Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
«Segundo don Juan Tenorio, alma fiera e insolente, irreligioso y valiente, altanero y reñidor: Siempre el insulto en los ojos, en los labios la ironía, nada teme y toda fía de su espada y su valor».
«El cielo estaba sombrío, no vislumbraba una estrella, silbaba lúgubre el viento, y allá en el aire, cual negras fantasmas, se dibujaban las torres de las iglesias, y del gótico castillo las altísimas almenas, donde canta o reza acaso temeroso el centinela».
«Una calle estrecha y alta, la calle del Ataúd…».
«Somos una especie brillante […] .Valientes, creativos, generosos… pero solo como individuos. En grandes números, fracasamos siempre».
«Había empezado a considerarlo su propio monumento, y a verse a sí mismo como un Ozymandias cuya obra estaba condenada a olvidarse […]».
«[…] la Evolución es un jugador imperfectamente ordenado; porque no solo comete errores, sino que no se limita a ninguna táctica de preferencia a la hora de competir con la Naturaleza: apuesta por todos los campos posibles, de todas las formas posibles».
«El ser humano no es capaz de formular todos los conocimientos que debe a sus experiencias personales […] nos consideraba “inteligencias aprisionadas por la corporeidad”».
«Vuelvo a la historia de la humanidad como historia de ilusiones efímeras».
«[…] la dificultad no solo reside en el hecho de que no conseguiréis subir a mi montaña, sino también en que yo, entero, no podré bajar hacia vosotros porque, al descender, pierdo por el camino lo que se suponía que tenía que entregaros».
«La primera obligación de la Inteligencia es la desconfianza hacia sí misma».
«No es que no comparta el apego que mi padre sentía por sus fértiles objetos de devoción […]. Pero debo confesar que mi interés real se centra en la composición que forman los árboles en su conjunto […], ese coral verde que descubro en los bosques reside el auténtico significado de la experiencia […]. Creo que incluso podría hablar de la verdad».
«Ponerles nombres a las plantas siempre implica categorizarlas y, por tanto, proceder a su recogida en un intento de poseerlas. […] sucede que esos nombres y los objetos a los que se vinculan pasan a estar obsoletos muy pronto […] Todo esto constituye el triste legado de la ciencia victoriana, tan obsesionada por la maquinaria y la taxonomía».
«En el siglo XVII, […] el bosque era claramente el símbolo del mal. […] De esta forma, la Iglesia podía lamentarse de las ansias con que el público había aceptado las leyendas salvajes relacionadas con el adulterio, la magia, el misterio […] la maldad intrínseca de una naturaleza sin Dios».
«La falsa creencia en la seguridad del estado que se preocupa por sus ciudadanos».
«No hay armas contra esta justicia; es obligado confesar. En la primera ocasión, confiese».
«No puedo decir, tampoco, que esté usted acusado: o, más bien, ignoro si lo está. Que está usted detenido es exacto, y no sé nada más».
«Josep K.—¿Cómo se entiende que vaya al Banco, puesto que estoy detenido?Inspector—Usted no me ha comprendido bien. Está detenido, sí, pero eso no impide que cumpla con sus obligaciones. Nadie le prohibirá llevar su vida normal.»
«¡Hay tantas sutilezas en las que la justicia se pierde! Llega a descubrir un crimen allí donde nunca lo hubo».
«[…] el proceso seguía su curso y que allí arriba, en el granero, los funcionarios de la justicia quedaban pendientes de los archivos de este proceso […]».
«[…] la escalera de madera no aclaraba nada. K. advirtió que cerca de la subida había un cartelito y corrió a verlo. Estaba escrito con mano torpe. La inscripción decía: «Escalera de los archivos judiciales». Así pues, los archivos de la justicia se encontraban en aquel hórreo […]».
«Es muy posible que ninguno de nosotros sea de corazón duro, inclusive estaríamos dispuestos a brindar un favor a quien lo necesitara; pero, en calidad de empleados de la justicia, aparentamos a menudo que somos de mal corazón y que no queremos ayudar a nadie».
