domingo, 26 de junio de 2016



Se escondía tímido detrás del horizonte, mientras ella, radiante en el firmamento, lo saludaba.

El arrullo de las olas del mar celebraba un fugaz encuentro entre un chico y una chica.

«No quiero dejar el bikini en la arena», reía divertida.

La negrura de la noche, discreta amiga de todos, los envolvía en un oscuro halo de antiguos secretos, de eternos retornos.

Él, detrás de la linea del horizonte, ya se iba.

Ella radiante en el firmamento, seguía brillando.

El chico y la chica desnudos, se abrazaban, aún en el interior del mar.

Y por encima de todos, y alrededor de ese día que se iba, de esa luna brillante, y del chico y la chica aún desnudos, las lágrimas de San Lorenzo los iluminaban en un gran abrazo cósmico.

.FIN.

Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 19 de junio de 2016


—¿Dónde estáis? —la voz de Alicia reverbera distante en el inmenso túnel.

—Aquiiií —resuenan multitud de voces minúsculas alejándose de su dirección.

Esa esquiva palabra, en ese inmenso túnel, tan sólo puede escucharla Alicia, pues no existe otro ser en todo este mundo que pueda hacerlo aparte de ella.

Si nos remontamos un poco en el pasado, no nos cabría extrañar la obsesión de Alicia con esos seres. Es un encuentro largamente pospuesto durante siglos, pues los ancestros, de los ancestros, de los ancestros de sus progenitores únicamente habían alcanzado a poner nombre a aquel anhelo de su imaginación: «Strangelets».

¿Cómo podían sus mayores haber puesto nombre a seres de los que tan sólo intuían su existencia? ¿Cómo puede ponerse nombre a cosas que no se ven? A pesar de ello lo hicieron.

Desde su infancia, Alicia había sido concebida con el único propósito de alcanzar aquello que sus progenitores no habían podido conseguir por medios propios, capturar alguna evidencia de los escurridizos «Strangelets», seres infinitesimalmente pequeños, imposibles de apreciar por el ojo de sus padres. La compulsiva búsqueda, yerma de todo encuentro, propiciada por la terquedad de sus progenitores, provoca con el paso del tiempo un ansía, que cuanto más se niega, tanto más se desea. Y de esta índole, Alicia hereda esa compulsiva desazón de sus padres, (¿quizás fuera un pensamiento insensato querer saber más de su universo?).

La paradoja se suscita por el único lugar del mundo donde Alicia puede encontrarlos. Un titánico túnel de 27 kilómetros. Resulta paradójico pensar que para encontrar lo más pequeño, haga falta ir al lugar más grande. Y nuestra Alicia, al igual que su homónima del país de las maravillas, no encuentra en aquel vasto espacio a la codiciada presa, el transmutado conejo blanco.

—Atlas, querido, ¿los has visto? —la voz de Alicia, cada cierto tiempo, solicita angustiada ayuda a su compañero.

—No —el compañero de Alicia, un mastodóntico ser, escatima las palabras, tal parquedad no se debe a un desinteresado amor por su compañera, su estima por ella es de sobra conocida; tal racionamiento se debe a una excesiva meticulosidad en su trabajo, lo cual le absorbe de los demás quehaceres, tal que hablar, relacionarse, sentir.

Y nuevamente, la vieja palabra, tan vieja como el viento entre las ramas, vuelve a escucharse en la distancia.

—Aquiií —retumba de nuevo en la lejanía la legión de minúsculas voces. Y es únicamente Alicia, en su heredada maldición, la única capaz de oírlas. Una única palabra susurrada por miles de millones de pequeñas voces en constante fuga.

¿O eso es acaso lo que Alicia querría escuchar? Podéis pensar: Los túneles son engañosos, con el viento colándose por miles de hendiduras.

¿No os ha pasado que entráis a un bosque y creéis escuchar una palabra susurrada por entremedio de las ramas de los árboles? Entonces miráis en derredor, creyendo que alguien os gasta una broma, y ese alguien cuchichea palabras, pero no es así, y os tranquilizáis pensando, es el viento. Sí, es el viento.

