. Hoy puede irse satisfecho a dormir.

Se desnuda, una ducha rápida antes de dormir, pantalón corto y camiseta de tirantes, se acerca el verano, los monstruos se esconden detrás de los infernales goterones de sudor.

Es un buen día, ojalá todos fueran así, mueve el rostro con aquiescencia, se recuesta tranquilamente en la cama. Comienza el iniciático viaje a ese otro lugar. «¿Dónde me llevaran hoy los sueños? ¿Quizás me reencuentre con UTLA?», son las últimas preguntas que recuerda antes de volver a la onírica realidad que le engulle...

«93% imaginación,7%realidad»


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 6 de septiembre de 2015


Yo era jovencito. No recuerdo exactamente la edad que tenía entonces, pero si recuerdo que mi abuelo era mayor, 92 años cargaba a sus espaldas. En otras ocasiones ya había estado enfermo, resfriados propios de la edad, una semana en urgencias y para casa. Era fuerte como un roble. Todo el mundo decía que me parecía mucho a él. Vi fotos de él de joven, era cierto que poseíamos una retirada similar, hombros anchos y ese mentón con el hoyuelo partido de James Stewart. «Estas hecho de casta Ponciana», recuerdo las palabras que me dedicó un familiar, una suerte de piropo pues con el apellido de mi abuelo materno adjetivado yo me sentía realmente muy cómodo.

Yo lo quería mucho. Recuerdo su mano grande acariciando lentamente mi pelo. «Chiquillo», me decía antes de solicitarme algo amablemente. Y de vez en cuando mostraba un poco de mal genio, como los abuelos de antes, el mismo que yo poseo en ocasiones. Pero aunque nos peleáramos por tonterías, siempre acabábamos perdonándonos. Nos queríamos mucho.

Entonces un día se puso más malito de lo habitual. Lo ingresaron en urgencias. Mi madre se quedó las primeras noches con él, yo estudiaba, así que me intercambiaba con ella el fin de semana. Mi padre trabajaba todo el día y mi hermano era aún muy pequeño. Pero todos los miembros de la familia intentábamos ayudar en lo que podíamos, mi hermano, mi padre, yo; mi abuela por aquella época comenzaba a tener Alzheimer, creo que no acababa de entender toda la situación. Quizás fuera lo mejor para ella, habían estado más de treinta años juntos, incluso más. No lo sé.

No recuerdo que día era, posiblemente un viernes o sábado, los días que yo podía quedarme por la noche, y mi madre aprovechaba para marchar a casa a descansar un poco y realizar alguna tarea del hogar. Mi abuela también requería de ciertos cuidados. Habían movido a mi abuelo de planta, después de casi dos semanas ya se encontraba fuera de urgencias, en la planta uno. He estado infinidad de veces en ese hospital. Es un hospital bonito, al menos yo lo recuerdo así. Estuve como paciente cuando me caí y me fracturé el dedo, cuando se introdujo en mi ojo, en clase de química, aquel trocito de piedra azul y mi ojo empezó a llorar soltando una dolorosa legaña amarilla, también lo he visitado en muchas otras ocasiones por familiares y amigos hospitalizados. Ese hospital es casi una segunda casa, pero en todas las ocasiones en las que lo visité, jamás estuve en la primera planta. No sé el nombre técnico que recibía esa planta en concreto del hospital, pero recuerdo que en un pequeño indicador de fondo azul y letras blancas aparecía un nombre largo, alguna clase de eufemismo médico al que con el tiempo yo asigné mi propio significado: desahuciados. Es triste recordarlo así.

El suelo de esa planta poseía baldosas romboides, como las que observamos en las películas de los años sesenta, algunas pocas estaban rotas. Es curioso, porque el resto del hospital no poseía esa decoración y estaba realmente bien cuidado, es como si la proximidad a la muerte tuviera que ser forzosamente desagradable. La luminosidad de la habitación siempre en eterna penumbra, como si con esa negrura pudiera uno anticipar el cometido del lugar. Había un pequeño recibidor apartado, con una extraña columna blanca en medio de él que nunca entendí que hacía allí, no resultaba nada acogedor, era como si todo aquel lugar te invitara a salir corriendo, a escapar.

Eran las once de la noche, mi padre había venido de trabajar en coche y yo lo acompañaba, mi madre estaba sentada en una silla tendiendo cariñosamente la mano a su padre, mi abuelo, recuerdo ternura en los ojos e mi madre. Yo me quedaba esa noche a sustituirla. Era la última noche que ella lo vería.

Me despedí de ella hasta el otro día, me vendrían a recoger de madrugada. Mi abuelo estaba tendido boca arriba en el lecho, no hacia frio, tenía los ojos cerrados, respiraba con lentitud, y un tubo de plástico transparente salía de su boca. Me fije en su mandíbula, y en su hoyuelo partido de James Stewart. Me senté a su lado, a esperar toda la larga noche. Se pasa muy mal, no sólo se te ocurren mil pensamientos nefastos, físicamente el sueño intenta apoderarse de ti, la silla del hospital era cómoda, pero no para pasar ocho horas sentado en duermevela toda la noche, y pensar que mi madre se pasaba de lunes a jueves todos los días ahí. Se me parte el alma. Tampoco, en ese tiempo, podías realizar ninguna otra acción, no podías encender una lámpara para leer un libro o revista pues molestarías a alguien. Nada. No se podía hacer nada, salvo esperar, observar, callar y pensar mucho. Había una señora delante de mi abuelo, también estaba entubada. No había nadie a su lado. Me daba mucha pena. Al otro lado del camastro de mi abuelo, separados por una cortina blanca que nos proporcionaba cierta intimidad, se podía escuchar la fuerte respiración de otro hombre mayor. Sé que no debería escribir esto, pero en ocasiones me gustaría ser rico, no por la avaricia del asqueroso dinero, si no para evitar estar hacinados así, tener una habitación propia donde estar cuando suceda lo peor y no ver al resto de desgracias almas que me rodean, ni ellos a mí. Yo pensaba en muchas cosas, no solo me caía de sueño, aquel ambiente me cargaba aderezado con aquella oscuridad, el ambiente de eterna penumbra me amodorraba, sostenía la cabeza por intentar mantenerme despierto sentado en la silla, de vez en cuando me levantaba, necesitaba dar aunque fuera unos pasitos en el pasillo. Pasé un rato malo, luchando contra el cansancio. Al fin, me senté y me puse más calmado al lado de mi abuelo, le tendí la mano como había visto hacerlo a mi madre. Y le sostuve cariñosamente la mano, quiero pensar que aquella mueca que vi en su rostro era una sonrisa. Y entonces me dio por conversar con mi abuelo, en voz muy baja, para no molestar el descanso del resto de acompañantes. Le expliqué como me iba en los estudios, le hablé de mis amigos, de lo mucho que lo quería, como recordaba el tiempo pasado en el pueblo, le conté lo enamorado que estaba de una chica de aquel entonces, y estuve un rato hablando a mi abuelo sentado en aquella silla de hospital mientras el respiraba entrecortadamente.

Entonces su respiración se volvió más lenta. Hubo un pequeño cambio que yo advertí, inhalaciones más cortas, más pausadas entre ellas, seguía agarrándole la mano, intuí algo, le agarré la mano con más fuerza, como intuyendo algo que no acababa de querer asimilar le dije que le quería atropelladamente, entonces hizo una pequeña respiración, muy tibia, muy pausada, y de repente su piel comenzó a tornarse de un extraño color amarillento, no era el color blanquito al que estaba acostumbrado a ver en su piel. Te quiero, te quiero, le repetí, no pude ni soltar una lágrima, no sabía que me sucedía. Ya no le escuchaba respirar, creo recordar que me acerqué a su cara y le di un beso en la frente, aunque no lo puedo asegurar, son traicioneros mis recuerdos. Solo sé que se fue tranquilo, agarrado de la mano de un ser querido.

Y me quedé allí sentado sin saber qué hacer. Me imaginaba la muerte de mi abuelo, era una posibilidad, pero cuando sucedió no podía creérmelo, uno puede fantasear sobre muchas cosas, pero llegado el momento la mente rechaza el acto. Yo estaba allí y seguía sin saber qué hacer.

Por suerte apareció proverbialmente un vecino, trabajaba como celador del hospital, me vio, creo que preguntó algo. No le respondí. Entonces se percató de lo que estaba sucediendo y se marchó de la habitación.

Quizás fuera aquel cambio, aquella marcha de mi vecino de la habitación lo que me impulsó a salir en dirección al mostrador. Mi vecino había desaparecido, ¿quizás lo había soñado? Me dirigí donde estaban las enfermeras de guardia, tenía que comunicar a alguien el fallecimiento de mi abuelo. Había tres enfermeras detrás del mostrador de entrada, una gorda y dos más delgadas. «Perdone», les dije, pero fue la única palabra que conseguí anunciar. «¿Qué sucede?», me contestó una de ellas con cara agria, las otras dos estaban hastiadas, no tenían un semblante amigable, sus expresiones las recordé durante mucho tiempo. «Diga, ¿Qué es lo que quiere?», insistió molesta ante la absurda interrupción de la que parecía que yo hacía gala. No recuerdo si yo balbuceaba, lo que se seguro es que no me salía ninguna lágrima. Aunque mi cara debía ser un poema. Empatía cero. Y continué por un instante que a mi me pareció interminable delante de aquel mostrador. Entonces, por suerte, apareció de nuevo mi vecino, había ido en busca de una enfermera conocida. Se portó muy bien aquel vecino, se encargó de todo, habló con las enfermeras del mostrador que relajaron su semblante y comenzaron a comprender, acudió de nuevo a la habitación y llamó a mis padres desde el teléfono situado en la entrada de planta. Era aquel tiempo en el que no existían los móviles. Mi madre y mi padre acudieron en menos de quince minutos.

Mi padre me abrazó muy fuerte sin decirme nada y marchó a arreglar los trámites de la muerte de mi abuelo. Y me quedé con mi madre y comenzamos a llorar abrazados.

Después, durante un par de años lo pasé mal, aquello me marcó mucho. En mi inocencia nunca había pensado que vería morir a una persona querida. Pero después aprendí que era necesario, que no cambiaría aquella experiencia por nada. Me quedé con el buen recuerdo de mi abuelo. Y pensé en sus últimas horas acompañado por uno de sus seres queridos, a cambio él me dejó una tierna lección de paz y amor.

Pues todo en la vida es una enseñanza.

Y como dice el bueno de UTLA:

«Sólo existe el amor».

«93% imaginación,7%realidad»


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


Hoy seré un mal alumno, no realizaré los deberes comentados por Julia, sin embargo, este capítulo merece una mención especial gracias a la siguiente frase:

«La escuela literaria de Edgar Allan Poe:
Vivir atormentado y morir arruinado en la cloaca»

Es realmente una idea extendida la infelicidad que rodea a los escritores, al menos a muchos de ellos, Hemingway, Virginia Woolf, Lovecraft, Edgar Allan Poe, entre otros muchos.

Muchos de ellos me infundieron mucha imaginación pero también añadieron ese algo negativo, su particular visión oscura del mundo. La escritura no debe ser un martirio. La vida ya posee suficientes horrores cósmicos y oscuros cuervos «nevermore» reales para que rellenemos los intersticios de nuestra atribulada mente con más negatividad. Resulta muy aleccionador leer sus novelas, pero no debe esa oscuridad ocupar el papel predominante en nuestra existencia.

¿Por qué la vida alrededor del acto creativo tiene que convertirse en un calvario?