«[…] asimismo es posible comprender algo y engañarse a un tiempo acerca de lo mismo».
¿Qué es una paradoja?
La Wikipedia recoge en una de sus acepciones, muy acertada ciertamente,
la respuesta a la pregunta: «Una paradoja es una proposición en apariencia
falsa o que infringe el sentido común, pero no conlleva una contradicción
lógica».
Pues si algo ha conseguido crear el autor, Robert A. Heinlein,
con este título de su propiedad es un auténtico relato corto paradójico en sí
mismo.
Es un relato tan breve y tan bien pensado que
explicar parte de la trama conllevaría a un destripe brutal de la misma y os salvaré de tamaño desproposito.
«Una puntada al Tiempo salva a nueve mil millones».
La idea es tan buena que fue llevada con bastante fidelidad
al cine en 2014, en la película «Predestinación» (Predestination)
protagonizada por Ethan Hawke.
No obstante, la primera vez que conocí de esta obra fue como un breve resumen en otro libro que abordaba los viajes en el tiempo desde una óptica científica. El artífice de dicha obra es el profesor J. Richard Gott, experto en matemáticas, astrofísica y divulgador científico.
En su libro, Los viajes en el tiempo, explica grosso modo la historia que
trama Heinlein en torno a su relato y, de paso, nos explica en que consiste la
autoconsistencia temporal —no tiene desperdicio—.
«¡Soy mi propio xxxxxx!» (no spoilers)
Y si a alguien le resulta paradójico que lleve tantos
párrafos escritos y que no haya explicado nada del relato de Heinlein en
cuestión no debe azorarse ni achacarlo a alguna clase de descuido…
Simplemente, quedan, todos ustedes zombies, avisados de que estamos
rodeados de efectos temporales perturbables, nómbrese como paradojas temporales, aforismos ocasionales o entradas de blog inconclusas.
«No dejes para ayer lo que puedes hacer mañana».
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de AquiescenciaUn desconocido entrega un paquete con una llave a una pareja con la siguiente condición: si abren la caja y presionan el botón que hay dentro un desconocido morirá y ustedes recibirán 50.000 dólares.
¿Apretarías ese botón?
«[...] Cuánto más admirables les parecerían las modernas ciudades con calles de cien metros de ancho, con casas de trescientos metros de altura, a una temperatura siempre igual, con el cielo surcado por miles de aerocoches y aeroómnibus».
«[...] Dos minutos después, sin que hubiese recurrido a la ayuda de ningún sirviente, la máquina lo depositaba, lavado, peinado, calzado, vestido y abotonado de arriba abajo, en el umbral de sus oficinas. La ronda cotidiana iba a comenzar».
«—Hay siempre un baño preparado en la mansión y ni siquiera tengo que molestarme en ir a tomarlo fuera de mi habitación. Mire, con sólo tocar este botón, la bañera va a ponerse en movimiento y la verá presentarse ella sola con el agua a la temperatura de treinta y siete grados».
«Gracias a un ingenioso sistema, una parte de esta publicidad se difunde en una forma absolutamente novedosa, debida a una patente comprada al precio de tres dólares a un pobre diablo que acabó muerto de hambre».
«[...]—Perfecto. ¿Y este asunto del asesino Chapmann? ¿Ha entrevistado a los jurados que deben presidir la audiencia?—Sí, y están todos de acuerdo en la culpabilidad, de modo que el caso ni siquiera será expuesto ante ellos. El acusado será ejecutado antes de haber sido condenado… —¿Ejecutado… eléctricamente?—Eléctricamente, señor Benett, y sin dolor… se supone, pues aún no se ha dilucidado este detalle [...]».
«A fines del siglo XIX, ¿no afirmaban ya los científicos que la única diferencia entre las fuerzas físicas y químicas reside en un modo de vibración, propio de cada una de ellas, de las partículas etéricas?».