«La felicidad es la eterna búsqueda de los necios. Cuando observéis a un necio con un pedazo de fugaz alegrÃa desconfiad, pues el necio nunca queda satisfecho de su inacabable necedad».
NUTLA.
Cuando uno abandona los alegres años de la pubertad y comienza a adentrarse en esa jungla mal llamada "edad adulta" comienzan esa otra clase de miedos: el abismo insondable a la muerte, la innombrable enfermedad, el adiós a los padres, a la decrepitud, el vacÃo de la existencia o la siempre omnipresente soledad.
En momentos como esos entiendo a todas esas personas cobardes que deciden acabar con su vida en un pequeño hálito. Como quien corta la raÃz de una planta.
Hoy estaba en mi casa, vinieron unos amigos a comer. HacÃa casi un año que no invitaba a nadie a comer a mi casa. No desde la ruptura con mi última pareja "seria". Trajeron a sus niños. Los pequeños me dejaron la casa llena del barro de la calle. Y cuando se fueron habÃan dejado todo el suelo sucio de pisadas, de galletas roÃdas, habÃan dejado mi casa llena de pedazos sucios de vida. Esa vida que no sabemos apreciar de pequeños, y que al llegar a la edad adulta se convierte en una pesada losa. Leà en una ocasión que las personas pesimistas, en muchos casos, lo son por culpa de un gen tarado. Yo no sé si tendré ese gen tarado, pero hace tiempo que no pienso en un futuro prometedor, en un futuro feliz.
Y me puse a borrar esas pisadas. Entonces recordé las alegres caras de los niños mientras corrÃan de un lado a otro por mi casa. Y comencé a derramar lagrimas, sin darme cuenta, sobre las pisaditas de barro y polvo dibujadas en el suelo. Seguà frotando y frotando, porque querÃa que estuviera limpio, por ese fanatismo estúpido a la limpieza, como si la limpieza del suelo pudiera borrar la profunda suciedad instalada en mi corazón, #FromTheBottomOfMyHeart, y con esfuerzo, poco a poco, fui borrando ese paso de vida por mi casa desolada.
Pensaba que el trabajo fÃsico me habrÃa ayudado. Siempre pienso que tengo algo de bipolar, al ver el suelo tan limpio reÃ, comencé a reÃr con muchas ganas. ¡Qué bien!, pensé, una crisis más superada. Todo se puede superar con limpieza y esfuerzo. Me reincorporé, y al girarme, en el marco de mi ventana, vi una pequeña mancha; algo asà como un extraño punto negro. Al principio pensé que serÃa algún otro regalo de los niños, otra pequeña muestra de esa vida tan ardiente, tan preciosa, tan sucia.
Pero al acercarme me sorprendà al descubrir aquel objeto extraño y atÃpico. No era ninguna mancha, era una pequeña araña. Desde siempre las arañas me han dado mucho asco, y miedo también, desconozco el porqué, pero siempre ha sido asÃ, por más y más pequeñas que sean. Y sin embargo ese pavor irracional lucha con otra convicción que se ha ido adueñando de mi en los últimos tiempos: no soporto matar a ningún ser vivo. Incluso me da pena matar a las cucarachas que de vez en cuando veo en el trastero de mi casa. Una pena inmensa se adueña de mi cuando por algún motivo me obligo a mi mismo a matar a uno de esos pequeños seres, a esas minúsculas vidas, que por un azar el destino las ha interpuesto con su verdugo. Yo.
Y esa tarde, cuando observaba a esa pequeña araña en el marco de mi casa... Cruzó por mi mente un pensamiento fugaz, aplastarla con un pequeño trozo de papel. Juro que esa era mi intención, pero no llegué a coger ni siquiera un pedazo, porque me acerque a ella, a pesar de mi asco, de mi miedo, y la vi agazapada. Hubiera podido jurar que el insecto sabÃa de mis intenciones, que tenÃa miedo. Era una pequeña vida que yo iba a sesgar de golpe. Tan fácil como coger un papel de cocina, y aplastar esa minúscula vida contra el marco de la ventana, hacerla desaparecer en la incomprensible fugacidad de la existencia.
Y me puse a llorar de nuevo. Estuve llorando una hora en la penumbra de mi comedor. Aturdido, sin saber en qué pensar, sin poder decidirme a matar a la pequeña araña en el marco de mi ventana.
Y no pude hacerlo. No pude matarla. Al menos no esa tarde.
Dejé que se escondiera, que se marchara de mi vida.
Y pensé en la araña, ¿sentirÃa ella realmente miedo? ¿se agazapó ante mi como hago yo con la vida?
Es horrible tener miedo a la muerte pero es más estúpido todavÃa tener miedo a la vida.
Por NUTLA.
Pero lo realmente importante: La negatividad os hará libres
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia