Estoy estirado en la cama de un hospital. Hace dos dĂas sufrĂ un severo accidente. 230 kilĂłmetros por hora. Choque frontal. No sĂ© por quĂ© estoy aĂşn vivo.
De resultas del choque estoy completamente inmóvil. El tacto de mi piel sigue funcionando, también escucho y oigo con normalidad. Incluso pienso con normalidad, pero no puedo mover ni un musculo externo, de suerte que la tráquea sigue funcionando, si no me hubiera ahogado con mi propia saliva.
Como tampoco puedo abrir la boca, mucho menos masticar, las enfermeras me han entubado. Y una sonda recoge mi mierda, literalmente, y la extrae a una bolsa de plástico.
Al no poder bajar los parpados, los ojos se me resecan mucho, los primeros dĂas las enfermeras pasaban por mi habitaciĂłn cada dos horas y me depositaban dos gotas de colirio en cada ojo, pero no era suficiente y los ojos me dolĂan. Ellas lo sabĂan. «Que ojos más rojos», decĂa una de ellas. DespuĂ©s idearon un curioso mecanismo de goteo similar al de mi suero, y cada quince minutos dos gotas comenzaron a caer sanadoras en mis pupilas. La sensaciĂłn de refresco era agradable y aunque durante unos segundos no veĂa nada, ahogadas mis pupilas en colirio, lo preferĂa a la anterior sequedad.
Ahora, los doctores intentan interaccionar conmigo pero sin Ă©xito. NingĂşn musculo responde, ¿cĂłmo puedo comunicarme con nadie si soy incapaz de realizar el movimiento más simple? Aunque solo fuera un parpado, una ceja o el dedo gordo del pie, algo que me permitiera comunicarme ni que fuera en morse. Las horas pasan interminablemente solitarias. La preocupaciĂłn inicial deja paso al aburrimiento. Por las noches las enfermeras me cierran los parpados y asĂ puedo dormir tranquilamente, el espanto se sucede por la mañana, cuando me despierto y no veo nada, todo es oscuridad. No es hasta que el turno de mañana viene a levantarme los parpados que no vuelvo a recuperar la visiĂłn. Pero en ese instante de negrura que se hace eterno, muchas veces pienso que estoy muerto. ¿Es asĂ la muerte? ¿Un páramo oscuro donde no sucede nada?
Me realizan pruebas electrocardiográficas, y despuĂ©s de ellas, me ponen nodos en el pecho. Un monitor, una vieja pantalla de fondo negro y lĂneas verdes, me regula los latidos. Inmerso en esa quietud descubro que poseo un corazĂłn más sosegado de lo que pensaba...excepto en algunas ocasiones.
Por ejemplo, en esas mañanas, cuando se acerca Rosalinda, una enfermera en prácticas y me lava mis partes Ăntimas con una esponja, entonces el acusador monitor de cardio me delata, y los pitidos se disparan.
«¿Se ha levantado juguetĂłn esta mañana?», me comenta divertida. Yo no puedo responder, pero ella continĂşa riendo sin malicia.
Por la noche, Rigoberta, una enfermera de edad avanzada me arropa con cariño con una mantita. Mi corazĂłn repunta un poquito cuando en ocasiones me pregunta: «¿Quiere que le quite la manta?», pero en ocasiones tengo frio, mi corazĂłn se acelera ante la posibilidad de no tener la preciada manta. El monitor de cardio se dispara nuevamente con leves pitidos. La enfermera observa atenta.
«Tranquilo, no se preocupe, le dejo la manta puesta», responde Rigoberta. Mi corazĂłn vuelve a su normalidad. Ella vuelve a comprobar las constantes y marcha tranquila, ahora todo va bien.
Y algo tan denostado como un viejo corazĂłn me permite comunicarme con mis semejantes. DespuĂ©s de tantos años de trato injusto, agradezco de corazĂłn a mi corazĂłn, gracias, gracias corazĂłn mĂo, ahora todo va bien, ya puedo comunicarme.
Ya no hay...más...inmovilidad.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Que susto me has dado creia que te habia pasado algo aunque todavia estoy un poco confuso es tan realista el relato. Un abrazo
ResponderEliminarComo dijo alguien -mecachis, ahora no recuerdo quién- "Hablar con el corazón es como soñar despierto". En cualquier caso, un relato muy bueno, me ha encantado.
ResponderEliminarSaludos, UTLA!
Borgo.
Un notable escrito, con mucha sensibilidad y con un mensaje esperanzador. Me gustĂł mucho.
ResponderEliminarImpecable cada descripciĂłn de aquellas cosas que aquejan al paciente.
Saludos.