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domingo, 28 de abril de 2019

«Cuando el diablo se mezcla en los asuntos humanos para arruinar una existencia o trastornar un Imperio, es muy extraño que no se halle inmediatamente a su alcance algún miserable al que no hay más que soplarle una palabra al oído para que se ponga seguidamente a la tarea»

A través del tiempo, de los ecos que conforman las palabras, se reproducen situaciones similares en distintos continentes y épocas.
¿Cómo podrían quedar unidos, por los ecos de las palabras, un poeta español y un novelista ruso?
No tiene sentido esta introducción sin saber el tema del que tratamos.


Federico García Lorca, uno de los mejores poetas españoles, escribió en 1920 unos versos acerca de su amigo Satanás, un ser que nos ha visitado a todos en algún momento. El diablo es noble con sus conocidos, a pesar de sus muchas excentricidades y que, siempre se espera de él, cumpla su palabra, más no debe el incauto contraer deuda alguna con  semejante amigo, se cobrará muy cara la deuda si no se paga a tiempo, ya sabemos todos a que me refiero.

Nos pondremos en situación con la poesía del poeta español Federico.
Cita de Prólogo (Federico García Lorca), 24 de julio de 1920:
«Además, Satanás me quiere mucho,
fue compañero mío
en un examen de
lujuria, y el pícaro buscará a Margarita
me lo tiene ofrecido.
Margarita morena,
sobre un fondo de viejos olivos,
con dos trenzas de noche
de estío,
para que yo desgarre
sus muslos limpios».

En 1920, este amigo común y Federico, trasnochaban juntos, pero mi asombro viene, no al descubrir la cantidad innumerable de amigos comunes atesorados por Satanás, sino los versos que susurró a Federico; palabras sobre él, Satanás, y la misteriosa Margarita, una beldad morena de trenzas de noche.
¿El diablo y Margarita? El asombro, revisitando mis propias incursiones lectoras con nuestro amigo común, me condujo hasta la lejana Rusia, país de almas escépticas en la galería diurna pero de poderosas inclinaciones teológicas en la onírica pasarela nocturna, el viaje concluyó en un autor maldito, maldito por ser demasiado brillante y, maldito, por ser demasiado ingenuo, me refiero a...
Mijaíl Bulgákov. El escritor ruso comenzó, en 1928, la escritura de una grandiosa obra de la literatura, El maestro y Margarita, el libro, auspiciado sin duda alguna por los susurros incesantes de Satanás, su mejor lector, incluye a nuestro amigo común como personaje de la trama, quien se presenta en Moscú donde realiza un sinfín de fechorías y, en ese camino de perversión, trastoca la vida a un grupo de personas.
¿De dónde sale mi asombro? ¿A dónde nos conduce esta cháchara? Señalo algunas pistas que se remueven inquietas en mi cabeza.

Federico García Lorca
Prólogo.
Poesía.
Margarita y Satanás.
¡España!
Mijaíl Bulgákov
El profesor y Margarita.
Narrativa.
Margarita y Satanás.
¡Rusia!

Y, tal novela de misterio, nuestro amigo común, el soterrado Satanás rey de todos los infiernos, se nos descubre como el nexo común entre ambos textos además de la bella dama.
¿Casualidad? Mi asombro no sería tal, una simple coincidencia metafórica y de personajes, después de todo la flor de la margarita puede simbolizar la virginidad, la pureza, denostando a la celebérrima rosa, ya demasiado gastada por muchos versos y, en consecuencia, ambos genios, Federico García y Mijaíl Bulgákov, usaron la margarita en detrimento de la otra, pero no, mi desconcierto aumenta, pues no nace de la etimología poética de la evocada Margarita, es su descripción física, ¡morena y con trenzas de noche!, es esa descripción la que sacude con fuerza algunos recuerdos en mi frágil y escurridiza memoria, recuperar sin éxito aquello que se le escapa a uno. Acudo, en mi intento de salvación, al otro demonio, San Google, él me dirá lo que busco.

Cita de El maestro y Margarita (Mijaíl Bulgákov):
«Era inteligente y hermosa y aún añadiríamos algo más [...] Margarita Nikoláyevna era una mujer de treinta años
[...] La Margarita de treinta años veía reflejada en el espejo a una mujer morena, de unos veinte años, con el pelo ondulado.
[...] A la luz de la luna su cabello era blanco, formando en la nuca una trenza que flotaba en el aire».

¿¡Margarita morena con trenzas de noche a la luz de la luna!?
Demasiada casualidad para tan poco lector. Si existe alguien, con mayor entendimiento, alguien que pueda esclarecer luz sobre el asunto, bienvenido será a este lugar.
Amigo común, ¿dejarás, en algún momento, de susurrarnos tus excentricidades al oído? ¿Dejarás de reírte de tus esclavos? ¿De plagiar y repetir la misma tonadilla en unos y otros?
Aunque seguiré pensando que los caminos de Satanás son inescrutables, ciertamente Satanás, debemos rendirte homenaje por unir a sendos artistas en estos ecos de metaficción.
Debo advertir (el yo escritor) que quizá resida una mentirosa palabrería en todas estas afirmaciones, o tal vez sean mentirijillas fruto de los susurros de nuestro amigo común.
Lo sé todo. (susurra...)
La anterior frase, atribuida con entereza al señor Satanás rey de todos los infiernos, cae en mis oídos igual que se desliza, después de leerla, en vuestros ojos. Del resto de temas, casualidades, plagios, mezquindades y lecturas prohibidas... mejor las dicte el diablo en otro momento.

93% imaginación
7% realidad
Pero es ese 7%
lo que realmente importa



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 5 de agosto de 2018

 «Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa.
Algún día espero leerlo»

Lela afirmaba que ninguna persona sin estudios universitarios debería escribir, puesto que tal persona, poco menos que inculta, no poseería el suficiente conocimiento, ni sensibilidad, ni atino, para transmitir con palabras lo que debería ser contado solo por algunos pocos elegidos. Mi amiga Lela pensaba, y lo pensaba fehacientemente, que esos elegidos, entre los que ella se encontraba, debían hallarse en universidades privadas o encontrarlos en premios literarios de renombre. Debían poseer algún título de alta alcurnia, tal como un master o un doctorado en filología, periodismo o literatura comparada; ese bagaje literario, de títulos y parabienes reglados, formaría, según me explicaba, una cuna de neoliteratos de altísimo nivel que darían forma a una literatura de alta calidad que asentaría el modelo para las futuras generaciones del siglo entrante.

—Pero Lela, amiga mía, quieres decir con eso, que yo, sin estudios universitarios, ¿no debería escribir?

Ella me miró condescendiente, sonrío, mostró una sonrisa afable, la misma que hubiera dirigido un adulto a un niño que hubiera hecho una pregunta absurda.

—Sergio, te haría un flaco favor si permitiera que soñaras con ello.
—Pero me gusta escribir, ¿no crees que podría...?

Me atajó con premura adelantando su mano derecha, en un gesto realizado sin brusquedad pero imperante.

—Dime un solo escritor de renombre —apuntilló levantando el dedo índice—, que no haya tenido estudios.

Marché muy triste a casa, yo sabía cómo opinaba ella, pero era la primera vez que me exponía su pensamiento en primera persona, siendo yo la diana de sus elitistas disquisiciones morales. Entonces, aquella noche, acuciado por la desazón que me producía mi propia mediocridad, mi poca cultura, y, porque no decirlo, avergonzado de mi bajo estrato social, me puse a ojear internet, el recurso de los pobres, intentado encontrar una lista que pudiera, con mis escasos conocimientos, rebatir el argumento de mi querida amiga.


El resto, ya no es un relato, es un recopilatorio de personas sin estudios universitarios finalizados que consiguieron labrarse un nombre en el mundo de las letras...

·     Mark Twain. Dejó los estudios a la edad de 11 años.
·     Julio Cortázar. No acabó la universidad, la dejo pasado el primer año. Tenía que cuidar de su madre.
·     Charles Bukowski. No finalizó la universidad.
·  José Saramago. No finalizó sus estudios, sus padres no le podían pagar la escuela.
·     Roberto Bolaño. Nunca terminó la secundaria. 
·     Jack London. Abandonó la universidad pasado el primer año. Nunca se graduó.

Y tantos otros...

Antes de dar por finalizado este relato, me gustaría apostillarlo con una frase:

«Para que tu luz brille, no es necesario apagar la de los demás».




Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 11 de febrero de 2018

«La palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos.
La palabra es lo que nos salva»


Estimados,

Adoro las palabras, eso es algo que ya muchos intuíais hace tiempo, y ahora gracias al inestimable YouTube plasmamos en el canal que poseemos en dicha red social, una serie dedicada a una palabra al día.


Hace poco la RAE (Real Academia Española), una de las tantas academias que regulan el uso del idioma español, aceptó entre sus vocablos la palabra «palabro».

Me alegré mucho, ya utilizaba el término palabro hacía mucho tiempo, herencia de un ser muy querido que ya no tengo aquí conmigo.

En estos nuevos vocablos aceptados de facto -es decir, aceptados por el gran uso que se les confiere en la realidad- la academia realiza hincapié en que «palabro» es un término coloquial y que su uso queda restringido a ciertos ámbitos.

Quiero recalcar que no es por ello menos importante que otras palabras, al contrario, pues tendemos a pensar que solo las organizadas en el grupo de las cultas son las correctas, sin embargo, es esta palabra vulgar -nada que ver con inculta, pues vulgar proviene de vulgo, que significa el conjunto del pueblo- y coloquial la que muestra, como tantas otras, la verdadera esencia de nuestros sentimientos.

La literatura como arte de expresión busca precisamente eso, aunar las letras para poder acariciar así nuestros sentimientos, cavar en lo más profundo de nosotros para encontrar la veta de nuestras emociones.

Hemos nacido para sentir, somos seres sintientes, despreciar esas palabras, sería despreciar una parte de nuestra herencia que, al menos para mí, sería muy triste perder.

Espero que disfrutéis con todas las palabras y palabros que os traeremos.

¡Qué riais, penséis, os emocionéis y, por que no... lloréis!

La vida es emoción.

Abrazos, estimados.
«Palabras y palabros, ¿qué haríamos sin ellos?»




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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 20 de agosto de 2017

«Este ensayo lleva escrito desde el 19 de agosto de 2015. Desconfío de las opiniones fuertes, incluso de las mías, pues son creencias arraigadas que deben ser revisadas para no esclavizarme a ellas»
S. Bonavida Ponce


Me encantan las palabras, me sería difícil escribir lo contrario. No importa en que idioma estén dibujadas, las adoro, me atrapan poderosamente mientras quedo hechizado por su magia, por los duros o suaves trazos, por las formas que describen mientras mi mente se devana en pensar en el correcto significado de lo leído.
Muchos de vosotros ya me conocéis de hace tiempo, escribo en castellano, es mi lengua materna, me es imposible pensar en otra, pero poseo una tipográfica promiscuidad y me sorprendo a mí mismo emocionándome al acercarme a otras grafías escondidas en diferentes idiomas. 
Al hojear novelas en inglés -son pocas, pues mi dominio de dicho idioma es básico- soy muy feliz cuando descubro esa nueva forma de decir algo que ya sabía escribir en castellano. ¿Es cierto, 'Old Sport!'?, escribía el maestro F. Scott Fitzgerald en su inmortal obra El Gran Gatsby, pero 'Old Sport' no suena igual que 'Compañero' aunque muchos me diréis que la traducción más correcta hubiera sido 'Camarada'. No importa este detalle, pues se busca, en la traducción, la complicidad con el lector nativo.
También descubro con regularidad en catalán, mi segunda lengua, palabras extrañas y mágicas como xiuxiuejar -susurrar- donde el uso de las equis me evoca la acción de dos adolescentes acercándose uno al oído del otro para comunicarse mensajes de cariño entre susurros. En estos tiempos, en los que hablar con cariño a favor del catalán encuentra resentimientos, yo me apeno mucho por ello, ¿en que momento aprender otros idiomas fue algo malo? ¿No existe toda la cultura de la humanidad gracias a la existencia de esta maravillosa biodiversidad lingüística?
Por este motivo me fui lejos, cansado del odio que respiraba a mi alrededor, intentaba alejarme de la negatividad de mi entorno, pero descubrí que el odio, al igual que el amor, está presente en todos los lugares, no importa cuán lejos vaya uno. En ese viaje marché a tomar clases de inglés durante mis vacaciones a la apacible ciudad de Cardiff, y si todavía poseía alguna duda, allí redescubrí mi amor por las grafías. Éramos en clase un grupo heterogéneo, formado por procedencias dispares en un curioso elenco de personas: dos chicos y dos chicas de arabia saudí, un chico taiwanés, un surcoreano y un hombre de España al igual que yo. En los descansos, entre clase y clase, aprovechaba para pedirles en inglés si podían escribirme alguna palabra en sus respectivos idiomas. Entonces me maravillé -de nuevo- con mi atracción por las letras, intuida ya hace tiempo; me emocionaba el leer las suaves formas árabes, escritas sinuosamente como las propias dunas del desierto, tan lejanas y extrañas para mí; también quedé maravillado con la pulcritud del elaborado trazo de los caracteres coreanos, toda una amalgama de composiciones lineales fundiéndose las unas con las otras y, al igual que el árabe, de ignota comprensión para mi esforzada mente. ¿Y qué decir del japonés, el chino o el ruso?, tal cantidad de nuevos carácteres, tan distintos a los que conozco, me parecieron hermosos. No podría en toda una vida descubrir los recovecos ocultos en cada uno de esos idiomas y en los significados ocultos que los albergan.
Después de las anteriores líneas, apareció en mi mente una palabra cercana. ¿Qué decir de mi amada Aquiescencia? Esta amante fiel, tierna, cariñosa, la que con su toque tranquilo me ha proporcionado paz en estos últimos tiempos. Un tranquilo lugar donde permanecer a salvo de la negatividad, esta última, lejos de ser maligna, se crea cuando la ausencia de empatía me rodea y la luz se aleja, la confusión crea sombras, y esas sombras albergan en su interior una dañina oscuridad. Sí, soy un niño asustado de la oscuridad, que no sabe encontrar el camino de vuelta a la maravillosa claridad escondida entre los pliegues de las nubes.
Pero entonces las releo de nuevo, tantas, tantísimas otras palabras, y recupero ese sentir empático: Amor, entropía, empatía, psique, cognitivo, enmienda, beso, parentesco, mágico, musicalidad, entelequia, física, ecuánime, valoración, pulso, emotiva, brabucona, advenediza, timorato, allende con aquende, bosque, mimetizar, hechizar, gurrumino, adalid, quimérico, ucronía, distopía y utopía, abstracto, perfecto, tierno...
En un tranquilo lugar de aquiescencia, al igual que en un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no nos tomamos muy en serio. Únicamente los juegos con las etimologías, con los significados, con las acepciones de nuestros estimados palabros importan. Pues si algo he aprendido al formar parte de esta especie, la única en este planeta que ha desarrollado algo abstracto y mágico como es la palabra, es la importancia de la comunicación. ¿No me servirán -ellas- para representar nombres, sueños, lugares, tiempos, números e infinidad de muchas más ideas de las que podría listar en estas pocas líneas? Claro que sí. Además, en su excelsa amabilidad, ellas me permiten construir esta inacabable pregunta retórica; la cuál, me lleva a realizarme una nueva pregunta, una que realmente si me importa...
¿Qué es para mí una palabra?
Es aquello que me permite transformar la emoción interior en algo superior; la unidad mínima que me permite empatizar con vuestros sueños y convertirlos en propios. Sin ellas carezco de esencia. Por eso las respeto, las tolero y las amo, pues realizando este simple gesto consigo encontrar amor.

Afectuosos saludos.



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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 21 de mayo de 2017

«Aprenderás a escuchar en todas direcciones y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser»

Estimados,

permitidme traer a colación en el relato de hoy, un poema que posee especial significancia para la mayoría de seres que conformamos este pequeño lugar.

Lo encontré hace años, vagando en alguna página de internet, y era atribuido al poeta Walt Whitman.

Sin embargo, al buscar más información sobre el poema, la autoría se desvaneció como humo. En su libro, «Las hojas de Hierba», el cual contiene todos los poemas de Whitman, este que os narraremos a continuación, no aparece.

Existe la teoría, que alguien mezcló frases de Whitman a raíz de la película «La sociedad de los poetas muertos» o «El club de los poetas muertos», según la traducción que se haya escogido de la cinta en vuestro país.

La unión de esas frases alumbró este recopilatorio. Con mucha seguridad, otras frases de otros muchos poetas, han sido incluidas en el texto sin cita alguna.

El nombre del coleccionista anónimo, quedará con toda probabilidad imposible de establecer, y el misterio perdurará impasible al paso del tiempo.

A pesar de no poderos citar al autor, me urge mostraros la belleza de las palabras contenidas en el texto.

Permitidme, ahora sí, que os lea este maravilloso poema.

Por cierto, me olvidaba, el título es: «No te detengas»

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron,
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros: Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas …


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 1 de enero de 2017


«Nuestra naturaleza 
es movernos,
no detenernos,
cada cambio es:
vida, luz, amor»
UTLA

Estimados aquiescentes,

En esta ocasión queremos traeros un regalo especial que nos hizo PSC, un ser aquiescente, repleto de sabiduría, bondad y amor.

PSC me regaló una estrella de la constelación Osa Mayor (Ursa major) en muestra de su afecto. ^_^

*******
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Permitid a vuestra estrella brillar y mantened vuestra luz interior aún más luminosa.

Gracias PSC por este maravilloso regalo.


«Solo existe el amor»

Abrazos estimados.


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 22 de mayo de 2016


Tesis Doctoral: ¿Se puede emborrachar un zombi?

Gracias a mi tutor, el profesor Igres Rubyhigh de la prestigiosa universidad de Ohio (UOC: University Ohio Country), por su paciencia, dedicación y aliento.

Los actuales estudios demuestran que después de la muerte cerebral, el cerebro de la persona infectada (de aquí en adelante zombi) comienza a reactivarse de nuevo. Sin embargo, un fuerte proceso de anoxia (falta de oxígeno) reduce drásticamente la actividad cerebral en el zombi. Para mayor complicación, las células nerviosas quedan atrofiadas, deteriorando gravemente la comunicación del cerebro con el resto del cuerpo.

