Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Un desconocido entrega un paquete con una llave a una pareja con la siguiente condición: si abren la caja y presionan el botón que hay dentro un desconocido morirá y ustedes recibirán 50.000 dólares.
¿Apretarías ese botón?
«[...] Cuánto más admirables les parecerían las modernas ciudades con calles de cien metros de ancho, con casas de trescientos metros de altura, a una temperatura siempre igual, con el cielo surcado por miles de aerocoches y aeroómnibus».
«[...] Dos minutos después, sin que hubiese recurrido a la ayuda de ningún sirviente, la máquina lo depositaba, lavado, peinado, calzado, vestido y abotonado de arriba abajo, en el umbral de sus oficinas. La ronda cotidiana iba a comenzar».
«—Hay siempre un baño preparado en la mansión y ni siquiera tengo que molestarme en ir a tomarlo fuera de mi habitación. Mire, con sólo tocar este botón, la bañera va a ponerse en movimiento y la verá presentarse ella sola con el agua a la temperatura de treinta y siete grados».
«Gracias a un ingenioso sistema, una parte de esta publicidad se difunde en una forma absolutamente novedosa, debida a una patente comprada al precio de tres dólares a un pobre diablo que acabó muerto de hambre».
«[...]—Perfecto. ¿Y este asunto del asesino Chapmann? ¿Ha entrevistado a los jurados que deben presidir la audiencia?—Sí, y están todos de acuerdo en la culpabilidad, de modo que el caso ni siquiera será expuesto ante ellos. El acusado será ejecutado antes de haber sido condenado… —¿Ejecutado… eléctricamente?—Eléctricamente, señor Benett, y sin dolor… se supone, pues aún no se ha dilucidado este detalle [...]».
«A fines del siglo XIX, ¿no afirmaban ya los científicos que la única diferencia entre las fuerzas físicas y químicas reside en un modo de vibración, propio de cada una de ellas, de las partículas etéricas?».
Nils los guio hasta el muelle riberense donde embarcaciones
de distinta eslora se mezclaban en el lugar agrupadas por tamaños, las más
grandes reposaban expuestas en mitad del río y las pequeñas cercanas a la
orilla, incluso algunas descansaban encima de la arena. El muchacho se acercó a
un joven que, sentado en tierra, hilaba una red. Intercambiaron unas palabras y
el que hilaba señaló un pequeño bote amarrado a un bolardo, una de las tantas
columnas de madera que amarraban con gruesos cabos distintos botes. Después de
solicitar el pequeño navío a su amigo, Nils, Utla y ella, se acomodaron en el
interior de la embarcación. Utla saltó sobre la proa y, situado de pie al
frente de la embarcación, se asió con una mano al caperol, un pequeño saliente de
madera situado en la cabecera de la nave, y, con la otra mano libre, señaló río
abajo. Nils se encogió ante el bufonesco gesto del enanito y, viendo los
reparos de ella por embarcarse, le ofreció la mano para ayudarla a bajar. ¡Un
gesto amable, menos mal, empezaba a pensar que era un bruto!
—gracias.
Agarrada a la mano dio los primeros pasos en firme y, una
vez sentada en la bancada posterior, el muchacho dio un salto igual de ágil que
el de Utla y se sentó en la bancada libre de en medio. Sin más dilación, Nils
encorvó la espalda y agarró los remos.
—¿A dónde nos quieres llevar, enanito?
Sin esperar respuesta, el muchacho colocó los dos remos
sobre las chumaceras, unas pequeñas hendiduras semicirculares, recubiertas de
cobre y talladas a los lados del bote, sobre ellas colocó los luchadores de los
remos, dos anillas de caucho engarzadas alrededor de cada palo que, puestas de
esa manera sobre el cobre, reducirían la fricción y le facilitarían bogar. A
pesar de la inacción a bordo de la barquita, el constante oleaje del río
impelía al bote de un lado a otro, el vaivén producía un movimiento mareoso,
muy molesto que, a la larga, podía inducir a las náuseas. ¡A ver si acaba el
viajecito este!
—Río abajo —dijo Utla.
«En verdad, la estrella que el viejo Wells describía no era fría sino incandescente, y provocaba la mayor parte de la destrucción por el calor. Eso importaba poco; aun cuando Rama fuese un cuerpo frío que sólo reflejara la luz del Sol, podía causar la destrucción por la fuerza de gravedad tan fácilmente como por medio del fuego».
«Rama era silencioso como una tumba… y quizá fuera eso en realidad».
«Si Rama es un mundo muerto, o deshabitado, […] se encuentra en la posición de un arqueólogo que descubre las ruinas de una cultura desaparecida. […] Ejemplos obvios son Schliemann en Troya y Mouhot en Angkor Vat».
«Según los libros de historia hubo una época en que la antigua organización de las naciones Unidas estaba formada por 172 miembros. Los Planetas Unidos tenían solo siete, y eso ya era causa de suficientes problemas».
«Él no era de los que se resignaban a una aquiescencia pasiva».
«Concédeme, señor serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para distinguir las unas de las otras».
«Sobre la puerta del edificio había un número inmenso. Era el número cinco. Antes de que los americanos entraran, el único guarda que hablaba inglés les recomendó que se acordaran de su nueva dirección para el caso de que se perdieran en la gran ciudad. La dirección era: “Schlachthof-fünf”. Schlachthof significa matadero. Fün, el viejo y querido número cinco».
«Yo soy tralfamadoriano, y veo el tiempo en su totalidad de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo».
«Así es».