«El fin del mundo requería tiempo para producirse, y el tiempo, pensó Susannah, se aplicaba en la labor con la parsimoniosa habilidad de un maestro torturador, capaz de matar rápido o despacio pero siempre con un dolor atroz»
El poder de la brevedad en un relato ganador del premio Locus 2018 y finalista, en el mismo año, del premio Hugo.
No es para menos, en menos de 10 000 palabras, Nagata destila las esencias vitales de la humanidad tales como supervivencia, anhelos, tecnología, desastres planetarios y extraplanetarios… y nos los arroja a la cara.
«Somos una especie brillante […] .Valientes, creativos, generosos… pero solo como individuos. En grandes números, fracasamos siempre».
La autora, residente en Hawái, presumiblemente ha vivido en más de una ocasión la fuerza devastadora de la naturaleza y ha aprovechado esa proximidad a los huracanes para relatarnos en un tono epopéyico el relato de una especie humana cercana al fin de su colapso como civilización.
Había una vez, un obelisco…
«Había empezado a considerarlo su propio monumento, y a verse a sí mismo como un Ozymandias cuya obra estaba condenada a olvidarse […]».
Pero la historia no va de un gran todo, de una enorme y compleja sociedad, pues no hay espacio físico para desarrollarla. Nagata nos embarca en un proyecto pequeño, la construcción de un obelisco, un recordatorio de una especie próxima a su fenecimiento… ¿o tal vez no?
Y es esa duda la que se erige altiva tal obelisco, pues si hay algo de especial en la especie humana es, sin lugar a duda, esa capacidad inasible llamada esperanza.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
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