Debido a esto, los zombis quedan inmunizados al dolor y con los reflejos motores muy debilitados. No son ciertas algunas aseveraciones, las cuales afirman que los zombis pueden correr, esto es completamente falso, puesto que la parte motriz del cerebro queda tan dañada después del fallecimiento, que apenas pueden caminar. La poca oxigenación, el debilitamiento celular y la atrofia muscular les impiden realizar acciones de manera rápida. Al emitir menos oxígeno hacía el cerebro, su ritmo cardíaco se decelera considerablemente.

El cerebro es el principal instrumento motor en un cuerpo humano sano, actúa enviando miles de señales por segundo a todo el cuerpo. Las conexiones neuronales son básicas para el aprendizaje y la coordinación motora. Está demostrado que las neuronas reaccionan negativamente ante el alcohol, puesto que dicha sustancia bloquea la comunicación de los axones.

Sin embargo, en un cerebro zombi, la actividad cerebral disminuye en un 80%, tan solo el lóbulo frontal y el hipocampo quedan mínimamente activos. Es por ello que los zombis no recuerdan nada. Tan solo conservan el instinto de supervivencia básico activo en el lóbulo frontal.

Debemos recalcar que las escasas neuronas de un cerebro zombi, por pocas que sean, siguen funcionando igual. Los impulsos eléctricos se transmiten a través de las dendritas y estas comunican los impulsos al resto de neuronas.

El alcohol interfiere con los receptores del hipocampo, esto a su vez, entorpece las señales entre él y las neuronas.

Los experimentos efectuados en zombis capturados, arrojan los siguientes resultados. El cerebro zombi se «emborracha» de igual manera que un cerebro sano. Es decir, ambos cerebros quedan afectados de igual manera ante la ingesta de alcohol. Sin embargo, debido a que el cerebro zombi funciona en modo «reducido», los efectos son prácticamente inobservables, debido a las ya mencionadas dificultades sinápticas y neuronales. Es por ello que el estado de un cerebro zombi «emborrachado» no dista mucho del cerebro de un zombi sobrio.

Las conclusiones son:
Un zombi se puede emborrachar, no obstante, el efecto de la borrachera es inapreciable, puesto que sus habilidades motrices y neuronales se encuentran muy reducidas.


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

martes, 8 de diciembre de 2015


«Transcripción dedicada a mi amigo Jordi».


Hace años, cuando era apenas un mocoso, vivía en calle Argimon.

Ahora no reconoceríais la zona, porque el antiguo parque de las palmeras fue derruido para construir un inmenso túnel, ese que conecta el barrio de Alfonso X con el barrio de Horta.

En aquel tiempo, delante de mi casa había un enorme descampado. Tan lleno de arena que cuando llovía se tornaba fango. En esas ocasiones que conseguía escapar al control de mi madre, volvía a casa recubierto del pringoso material, para desconsuelo de mi progenitora.

También recuerdo que mi madre trabajaba en un colegio, quizás lo conozcáis, es ese colegio que se asemeja a un castillo y que aún a día de hoy se puede ver al pasar por la autopista.

Y recuerdo a Golfo, mi perro, cada día acompañaba alegre a mi madre al colegio donde trabajaba limpiando. Y después regresaba él solo al hogar. Al acercarse al umbral se reclinaba con su peso sobre la puerta. En aquellos inocentes tiempos no solíamos cerrar las puertas de día. Y así, con todo su peso y su gran inteligencia, entraba él solito a casa.

Era un perro muy listo.

Incluso recuerdo un día, qué sin querer, lo dejamos encerrado en casa. Y cuando toda la familia regresamos por la noche, había abierto la nevera y sacado de ella un trozo de carne, lo más sorprendente de todo, es que también extrajo un plato donde devoró aquel suculento manjar, dejando de lado el insípido pienso para perros. Nos reímos mucho con aquella anécdota.

La señora Palmira era una archidefensora de los animales. Y aunque el nombre de esta buena mujer hoy os pueda sonar extraño, en aquellos tiempos todo el mundo conocía a una vecina que se llamara Palmira. La buena mujer acogía a toda clase de animales en su casa: perros, gatos, palomas y hasta poseía bajo sus cuidados una vieja cacatúa. Palmira estaba enamorada de «Golfo». Al encontrarnos por la calle siempre me decía, «Cuídalo mucho, es un perro muy especial».

Por aquel entonces nos mudamos a un bloque de pisos, para estar más cerca del trabajo de mi madre, por desgracia, allí, no dejaban tener perros. Éramos muchos hermanos, hacinados en una vivienda moderna pero más pequeña que la antigua casa. Cuantos sacrificios por la modernidad. Y mi madre tuvo que tomar una dura decisión, tuvimos que dejar a Golfo en casa de un amigo de mi hermano mayor. La casa del amigo quedaba muy lejos de la ciudad.

