domingo, 24 de junio de 2018



«Cebrárbol de la provincia de Colebanar»

En la mayoría de ciudades del mundo, durante el siglo XX y el XXI, pulularon por doquier los pasos de peatones. Estas pinturas rupestres permitían el trasiego de personas de un lado a otro en calles y avenidas. Similares a nuestros portales dimensionales, esas arcaicas construcciones, permitían conducirse a las personas por la simple impulsión bípeda.
Algunos arqueólogos de lo imposible rescataron un antiguo nomenclátor para estos emplazamientos, pues descubrieron para su asombro, que no en todos los lugares se les llamaba paso de peatones. En algunas regiones remotas, a esas franjas blancas, pintadas en paralelo en el suelo a equidistantes distancias, se les llamaba de otro modo: pasos de cebra.        
Los paleontólogos de lo imposible acuñaron el término Cebrístico a aquellas regiones que habían acuñado tan extraño término de origen animal a esos lugares de andadura y paso.
A raíz de esa concepción, tan metafórica, la mitología de las regiones cebrísticas, comenzaron a recrear una fauna mitológica alrededor de ellos, tal y como lo hiciera el Bosco con los unicornios en el jardín de las delicias o los griegos con su nutrido panteón de dioses y seres mitológicos.
Así nació el mito del cebrábrol.
Mitad paso de cebra, mitad árbol, un ser nacido en las inmediaciones de los pasos de cebra que, según las contradictorias leyendas, repartía buena suerte o desdichas a las personas que por su lado caminaban.
Decía el antiguo sabio, William Goodlife, que toda ramificación de una leyenda surge de una semilla de verdad.
Hace poco, en el XLI Congreso de arqueología de los imposibles, celebrado durante el día veintitrés de junio, en honor al solsticio de verano, una antigua foto, rescatada de un vetusto manual de dendrología —estudio de los árboles— captó la atención de los medios por el elemento que recogía en la página 205, con una anotación al pie: «Cebrárbol de la provincia de Colebanar» (sic).
Por primera vez se rescataba una fotografía inédita del cebrárbol del que hasta ahora se creía un ser mitológico sin realidad física. No obstante, a pesar de que el manual de dendrología ha pasado satisfactoriamente la prueba del carbono 14, algunos detractores aseguran que nos encontramos con el contenido de un nuevo facsímil, parecido al Manuscrito Voynich, del que no podemos fiarnos de su confiablidad.
El mundo queda atento a las conclusiones que extraigan los arqueólogos de lo imposible durante las próximas semanas.
Atentamente.

«Pervivo para enseñaros». 
Ignatius B.P.


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 17 de junio de 2018

«La toponimia y las significancias ocultas.
Pervivo para enseñaros»

Thor en de barra

Ha llegado hasta mí la noticia, a través de unas fotos, que el monumento Alfa y Omega de Torredembarra ya no está con nosotros. Muchos piensan que esto es debido a un plan de conservación por parte del ayuntamiento. Sin embargo, la verdad es muy diferente y se remonta eones atrás...

Empecemos por un principio, podríamos empezar por otro, pero empezamos por este:

La veraniega población de Torredembarra era antiguamente un bastión Vikingo. En el siglo XIV, un conglomerado de estas tribus con sus rudimentarias embarcaciones, arribaron desde los gélidos mares del norte hasta nuestras costas. Portaban con ellos un objeto de incalculable valor —más tarde lo explicaremos— que guardaban con todo su celo. Así pues, la original toponimia de Torredembarra no proviene originalmente del francés como muchos habían estudiado, sino de una antigua variante de una lengua escandinava. A la población, que fundaron estos valientes guerreros, le llamaron Thor, en honor a uno de los más importantes dioses de su panteón.

Con el paso de los años, los vikingos se fueron fusionando con la población autóctona de la zona y sus costumbres fueron desapareciendo gradualmente. No así, el objeto custodio que con tanto celo protegían, pasando esta información de padres a hijos.