Pero Alicia sabe que no es el viento. En este gran túnel, una construcción digna de los titanes, no hay viento; pues no hay resquicio, rendija o hueco similar por el que pueda colarse, el tan sibilino personaje del viento. El gigantesco túnel circular, que al igual que el Uróboros, se devora infinitamente a sí mismo, fue construido con una mal sana precisión quirúrgica, todo es perfecto en él, sus bóvedas, sus emplazamientos, las juntas herméticamente selladas. Aquí no hay viento. Y Alicia lo sabe.

—¿Dónde estáis? Os puedo sentir, mis papas no, pero yo sí. Mostraros. No os haré nada.

—Aquiií —pero a pesar de la respuesta, e incluso de la benévola insistencia de la presa en anunciar su localización, los seres huyen vertiginosamente rápidos. Ella sabe que no los encontrará, aunque si los puede escuchar, eso ya es mucho más que lo que consiguieron sus progenitores. Alicia es más inteligente que sus papas, posee una creencia superior acerca de los seres que persigue, y es la siguiente: «aunque los encontrara, siempre habrá otros "Strangelets" a los que dar caza, pues forma parte del ciclo infinito de desencuentros creado por la naturaleza. Sus progenitores, y quizás ella misma, se pasarán la vida buscando la eterna búsqueda del conocimiento».

¿FIN?


*Notas*:

Este relato surge de mi angustia por la pobre Alicia. Ella es uno de los cinco grandes detectores de partículas situados en el LHC.

El Gran Colisionador de Hadrones, LHC (en inglés, Large Hadron Collider) es un acelerador y colisionador de partículas ubicado en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN).

Los físicos confían en que el LHC proporcionará respuestas a la siguiente cuestión: El significado de la masa (una limitación de la ciencia actual: se sabe cómo medir la masa, pero no se sabe qué es realmente).

¿Se puede medir algo que no se sabe que es? Al parecer no sólo la teología especula con cosas intangibles.

El descubrimiento de Strangelets abriría nuevas vías de conocimiento entorno a la materia.

Un Strangelet es un objeto o estado hipotético de la materia nuclear extraña constituido por un conglomerado de dos (doblete) o tres (triplete) de quarks extraños.

En condiciones normales, el quark s (quark extraño) sometido a la interacción nuclear débil se desintegra en quarks u ("quark arriba") y d ("quark abajo").

Hubo pruebas previas durante la operación del colisionador de iones pesados relativistas RHIC en Brookhaven (EE. UU.), ni una sola vez se observó ni un solo Strangelet.

La producción de Strangelets en el LHC es menos probable que en el RHIC, y la experiencia en este acelerador ha validado el argumento de que no se pueden producir Strangelets.

Le deseamos suerte a Alicia. ^_^



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 12 de junio de 2016


Hartazgo era un monstruo grande, gordo, desgarlichado en su modo de andar a pesar de su redondez, y con unas hambrinas perpetuas.

Nadie le invitaba a las fiestas por que se comía todo.

Los pasteles, los bocadillos, los dulces, y no sólo la comida, cuando su estómago rugía, y el alimento escaseaba, empezaba a devorar el mobiliario: mesas, sillas, floreros.

—Doctor, Doctor, Doctor —preguntó Hartazgo al señor médico—, ¿Cómo dejo de comer tanto? Nadie quiere invitarme a sus fiestas.

—Para empezar, deja de mordisquear mi mesa.

Hartazgo se sonrojó. No podía detener aquella hambruna atenazante de su tripita.

—Mira Hartazguito, eres un monstruo obsesivo-compulsivo —Hartazgo no entendía nada de aquel palabrerío psicomágico—, lo que debes hacer es obsesionarte con otra cosa que no sea la comida. Por ejemplo, la lectura.

—Pero —se rascó la tripa con su uña de abrir latas en conserva—, yo no sé leer.
—Es muy fácil Hartazguito, la S con la A, SA; la A con la L, AL. Así que SAL de mi consulta y comienza a devorar letras.