Le eché mucho de menos.

Y pasaron dos semanas.

Un día, alguien rascaba en la puerta. Debía ser algún vecino, o quizás algún «paleta», esos trabajadores de la construcción que de vez en cuando venían a casa a realizar de manera desinteresada algún arreglo. Con desgana me tocó ir a abrir la puerta, y entonces me encontré delante un perro sucio, con el pelaje lleno de barro. Era golfo. Me lamió entera la cara.

Lo abracé con una inmensa alegría, dando chillidos de emoción. Salió mi madre de la cocina, mi hermana mayor de su habitación, y uno de mis hermanos mayores del comedor. Los tres no acaban de entender a que se debían mis chillidos de emoción. Hasta que nos vieron juntos.

Y en el estrecho recibidor de aquella vivienda, de aquel ingrato bloque de pisos, me giré aún agarrado a «Golfo», y les observé, observé sus vívidos rostros, eran caras de genuina sorpresa. Pero yo, a mi tierna edad, no me percataba de su disimulado malestar, de la incómoda tristeza, sólo apretaba a Golfo contra mí. El me lamía la cara alegre, despreocupado ante el trasiego familiar.

Y lo llevaron de vuelta a casa del amigo de mi hermano.

Nunca más volví a ver a mi perro Golfo.

Siempre me acordaré de él.


«93% imaginación, 7% realidad»


«Si os ha gustado esta historia, pensad que es normal, pues nada en ella ha sido inventado, tan solo omitido. El verdadero personaje, mi amigo Jordi, me la contó una noche en la cual me invitó a su casa. Me enterneció tanto, que aproveché, mientras él acostaba a su niña, a escribirla en estas pocas líneas».


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

miércoles, 24 de junio de 2015


«La felicidad es la eterna búsqueda de los necios. Cuando observéis a un necio con un pedazo de fugaz alegría desconfiad, pues el necio nunca queda satisfecho de su inacabable necedad».
NUTLA.

Cuando uno abandona los alegres años de la pubertad y comienza a adentrarse en esa jungla mal llamada "edad adulta" comienzan esa otra clase de miedos: el abismo insondable a la muerte, la innombrable enfermedad, el adiós a los padres, a la decrepitud, el vacío de la existencia o la siempre omnipresente soledad.

En momentos como esos entiendo a todas esas personas cobardes que deciden acabar con su vida en un pequeño hálito. Como quien corta la raíz de una planta.

Hoy estaba en mi casa, vinieron unos amigos a comer. Hacía casi un año que no invitaba a nadie a comer a mi casa. No desde la ruptura con mi última pareja "seria". Trajeron a sus niños. Los pequeños me dejaron la casa llena del barro de la calle. Y cuando se fueron habían dejado todo el suelo sucio de pisadas, de galletas roídas, habían dejado mi casa llena de pedazos sucios de vida. Esa vida que no sabemos apreciar de pequeños, y que al llegar a la edad adulta se convierte en una pesada losa. Leí en una ocasión que las personas pesimistas, en muchos casos, lo son por culpa de un gen tarado. Yo no sé si tendré ese gen tarado, pero hace tiempo que no pienso en un futuro prometedor, en un futuro feliz.

Y me puse a borrar esas pisadas. Entonces recordé las alegres caras de los niños mientras corrían de un lado a otro por mi casa. Y comencé a derramar lagrimas, sin darme cuenta, sobre las pisaditas de barro y polvo dibujadas en el suelo. Seguí frotando y frotando, porque quería que estuviera limpio, por ese fanatismo estúpido a la limpieza, como si la limpieza del suelo pudiera borrar la profunda suciedad instalada en mi corazón, #FromTheBottomOfMyHeart, y con esfuerzo, poco a poco, fui borrando ese paso de vida por mi casa desolada.

Pensaba que el trabajo físico me habría ayudado. Siempre pienso que tengo algo de bipolar, al ver el suelo tan limpio reí, comencé a reír con muchas ganas. ¡Qué bien!, pensé, una crisis más superada. Todo se puede superar con limpieza y esfuerzo. Me reincorporé, y al girarme, en el marco de mi ventana, vi una pequeña mancha; algo así como un extraño punto negro. Al principio pensé que sería algún otro regalo de los niños, otra pequeña muestra de esa vida tan ardiente, tan preciosa, tan sucia.