Unos siglos más tarde, con la guerras francas de por medio, la población vecina de Barra, controlada por los franceses, se anexionó a sus vecinos de Thor. Uniendo ambas poblaciones con el paso de los años en una única urbe, que la ley franca pasó a denominar como Thor de en barra, indicando el vasallaje de la primera.

Pero de todos es sabido que las lenguas poseen vida propia y que con el paso del tiempo las palabras, las expresiones y hasta la propia lengua evoluciona. Así, no es de extrañar que el nombre de la población fuera mutando con el paso del tiempo, hasta conformar lo que hoy se conoce como Torredembarra.

A pesar de todos estos cambios, anexiones y demás zarandajas, el secreto de los antiguos vikingos se mantuvo a salvo durante años por el núcleo fuerte de las familias vikingas. No obstante, la antigua cueva de Thor, debajo de lo que hoy sería el faro, ya no era lugar seguro, pues los nuevos amos querían construir un puerto en la zona. Así, durante un tiempo, los descendientes de los oriundos vikingos transportaron el objeto a distintas ubicaciones para salvaguardarlo.

Nuestra historia llega a principios del siglo XX. En medio de la playa se construyó un monumento denominado Alfa y Omega que, como su etimología significa, representa el principio y el fin de todo. Curioso nombre que en verdad representa lo que los ciudadanos desconocían, pues en su interior escondíase el objeto que con tanto ahínco habían custodiado durante siglos los descendientes nórdicos.

El Alfa y El Omega, en verdad, portaba en su interior la séptima joya del infinito —Pero, ¿no eran seis las gemas del infinito? Ya hablaremos de ello otro día—, así, el ayuntamiento, formado en gran parte por orígenes nórdicos, y ante la señal de que se acercaba una guerra que azotaría a todo el universo, decidieron desmontar la estructura para hacer entrega del objeto místico a aquel que vendría a buscarla...

Y así fue, pero no acabó como el gran Dios Marvel se imaginó...

No contaremos el final de La guerra del infinito, pues es una historia sobre la que todavía debe escribirse mucho, pero acabada la misma, al dios nórdico Thor, que, dicho sea de paso, disfrutaba muchísimo en las costas doradas, edificó un resort con chalets y casas adosadas a pie de playa, a la que llamó «Thorina d’Or». Con su eslogan, «Thorina d’Or, ciudad del trueno, ciudad de vacaciones», instauró una floreciente industria de recreo a la que os invitamos a ir.

Os mandamos unos tórpidos saludos. ^_^




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domingo, 10 de junio de 2018

«En el meetup de letraheridos encontrarás seres que, al igual que tú, se desviven por adoptar nuevas palabras y adquirir vivencias lectores»

Arggggg...

Bendita sustancia. Paladeo su textura en el interior de mi boca. Chasqueo la lengua contra el paladar, aprisionando la pequeña y carísima onza de este divino elemento.

Ni morder, ni chupar, el secreto es paladear cada uno de  sus grumos, notar cada uno de los minúsculos repliegues que, ayudados por mi ansiosa lengua, dan forma con la saliva a esta masa amorfa de absoluta felicidad.

Baja por mi tráquea, el estómago la sintetiza y entra en mi corriente sanguíneo.

Puuumm... 
El universo se expande ante mí.
Pum, pum...

Nuevos colores, nuevos olores, incluso palabras...

Comprendelatizo la sintoística danchudanza del jooomniverso...
jooommm....
El estado zen.

Arrgggg....

—Pepito, ¡no pongas caras raras cuando comas chocolate!



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domingo, 3 de junio de 2018







abrazascos
Del lat. abrazascum.
1. m. Gram. Abrazos en frascos repletos de alegría.

Como todos los abrazos que les envío a mis amigos de @ResistenciaLiteraria. ^_^

^_^

Aupa REL. 🦗

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