domingo, 28 de agosto de 2016




«Todo el mundo tiene que sacrificarse de vez en cuando en el altar de la estupidez».
Albert Einstein



AIGA NO EXISTE...

No es la anterior una afirmación correcta.

Si nos atenemos a la precisa definición del verbo existir según la RAE:
«Existir. Tener realidad física o mental [una persona o una cosa]».

La palabra existe en el mismo momento en que se puede escribir. Parafraseando la anterior definición, AIGA posee entidad en el mundo real y en el mundo mental.

La equivocación respecto a la no existencia de nuestra querida AIGA, surge en el momento de confundir una incorrección gramatical, con la mala adquisición de un conocimiento epistemológico erróneo.

Es decir, cualquier palabra existe per se, más en el momento en que se puede escribir o leer; por un simple procedimiento deductivo se puede llegar a esta simple deducción. Si la corrección nos obliga a ser precisos, también lo es que seamos precisos en la etimología de la palabra destinada a indicar la falta.

AIGA existe, aunque por el momento siga siendo una palabra proscrita por la RAE y los organismos académicos, que no recogen como correcta en sus corpus. Esa exclusión no la invalida para otros menesteres, como es el hecho de existir.

Respecto a esos listados, susceptibles de ser variados en el tiempo, tan solo anotar que muchas palabras antaño incorrectas, o que no existían: asín, almóndiga... Fueron incorporadas, de facto, ante su tamaña utilización.

Lejos de esta polémica normalizadora de aceptación, quedo presto a distinguir la diferencia etimológica entre incorrección y existencia del vocablo AIGA; que lejos de no existir, existe incorrectamente. Solo el tiempo dirá, como asín decía el aforismo, si AIGA se aceptará o no.




La negatividad os hará libres, a ti también... AIGA.







Un Tranquilo Lugar de Aburriscencia

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia




domingo, 21 de agosto de 2016



«El altruismo es la doctrina que exige que el hombre viva para los demás y coloque a los otros sobre sí mismo».



Para variar no me encuentro en mi habitual ida al trabajo. Hoy es un día festivo y he agarrado el ascensor más tarde de lo habitual. No hay apenas gente esperando. Estoy delante de él esperando que suba. ¿A dónde iré hoy?

—Pero qué tonto —chilla una gritona.

—Sí, no lo soporto —continua una aterciopelada voz de mujer, con esa clase de gravedad fingida de la gente bien, una tonalidad de falsa elegancia. No os voy a engañar, su voz me cae francamente mal nada más escucharla. Me eluden y se posicionan las primeras delante de mí, como si yo no existiera.

—Buenas tardes —digo, pero ni me contestan, debo ser alguna clase de parásito invisible de la galaxia andrómeda.

Al entrar me estaciono en una esquina, y extraigo mi móvil, desde allí observo a las dos mujeres, van bien vestidas, con ropa elegante, algo extraño de encontrar en este barrio. Reconozco que mi presencia casi siempre pasa desapercibida en la mayoría de mis ascensos y descensos en ascensor, pero no es tan normal después de haber dado las buenas tardes. «¿Será esta situación más material para mis historias de ascensor?».

Así, continuo atento al tonti-drama ajeno.

—¿Importaba tanto la reunión? —continua la gritona—. ¿No nos puede reunir mañana a primera hora? Nos hemos tenido que quedar hasta las 6. ¡Qué fastidio!

—Será afán de protagonismo. Hacer patente una victoria.

—Ya. No es nice.

—No, no es nice, y además será una victoria pírrica. Como todas las suyas. Lo que no soporto es el humor de perros que ha tenido esta semana. Normalmente no es así.

—¿No lo sabes? Se murió un amigo suyo de una sobredosis.

—¡Oh my gosh! Con razón ese humor. Pero, ¿sobredosis?

—Eso es lo que dijo.

—Ais, que vulgar, ¿sobredosis? Al menos podría tener el buen gusto de no dar tantas explicaciones. Pero en fin querida —en ese momento tose, y hasta su tos me parece fingida—, cambiando de tema, ¿cómo va la boda de tu amiga?

—¡Oh! Genial, comprará un vestido en Cuchi Nostrum y se casaran en el Ampordà.

—¿Os gusta la elección del lugar?

—Nos ultra encanta. Será wonderful. Una boda pequeñita, no más de doscientas personas, y todo será muy cuqui. Lástima del organista, no encuentran uno. El de la iglesia tiene la mano enyesada. Se la rompió hace una semana, ¿qué mala suerte, verdad?

Entonces recuerdo a mi profesor de piano, quien también era maestro de órgano. Le encantaba tocar aquel monstruoso instrumento con varias octavas para cada mano y una octava extra para los pedales. Recuerdo que no cobraba nada, interpretaba las piezas gratis en el órgano de la iglesia del barrio, y lo hacía por el simple gozo de tocar para gente humilde. Era buena persona.