Pero al acercarme me sorprendí al descubrir aquel objeto extraño y atípico. No era ninguna mancha, era una pequeña araña. Desde siempre las arañas me han dado mucho asco, y miedo también, desconozco el porqué, pero siempre ha sido así, por más y más pequeñas que sean. Y sin embargo ese pavor irracional lucha con otra convicción que se ha ido adueñando de mi en los últimos tiempos: no soporto matar a ningún ser vivo. Incluso me da pena matar a las cucarachas que de vez en cuando veo en el trastero de mi casa. Una pena inmensa se adueña de mi cuando por algún motivo me obligo a mi mismo a matar a uno de esos pequeños seres, a esas minúsculas vidas, que por un azar el destino las ha interpuesto con su verdugo. Yo.

Y esa tarde, cuando observaba a esa pequeña araña en el marco de mi casa... Cruzó por mi mente un pensamiento fugaz, aplastarla con un pequeño trozo de papel. Juro que esa era mi intención, pero no llegué a coger ni siquiera un pedazo, porque me acerque a ella, a pesar de mi asco, de mi miedo, y la vi agazapada. Hubiera podido jurar que el insecto sabía de mis intenciones, que tenía miedo. Era una pequeña vida que yo iba a sesgar de golpe. Tan fácil como coger un papel de cocina, y aplastar esa minúscula vida contra el marco de la ventana, hacerla desaparecer en la incomprensible fugacidad de la existencia.

Y me puse a llorar de nuevo. Estuve llorando una hora en la penumbra de mi comedor. Aturdido, sin saber en qué pensar, sin poder decidirme a matar a la pequeña araña en el marco de mi ventana.

Y no pude hacerlo. No pude matarla. Al menos no esa tarde.
Dejé que se escondiera, que se marchara de mi vida.

Y pensé en la araña, ¿sentiría ella realmente miedo? ¿se agazapó ante mi como hago yo con la vida?

Es horrible tener miedo a la muerte pero es más estúpido todavía tener miedo a la vida.

Por NUTLA.

Mi hermano hubiera dicho: 93% Imaginación, 7% Realidad
Pero lo realmente importante: La negatividad os hará libres

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

viernes, 26 de diciembre de 2014


—Lo logramos doctor Falkstein —El que habla emocionado es el asiático Doctor Wung, enfrente suyo su colega y amigo el Doctor Falkstein

—Así es, estimado colega. Mañana haremos público el descubrimiento de la primera máquina de movimiento perpetuo creada por la humanidad. La Falkswung hará historia y eliminará los problemas energéticos de la humanidad.

—Llevamos tanto tiempo, pero —duda el Doctor Wung—, ¿cómo piensa encarar la presentación? Aún existen muchos... —El doctor Wung se aclara la voz, como si la siguiente palabra a pronunciar le causara un tremendo pavor— seguidores a ultranza de las leyes de la termodinámica.

—Momias desfasadas de su tiempo —chilla enervado el Doctor Falkstein mientras el notablemente asustado Doctor Wung se aclara la voz.

—Pero ya sabe lo peligrosos y obtusos que pueden llegar a ser —afirma el Doctor Wung que comienza a recordar alguna experiencia negativa— .Hace dos años, cuando presentamos nuestra tesis del movimiento perpetuo por primera vez, quemaron la pizarra donde expusimos nuestras teorías. ¿No recuerda que nos salvamos gracias a que la policía del campus andaba cerca?

—Asústese usted estimado colega. No le pienso tener miedo a unos retrógrados anclados en el creacionismo científico. La ciencia avanza, se descubren nuevos materiales y nuevos enfoques. Las Nuevas Leyes de la Microdinámica amplían gravemente las simples leyes de la termodinámica convencional. ¿No descubrimos hace diez años un nuevo material en Marte? ¿No llevamos investigando con él aplicandole fuerzas nucleares débiles y criogenización a este nuevo material que incumple todos los principios de entropía establecidos hasta la fecha? —El carraspeo furioso del Doctor Falkstein intranquiliza aún más a su colega. Al darse cuenta de ello, el Doctor Falksteins recupera su tono tranquilizador— .Por favor, estimado colega Wung, relájese un momento y permítame mostrarle un extracto de la lectura que haremos mañana ante el mundo.

El nervioso Doctor Wung se reclina en su silla y mira con apenada intranquilidad.
Los ojos del Doctor Falkstein brillan mientras extrae de su bata blanca una carta de apenas dos folios. Con una clara demostración de pasión comienza a leer:


Estimadas Damas y Caballeros,

Yo soy el Doctor Falkstein. A mi lado se encuentra mi inestimable colega el Doctor Wung.

Nuestra experiencia común es que ningún científico debería lanzarse a la praxis de la siguiente frase: "Es imposible".