Personalmente me inundo de felicidad, al igual que Julia y otros tantos escritores, cuando escribo algo, un cuento, un relato corto, una saga. La escritura se convierte en un bálsamo sanador, por un lado me proporciona la estabilidad de estar realizando algo que me gusta, de manera constante, y por otro consigo el efecto «cambio», algo tan básico para mi psique como el poder respirar.

Cuando escribo me alejo de mi propio yo, vivo a través de mis queridos personajes otras vidas, otras situaciones, la simple idea de empatizar con esas otras vivencias me enriquece plenamente, permite conocer el otro punto de vista que mi «yo» jamás hubiera defendido.

Otra de esas perlas escondidas en este libro la dijo Walter Ritt:

«No le tengo mucho respeto al talento. Lo que cuenta es lo que uno hace»

Yo si le doy importancia al talento, él nos permite disfrutar de grandes autores: Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Stephen King, podría listar una serie de nombres y apellidos interminable, pero volviendo a la sentencia del señor Ritt, el resumen de su cita es «haz aquello que te guste», el talento es un bien secundario, las personas realmente talentosas no se autodenominan así, simplemente hacen lo que a ellos les enriquece. Quiero hacer lo mismo.

Y en este punto vuelvo a la idea inicial, no deseo preocuparme por estupideces, escribiré cada vez que posea tiempo, cada noche, cada día o cuando sea posible, pero escribiré historias que me hagan sentir bien, las releeré antes de irme a la cama, y a dormir bien.

Julia es de la opinión que el simple hecho de leer cosas buenas suscita un cambio positivo. Es posible que así sea. Pienso en la felicidad, no es un estado de ánimo pasajero, es una decisión consciente, determinar ser feliz proporciona más posibilidades de conseguirlo.

Pienso en el gran regalo que me ha hecho Amalasunta Regna, en esta pequeña joya titulada «El camino del escritor».

Cambiar el paradigma de mi vida no es tan complicado, erradicar modelos obsoletos lleva tiempo, pero el cambio está la vuelta de la esquina si lo persigo con esfuerzo.

Me despido con una frase de mi estimado UTLA, la cual estoy interiorizando cada día más.

«Sólo existe el amor». ^^

«93% imaginación,7%realidad»


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

viernes, 4 de septiembre de 2015


«Narrar un lugar en el que haya vivido. Describirlo utilizando la primera persona en tiempo presente. Sobre entiendo de las palabras de Julia se refiere a la primera persona del singular, porque también existe la tan denostada primera persona del plural. Al respecto de ello poseo una graciosa anécdota que le sucedió a una antigua amiga escritora en clases de escritura en relación a primeras personas y sobre la que haré una entrada algún día».

Tengo treinta y dos años. Tengo reservada la habitación 304 del hotel «Sandyford» en Glasgow. Es la última planta, y aunque el elevado número de la habitación pueda intimidar imaginando un hotel enorme, el edificio es pequeño, tan solo cuatro habitaciones por planta. Sin embargo, estar alojado justamente en la última estancia me hace sentir el rey del castillo.

La puerta de entrada al hotel posee un atípico visillo de encaje blanco, una decoración un tanto extraña en la tierra de Shakespeare, podría haberlo hilado mi abuela. Detrás de la mesa de recepción un acuario, repleto de agua con apenas dos pequeños peces de colores rojos-azulados, estos nadan con rapidez por su interior. En una esquina de la estancia hay situado un elegante sofá de cuero blanco. El suelo es de madera barnizada y cruje al pisar por encima de él, una alfombra roja circular te indica el camino entre la puerta de entrada y el mostrador. Un típico cuadro de tela está colgado en la pared, es bonito a la par que siniestro, hay un ciervo de espaldas, tiene volteada su cabeza en dirección al espectador, es curioso pues da la sensación que el animal sepa quién está detrás suyo. Tengo la desagradable impresión de ser el cazador tras su pista. En todo caso es una conjetura, no tengo prueba alguna que el telar representé una escena de caza, y a pesar de esta primera sensación un tanto agorera, la tela contiene coloridos elementos de la naturaleza, troncos marrones, hojas verdes, y nubes anaranjadas en un ocaso que se muere. Todo ello se mezcla hermosamente embelleciendo el cuadro. El sol anaranjado del atardecer confiere una tonalidad mágica al conjunto.