—Y no sabe que hacer —continua la gritona—, es tan difícil encontrar a un organista.

Sigo pensando en mi profesor de piano. Seguro que estaría encantado de tocar el órgano, y más si se tratara de una boda.

La puerta del ascensor se abre. La gritona y la de voz afectada salen, no me han dado ni las buenas tardes.

—Qué difícil es encontrar un organista —es lo último que escucho mientras se alejan las dos mujeres ultracuquis.

Un pensamiento acude a mí: «En ocasiones es más difícil encontrar buenas personas...».

Me alejo por el andén.

«... y yo tampoco lo soy».


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 14 de agosto de 2016




«Solo el médico y el dramaturgo 
gozan del raro privilegio 
de cobrar las desazones 
que nos dan».



En los métodos de las ciencias sociales suele haber dos clases de aproximaciones: la cuantitativa y la cualitativa. Ambas presentan enfoques distintos que, sin embargo, presentan una problemática común: el desgaste del equipo técnico o investigador.

Está problemática es muy grave, ya que la calidad de la salud del investigador o del equipo subyacente, influye proporcionalmente en la calidad del estudio a realizar. Al analizar ambas aproximaciones, observamos la misma problemática, pues ninguna cuida el aspecto importante de la propia investigación: el equipo humano inmerso en la tarea.

El doctor Bonanstein ha desarrollado una nueva aproximación que enfoca la problemática con una técnica integral-expansiva, dando prioridad a los recursos, para después extender esa calidad a lo investigado. Esto viene a llamarlo, la Aproximación Chocolativa: mejora de la calidad vital del investigador [a partir de aquí recurso], para mejorar con creces el resultado final de la investigación [a partir de aquí objetivo].

Este híbrido integral-expansivo de recurso-objetivo aporta muchas ventajas, ya que primero destaca la comodidad del factor humano subyacente a cualquier actividad de alta concentración, para después explotar el potencial de dicho recurso hasta cotas muy elevadas, con lo que se obtiene un alto grado de calidad en el objetivo.

El primer paso, para mejorar la calidad del recurso, redunda en la necesidad de mejorar su psique, para ello es necesario establecer una base alimentaria con grandes dosis de azúcares. Si basamos la alimentación del recurso con tabletas de chocolate, pues muchos estudios demuestran que la gran cantidad de feniletilamina del chocolate provoca en el cerebro un aumento de las capacidades cognitivas del mismo y una estimulación persistente, el recurso alimentado con tabletas de chocolate [a partir de aquí sustancia] aumenta significativamente sus capacidades.

De la muestra de pequeños estudios recogidos por el Doctor Bonanstein [metaanálisis], se infiere que, aplicando correctamente la pequeña ecuación, recurso + sustancia + objetivo, se obtiene una correcta línea metodológica para establecer estrategias que permitan consolidar objetivos de alto valor añadido.

Conclusiones: recurso + sustancia + objetivo = Correlación positiva estadísticamente significativa de la Calidad Chocolativa.

Este es un resumen de la línea de investigación desarrollada por el Doctor Bonanstein, elaborada en la Universidad TUAB, su trabajo puede consultarse en la web de la universidad, en el siguiente enlace:

www.tuab.edu/noinvestiga/tonterias/bonans~1/chocol~1

*Fé de erratas *:

Disculpen si el enlace esta caído, pues últimamente sufrimos ataques del grupo de hackers DOLI (Detractores Otras Líneas de Investigación).



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 7 de agosto de 2016



situada en el extremo este de bosque oscuro,
es un lugar donde sus habitantes,
viven solo a base de besos».
Crónicas de F’fidrac.
DDC 6102.

Habíase un lugar,

llamado Petonia, una tierra de ensueño donde sus habitantes subsistían tan solo a base de besos. Pero un mal día, llegó a aquellas tierras el barón Reisa, quien con su legión de golems Roquenses conquistó por la fuerza toda Petonia. Afincado su poder sobre aquella nueva tierra, impuso un severo impuesto a los petonienses: a excepción del primer beso matutino, el resto de besos irían a las arcas de Casbetisollo, el principal castillo petoniense, ahora en poder de Reisa.

Los petonienses sufrían un apetito atroz, por las mañanas atesoraban con lentitud aquel beso, pues con él debían subsistir el resto del largo día. El resto de caricias debían entregarlos a las interminables caravanas de carromatos, vigiladas por los golems, que recorrían los poblados en una interminable hilera de recaudación.

Sobé y Ormà, él un bravo arquero petoniense y ella una legendaria guerrera Astharte afincada en Petonia años atrás, decidieron unir fuerzas para derrocar al barón Reisa.

