domingo, 20 de agosto de 2017

«Este ensayo lleva escrito desde el 19 de agosto de 2015. Desconfío de las opiniones fuertes, incluso de las mías, pues son creencias arraigadas que deben ser revisadas para no esclavizarme a ellas»
S. Bonavida Ponce


Me encantan las palabras, me sería difícil escribir lo contrario. No importa en que idioma estén dibujadas, las adoro, me atrapan poderosamente mientras quedo hechizado por su magia, por los duros o suaves trazos, por las formas que describen mientras mi mente se devana en pensar en el correcto significado de lo leído.
Muchos de vosotros ya me conocéis de hace tiempo, escribo en castellano, es mi lengua materna, me es imposible pensar en otra, pero poseo una tipográfica promiscuidad y me sorprendo a mí mismo emocionándome al acercarme a otras grafías escondidas en diferentes idiomas. 
Al hojear novelas en inglés -son pocas, pues mi dominio de dicho idioma es básico- soy muy feliz cuando descubro esa nueva forma de decir algo que ya sabía escribir en castellano. ¿Es cierto, 'Old Sport!'?, escribía el maestro F. Scott Fitzgerald en su inmortal obra El Gran Gatsby, pero 'Old Sport' no suena igual que 'Compañero' aunque muchos me diréis que la traducción más correcta hubiera sido 'Camarada'. No importa este detalle, pues se busca, en la traducción, la complicidad con el lector nativo.
También descubro con regularidad en catalán, mi segunda lengua, palabras extrañas y mágicas como xiuxiuejar -susurrar- donde el uso de las equis me evoca la acción de dos adolescentes acercándose uno al oído del otro para comunicarse mensajes de cariño entre susurros. En estos tiempos, en los que hablar con cariño a favor del catalán encuentra resentimientos, yo me apeno mucho por ello, ¿en que momento aprender otros idiomas fue algo malo? ¿No existe toda la cultura de la humanidad gracias a la existencia de esta maravillosa biodiversidad lingüística?
Por este motivo me fui lejos, cansado del odio que respiraba a mi alrededor, intentaba alejarme de la negatividad de mi entorno, pero descubrí que el odio, al igual que el amor, está presente en todos los lugares, no importa cuán lejos vaya uno. En ese viaje marché a tomar clases de inglés durante mis vacaciones a la apacible ciudad de Cardiff, y si todavía poseía alguna duda, allí redescubrí mi amor por las grafías. Éramos en clase un grupo heterogéneo, formado por procedencias dispares en un curioso elenco de personas: dos chicos y dos chicas de arabia saudí, un chico taiwanés, un surcoreano y un hombre de España al igual que yo. En los descansos, entre clase y clase, aprovechaba para pedirles en inglés si podían escribirme alguna palabra en sus respectivos idiomas. Entonces me maravillé -de nuevo- con mi atracción por las letras, intuida ya hace tiempo; me emocionaba el leer las suaves formas árabes, escritas sinuosamente como las propias dunas del desierto, tan lejanas y extrañas para mí; también quedé maravillado con la pulcritud del elaborado trazo de los caracteres coreanos, toda una amalgama de composiciones lineales fundiéndose las unas con las otras y, al igual que el árabe, de ignota comprensión para mi esforzada mente. ¿Y qué decir del japonés, el chino o el ruso?, tal cantidad de nuevos carácteres, tan distintos a los que conozco, me parecieron hermosos. No podría en toda una vida descubrir los recovecos ocultos en cada uno de esos idiomas y en los significados ocultos que los albergan.
Después de las anteriores líneas, apareció en mi mente una palabra cercana. ¿Qué decir de mi amada Aquiescencia? Esta amante fiel, tierna, cariñosa, la que con su toque tranquilo me ha proporcionado paz en estos últimos tiempos. Un tranquilo lugar donde permanecer a salvo de la negatividad, esta última, lejos de ser maligna, se crea cuando la ausencia de empatía me rodea y la luz se aleja, la confusión crea sombras, y esas sombras albergan en su interior una dañina oscuridad. Sí, soy un niño asustado de la oscuridad, que no sabe encontrar el camino de vuelta a la maravillosa claridad escondida entre los pliegues de las nubes.
Pero entonces las releo de nuevo, tantas, tantísimas otras palabras, y recupero ese sentir empático: Amor, entropía, empatía, psique, cognitivo, enmienda, beso, parentesco, mágico, musicalidad, entelequia, física, ecuánime, valoración, pulso, emotiva, brabucona, advenediza, timorato, allende con aquende, bosque, mimetizar, hechizar, gurrumino, adalid, quimérico, ucronía, distopía y utopía, abstracto, perfecto, tierno...
En un tranquilo lugar de aquiescencia, al igual que en un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no nos tomamos muy en serio. Únicamente los juegos con las etimologías, con los significados, con las acepciones de nuestros estimados palabros importan. Pues si algo he aprendido al formar parte de esta especie, la única en este planeta que ha desarrollado algo abstracto y mágico como es la palabra, es la importancia de la comunicación. ¿No me servirán -ellas- para representar nombres, sueños, lugares, tiempos, números e infinidad de muchas más ideas de las que podría listar en estas pocas líneas? Claro que sí. Además, en su excelsa amabilidad, ellas me permiten construir esta inacabable pregunta retórica; la cuál, me lleva a realizarme una nueva pregunta, una que realmente si me importa...
¿Qué es para mí una palabra?
Es aquello que me permite transformar la emoción interior en algo superior; la unidad mínima que me permite empatizar con vuestros sueños y convertirlos en propios. Sin ellas carezco de esencia. Por eso las respeto, las tolero y las amo, pues realizando este simple gesto consigo encontrar amor.

Afectuosos saludos.



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


2 comentarios:

  1. hola! para nosotras las palabras sirven para acariciar a quien esta lejos, consolar al triste y hacer reir a quien guste! saludosbuhos,llenos de palabras, llenos de vidas.

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    Respuestas
    1. Estimados Buhos Evanescentes,
      ¡Qué bonitos usos! Consolar y reír.
      Una ululante despedida, también con muchas palabras llenas de vida. ^^

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