Me desperezo y me dirijo a mi propia estancia. Al fondo observo las escaleras. Unas columnas de madera llegan desde el suelo al techo, y una barandilla de madera pintada en un brillante blanco acompaña al viajero por los peldaños. El conjunto proporciona una sensación de seguridad en el ascenso de los huéspedes a sus respectivas estancias. En el mostrador, en ambas esquinas, dos lámparas antiguas, parecidas a aquellos antiguos quinqués de aceite que alumbran de manera difusa las estancias de los reyes. Por suerte, unos modernos leds, hábilmente disimulados en el techo, aportan la claridad necesaria a la recepción.

De momento el lugar me resulta inmediatamente acogedor.

El hotel no posee ascensor, escucho a una pareja también de extranjeros, un hombre y una mujer, quejarse al inicio de la escalera. Hablan en alguna lengua nórdica, pero su expresión de queja es universal, la voz de ella recalca gruñonamente ese hecho mientras mira su pesada maleta con desdén y la arrastra escaleras arriba. El hombre lleva una maleta aún mucho más pesada pero no emite queja alguna.

A diferencia de ellos no me importa subir mi maleta por las escaleras.

La llave es dorada, ¡y horrores!, me cuesta enormemente encajarla en la cerradura, como si dentro del hueco hubiera una pequeña resistencia empujando hacia fuera, me imagino a un pequeño duende demoníaco jugando conmigo, instalado dicho ser en el interior y empujando hacia fuera el utensilio cada vez que yo lo inserto.

Finalmente, venzo al duende en el interior del ojo de la cerradura y entro en la habitación. Huele a algún producto de limpieza utilizado recientemente, es un poco molesto pero me acostumbro enseguida. El techo de la habitación posee forma piramidal, normal si tengo en cuenta que solo el tejado me separa de la intemperie. Escribiendo acerca del tejano, posee una pronunciada bajada, además de una graciosa ventana de techo por la cual se desliza una radiante claridad, la ventana es abatible, la abro y asomo la cabeza como un topo de las praderas. Observo la calle, a dos manzanas un parque lejano repleto de hierba muy verde y gran cantidad de árboles. La claridad es escasa, pues todo hay que decirlo, Inglaterra siempre posee unas bonitas nubes grises perennes 360 días al año, aun así la luminosidad diurna se cuela furiosa por esa apertura.

El suelo de la habitación esta tapizado con una curiosa alfombrilla verde, recuerdo mi alergia a los ácaros y pienso en la acumulación de pequeñas partículas en la jungla situada bajo mis pies. Pegado a la pared izquierda un pequeño escritorio de madera, encima un calentador de agua acompañado de una pila de sobres de distintas variedades de té, al lado, apilados en una cajetilla sobres de café, y colocados en un extraño orden, pequeños potecitos de leche condensada; todo el conjunto merece el título del imaginario nombre de «El ejército de las teteras». En la pared opuesta, justo debajo del ventanal del techo, hay dos camas separadas por una mesita de noche, encima de la cual una pequeña lámpara en precario equilibrio está encendida.

Espero, que cuando esta noche me acueste, no aparezca en mis sueños la cara asustada del ciervo del telar, ni tampoco el duende demoniaco empujándome al abismo del ojo de la cerradura, o tampoco quisiera soñar con el misterioso visillo blanco de la entrada.

Pero quién sabe a dónde me llevarán mis sueños.

«Una persona no escoge sus sueños, son estos los que escogen a uno»

«93% imaginación,7%realidad»


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

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