Durante un año, armaron en silencio a todo petoniense dispuesto para luchar, en la secreta gruta de Daprofún, donde además forjaban armas todo el día. Por las noches, para acostumbrar a los guerreros a la oscuridad, entrenaban en las profundidades de bosque oscuro a los valientes voluntarios.

El ejercito de golems del barón Reisa era temible, pues eran seres forjados en antigua piedra obsidiana, inmunes a la magia, e inmunes a los besos, solo el fuego podía acabar con ellos. Esto planteaba, además de un grave problema estratégico, un importante interrogante para los líderes Sobé y Ormà: ¿Por qué el barón Reisa acumulaba tantos besos, si su ejército no necesitaba alimentarse de ellos? ¿Quizás para debilitar a los petonienses?

En los incansables días de entrenamiento, Ormà comenzó a mostrar interés por Sobé, este también comenzó a corresponder las miradas de ella. Algunas noches, él acudía presto a la habitación de ella, otras, era ella la que solicita iba en su busca. Muchos de aquellos besos prohibidos no acudieron a las arcas del barón Reisa, y se quedaron impregnados en el cuerpo de la guerrera y del arquero.

../..

Habían pasado 601 días, un año completo, la tropa Petoniense estaba lista para la batalla. La típica caravana repleta de besos entró dentro de Casbetisollo, los golems custodiaban los carros hasta la cripta del castillo, un centenar de esclavos petonientes descargaban los sacos repletos de los preciados ósculos.

Llegó la noche. En la cripta el silencio nocturno fue roto, los sacos repletos de besos se rajaron desde adentro, y de su interior iban surgiendo guerreros y arqueros petonienses, entre los que se encontraban Sobé y Ormà. El plan había sido orquestado con sigilo durante todo aquel tiempo. En aquel día, los esclavos petonienses habían acomodado en un rincón especial aquellos sacos sospechosos de portar a un guerrero encubierto. En total, la secreta comitiva poseía un centenar de aguerridos voluntarios. La mitad de ellos acompañaría a Sobé a la gran puerta de entrada, para subir el rastrillo y abrir la puerta, con ello el resto de la tropa apostada en la linde de bosque oscuro, se apresuraría a entrar al castillo al advertir la señal luminosa disparada con una flecha de fuego desde las almenas. La otra mitad acompañaría a Ormà a la alcoba de Reisa, para apresarlo o matarlo.

La flecha de fuego dibujó una estela luminosa en el cielo nocturno. Una multitud de petonienses, y otros seres, se lanzaron a la desenfrenada carrera desde la linde de bosque oscuro hasta la puerta fortificada de Casbetisollo. La fortificación ya no poseía defensas: rastrillo levantado, puerta bajada. Los guerreros entraban con antorchas, muchos carromatos ardieron, los golems actuaron lentos ante la treta, la lucha se encarnizó, muchos petonienses murieron, la mayoría de golems también, solo algunos pocos huyeron, pues a pesar del saber popular, cuando un golem teme por su vida, también sabe huir. El patio de armas estaba tomado, aun así, Sobé no saboreó la victoria, encaminó a un grueso de tropas al interior del castillo, ¿Dónde estaba Ormà?, ¿Por qué el interior del castillo estaba tan silencioso?

Sobé recorrió el castillo acompañado de más guerreros, algunos criados petonienses del castillo, guiaron al grupo para alcanzar con rapidez los aposentos principales del barón Reisa. No encontraron a nadie. Sobé desesperado, dedicó entonces la totalidad de la tropa para rebuscar hasta la última piedra de Casbetisollo. ¿Dónde estaba Ormà? ¿Y la cincuentena de guerreros que la acompañaban? ¿Y el barón Reisa?

Durante una semana escudriñaron todos los rincones de Casbetisollo, incluso acudió el arquitecto original que aún no había fallecido, quien ayudó a buscar en salas secretas que no figuraban en los mapas. Después de siete arduos días de búsqueda, incluso con la ayuda del arquitecto, ningún petoniense, ningún otro ser, ni siquiera el afanoso Sobé, halló rastro alguno de los desaparecidos.

Se habían evaporado como por arte de brujería.

Ni los posteriores años de búsqueda, del incansable Sobé, consiguieron arrojar pista alguna sobre aquel misterio que perduró durante muchos años, incluso más que el propio Casbetisollo, el cual fue derribado por los petonienses años después de la muerte de Sobé, pues decían las leyendas, que de aquel castillo surgían oscuros anhelos, besos marchitos, y que cualquier petoniense que entrara en él, no regresaba jamás...

«Dedicado a Ormà... por si vuelve algún día».

Esto es verdad y no miento, 
y como me lo contaron, 
os lo cuento.




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