Hartazgo fue a la biblioteca más cercana, y agarró un volumen de iniciación a la lectura: «Aprenda a leer con Popi». Pero no quedo ahí la cosa, después de devorar al pobre Popi, continuó con su antropófago afán literario: Dickens, Dumas, King, Shakespeare, Austen, Márquez, Matute, Eco, Allende, Lorca, Tolkien, Hugo, Murakami, Kafka, Brönte, Cervantes, Kundera, Ende...

Y dicen que al bueno de Hartazgo se le subieron las cenizas a la cabeza de tanto leer, y se convirtió en crítico literario, pues cuando había acabado con todos los volúmenes del planeta, ya no quedó lugar alguno en su ser para la compasión.

—Yo soy hartazgo, el devorador de mundos —proclamaba feroz con sonrisa bobalicona. Por suerte para Hartazgo, el buen doctor le vigilaba de cerca y un buen día le pegó tal cachetada que se le quitaron todas las tonterías acumuladas.

—Gracias Doctor —sonrío el bueno de Hartazgo—, ¿qué me sucedió?
—Pedanteríum Comunis, un mal que se da en ávidos lectores.
—¿Y ya me curé?
—Si Hartazguito, pero a partir de ahora lee solo dos libros a la semana, y relee siempre a Popi.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 5 de junio de 2016


—¿Sabe, Mr. Epstein? Tendremos que rechazar a sus chicos.

La voz de Mr. Smith reverbera en la pequeña habitación. La ornamentación de la pequeña oficina ofrece algunos vinilos colgados en las paredes. Situado a la espalda de Mr. Smith, se puede leer en unas gigantescas letras de neón la palabra «Decca Studios». Enfrente suyo, Mr. Epstein está sentado con las piernas cruzadas, esto no le impide agitar nervioso su pierna. Lentamente, baja la pierna izquierda de su rodilla derecha, y con un movimiento felino, se acerca con detenimiento la yema de su dedo índice a la barbilla.

—Entenderá, Mr. Smith, que los chicos llegaron extenuados a la audición. Por el amor de Dios, sí era el día de Año Nuevo.

—Es lamentable, todos estábamos cansados aquel día. Pero verá, Mr. Epstein, personalmente tenía dudas sobre la calidad de sus chicos. Sobre todo, ese batería...

—¿Pete?

—Sí, ese. No me convenció. El único que me gustó fue John.

—La verdad es que la voz de John es única, y las creaciones de Paul son algo increíbles. Mr. Smith, en una hora, mis chicos interpretaron quince canciones, había mucho cansancio, estaban nerviosos —Mr. Epstein relame su reseco labio con la lengua en un segundo fugaz. Su mirada, eterna compañera nerviosa, pasea rápidamente del techo a los ojos de su interlocutor—. Debe comprender todo eso, verá, Mr. Smith, estoy seguro que sí volviera a hablar con su jefe, estoy seguro que Mr. Rowe accedería a darles una segunda oportunidad.

—Si le soy sincero, personalmente nunca me gustará el batería, aunque la música de sus chicos en general es pasable. Aunque si practicaran un poco más podrían tener la calidad necesaria para Decca. Y llegados a este punto, querría hablarle de mi jefe. Mr. Rowe se tomó la molestia de escuchar integra toda la grabación. ¿Y sabe qué me dijo, cara a cara, el gerente de Decca?

—No sé, ¿qué le dijo?

—«No me gusta su música. Además, los grupos de guitarra están anticuados».

Mr. Epstein traga saliva. El pequeño ruido gutural no pasa desapercibido en la pequeña oficina. Con entrenada parsimonia, se levanta de la silla, extiende su mano derecha hacía su interlocutor y sonríe agriamente.

—Comprendo, Mr. Smith, muchas gracias por su tiempo.


*Epílogo*:
El 1 de enero de 1962, Decca Studios, una de las más grandes compañías discográficas de la época, realizó una prueba de audición al grupo musical representado por el señor Brian Epstein.
Sus cuatro chicos: Paul, John, George y Pete, fueron rechazados finalmente por Decca Studios.
A pesar del rechazo, nunca se rindieron, y hoy en día aún podemos disfrutar de todas sus canciones.
El nombre de la banda, que rechazó la discográfica «Decca Studios», era «The Beatles».




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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

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