Un análisis detallado de la historia de la ciencia nos acercaría a esos "imposibles" más veces de las que nos gustaría dando lugar a auténticos equívocos por la utilización tan prematura de dicha frase.
En el siglo XIX Lord Kelvin postuló el cero absoluto y muchas teorías que la humanidad agradece enormemente, sin embargo, también dispensó uno de los fiascos más grandes en ciencia al afirmar categóricamente que ningún material más pesado que el aire podría remontar el vuelo. Entrado el siglo XX la fallida predicción de Lord Kelvin ya no se sustentaba por ningún lado. Más tarde, desmentida esa tontería de la imposibilidad imposible, se demostró la posibilidad de hacer volar los materiales más pesados que el aire con técnicas alternativas, tales como propulsión, aceleración y dinámica.

En un símil con el principio de incertidumbre de nuestro colega en el tiempo, el físico Werner Heisenberg, el mero hecho de examinar la historia científica y revisar sus leyes más básicas y elementales, no nos permite garantizar su sostenibilidad invariable a lo largo del devenir del tiempo.
Es por ello, que el Doctor Wung y yo, hemos triunfado donde otros nos tildaban de locos.
Isaac Asimov hubiera estado de acuerdo con Arthur Clarke y con nosotros: "Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

El mismísimo Albert Einstein ya erró el camino vilipendiando su constante cosmológica. Creándola en una primera fase para negarla después. Su mayor fiasco, pues a todas luces, esa sería su más firme propuesta en aras de la ciencia. Pero Einstein se dio cuenta de una gran verdad, que una personalidad científica no puede vivir únicamente de conocimiento. No, Damas y Caballeros, hace falta algo más en la ecuación. El Doctor Wung y yo hemos hecho nuestra una frase de este gran genio que resume a la perfección lo que pensamos: 

"La imaginación es más importante que el conocimiento" 

Con todo este simposio, el Doctor Wung y yo no hemos querido vanagloriarnos de los errores de nuestros colegas de antaño. Estas han sido simples muestras de que la ciencia no es Dios. Nunca lo ha sido y nunca lo será. El establecimiento del conocimiento científico actual está anclado al tiempo presente. Por lo tanto se encuentra anclado a unas premisas y a unos datos que el mismo paso del tiempo se esforzará por negar. El conocimiento esta vivo, evoluciona, como ya nos lo ha confirmado la historia de la ciencia. Por eso es fácil de encontrase errado si uno no amplia las miras de su visión científica. Este camino nos ha enseñado a valorar la espistemología.

El movimiento perpetuo era una de esas imposibilidades físicas hasta hace apenas 200 años. Pero cualquier estudiante de física actual, que aplica y comprende las nuevas leyes, puede parecerle cosa de risa los enunciados totalitaristas y anclados del pasado de ciertos científicos.

Al igual que Karl Popper, el Doctor Wung y yo, afirmamos que no existen puntos de partida incuestionables, la ciencia debe cuestionarlo todo. Y por ello, la evidencia científica debería ser cauta y pronosticar de manera cautelosa sus enunciados, así pues una frase del estilo "Con el conocimiento actual eso no es posible" sería preferible a "Es imposible". 

Las imposibilidades del pasado son los logros del futuro.


Firmado Doctor Falkstein y Doctor Wung con el motivo de la presentación de la Falkswung.




entropía.
(Del gr. ἐντροπία, vuelta, usado en varios sentidos figurados).
1. f. Fís. Magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema.
2. f. Fís. Medida del desorden de un sistema. Una masa de una sustancia con sus moléculas regularmente ordenadas, formando un cristal, tiene entropía mucho menor que la misma sustancia en forma de gas con sus moléculas libres y en pleno desorden.


Ley 0 de la Termodinámica.
También conocida como el principio de conservación de energía.

Se expresa de la siguiente manera: si un sistema A está en equilibrio térmico con un sistema B, y éste sistema B está en equilibrio térmico con otro sistema C, entonces los sistemas A y C están en equilibrio térmico.

Ley 1ª de la termodinámica.
En síntesis, es el principio de conservación de la energía: La energía ni se crea ni se destruye.

Ley 2º de la termodinámica.
Postula, en líneas generales, que las diferencias entre un sistema y sus alrededores tienden a igualarse.

Es decir, las diferencias de presión, densidad y particularmente, las diferencias de temperatura tienden a igualarse con sus alrededores. Esta segunda ley también indica, en su definición de Clausius, que es imposible que un sistema a menor temperatura transmita este a otro sistema con mayor temperatura.


*NOTA*:
Este escrito está dedicado a Joseph Louis Pescu, un gran científico y por encima de todo un gran amigo. Defensor a ultranza de las leyes actuales de la termodinámica y por ello un esclavo de su tiempo, un esclavo como lo somos todos, pues nadie escapa a sus propias ataduras. Con cariño. ^_^


  
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

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