«No, es de veras un intacto candor el que reina sobre las dos caras
fronteras»
De nuevo, sintió el halo de claridad blanca alrededor de
ella.
—sí, había una luz blanca que rodeaba al libro. no olí nada,
pero sí escuchaba... mi propia voz, ¿qué extraño, no?
—Mmm... ¿Color Blanco? Entonces parece poco grave. Una
primera toma de contacto, quizá.
—¿qué es ese lugar?
—¿Allí abajo?
—sí.
—Yo la llamo, La Biblioteca, pero recibe muchos nombres.
Utla calló, volvió a coger una espiga y desensanchó el
rostro, como si formara con aquel gesto una sonrisa.
—pues fue muy raro, también escuché risas, pero antes, si te
digo la verdad...
—Sí, cuéntame, por favor, por raro que te parezca, yo lo
creeré todo.
—yo... quería irme, al principio quería salir de la casa,
pero todo era blanco fuera de la habitación, yo... no sabía cómo salir, pero
leí una hoja al azar de aquel libro que me dejaste, no recuerdo el nombre.
—¿El Imaginarius?
—sí, ese, y me puse a pensar como quería que fuera la casa y
abrí la puerta de la habitación y allí estaba todo como yo quería, mucho
espacio, salones grandes, luz, comida, un baño, por fin. ji, ji, ji —Se sonrojó—.
me da vergüenza hablar de ciertas cosas, ¿tú no sientes vergüenza por nada?
—Utla no respondió—. bueno, que me lío yo sola, y todo esto para decir que
tenía ganas de escapar. sí, sí, sé que me has tratado bien, me cuidaste, me
curaste, me diste de comer, me dejaste libros para que no me aburriera, para
que aprendiera, pero no me gustaba estar allí. me sentía atrapada y, después de
asearme y comer un poquito, me fui a la planta baja, sabía que había una puerta
que conducía afuera, pero cuando estuve delante de ella, con el picaporte a
tocar de mi mano, sentí que tenía que ir al ropero, ¿sabes a que me refiero?
ese ropero que está al lado de la puerta. ¿tú lo usas?
—Sí, conozco el ropero, pero desconocía que se podía bajar
hasta la biblioteca por él.
—¿lo ves? —Pero, ¿no era absurda aquella expresión dirigida
a alguien que no tenía ojos? Sonaba ridícula, pensó en ello y se sonrojó aún
más—. perdón, quiero decir... ¿es normal que no conozcas tu casa y yo sí?
—Estás confundida, yo solo habito en ella. Nadie es su
propietario y sería pretencioso querer conocer todos sus secretos; y te diré
más, estimada, algo que aprendí hace tiempo: al interior de la casa solo se
puede entrar si la propia casa te lo permite o si un morador te permite entrar.
—ya... —Aunque la articulación de su locución, ya, sonó
como si no hubiera comprendido bien la respuesta—. una casa con, ¿personalidad?
—Se podría decir así.
—¡y eso que llamas la biblioteca! allí abajo escuché risas,
y se parecían a mi voz. ¿era yo misma?, ¿y la oscuridad de allí bajo?, ¿qué son
esas salas tan distintas entre ellas y que almacenan?, ¿son libros?… y el
brillo, cuando toqué el libro, plufff, y aquí los dos, bueno, ji, ji, ji,
o los tres, si es verdad que tu hermano también está. ¿nutla esta aquí?
—Estimada, son muchas tus preguntas y muy variadas. Deberías
seleccionar solo una y a partir de ella te respondería lo mejor que supiera.
Claro, aquello era lógico, pero tenía tantas preguntas, ¿por
cuál se decantaría primero? Pero la elección no llegó a término, caminando,
caminando, caminando por el caminito habían llegado hasta el puente que les
permitiría entrar en la población.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia