domingo, 6 de noviembre de 2022



Mi mujer y yo nos dirigimos en avión a un lugar lejano e incierto. Ni yo ni mi alter ego onírico conocemos la ubicación del lugar de destino, pero nos da igual, pues marchamos con esa alegre inconsciencia de quien viaja a un lugar deseado.

Bajamos del avión y lo primero que vemos es una exposición de artistas plásticos. Paredes de granito rectangulares, más altas que anchas, y sujetas al suelo con tiras metálicas están expuestas en fila. En una de las caras se estampan obras de distintos artistas, la mayoría grafiteros, aunque hay algunas pinturas. Entonces me fijo en un cómic, sí, es una tira con personajes y bocadillos, me sorprende un monigote vestido con gabardina blanca y sombrero de idéntico color que asoma entre sus viñetas y me es familar. Al aproximarme descubro a UTLA entre las imágenes, en la primera viste de griego clásico en alguna clase de anfiteatro con rollos de pergamino en las manos, mi vista salta a la siguiente viñeta, en otra llora la pérdida de la biblioteca de Alejandría desde un barco que zarpa de un puerto en llamas, en otra se lamenta de las muertes en la Bastilla, salva un libro de la quema nazi guardándolo en el interior de su chaqueta y en la última de todas un hongo atómico cubre los límites del rectángulo.

Un guardia de seguridad nos indica que no nos paremos en medio, que nos encontramos en un pasillo de tránsito.

—Pero es mi personaje —le digo señalando a la piedra con el cómic.

—¡Ah! ¿Es usted el autor del dibujo?

—No, no. El personaje, el de blanco, es mío, pero no lo he pintado yo. ¿Sabe de quién es la pintura?

Pero el de seguridad se encoge de hombros y yo me giro para ver a mi mujer.

—¡Quizá podamos preguntarlo a alguien! —dice ella con una sonrisa pacífica y amable.

Pero nada más acabar la frase, intuyo que me quedaré con la duda de saber quién es el autor de la tira, y en ese momento la vorágine sucede de improviso, primero un vaivén lateral muy propio de los sueños, después pierdo el aeropuerto de vista, al guardia de seguridad, las paredes de granito y por último a mi mujer. Me encuentro arropado en el camastro superior de la litera del cuarto de mi infancia, un lugar que compartía con mi hermano. Estoy acostado de lado y miro hacia la puerta, esta se empieza a abrir lentamente. Imagino que en un segundo veré a UTLA entrar a tamaño real en la habitación y ese pensamiento me causa miedo. ¿Por qué debería darme miedo ver a UTLA? Cierro los ojos con fuerza mientras me repito, UTLA es solo amor, UTLA es solo amor, y a pesar de tener los ojos cerrados, en mi mente recreo la escena, que él entra con su piel grisácea y su chaqueta blanca y me abraza por la espalda, y mi yo del mundo real, acostado en mi cama, nota el tacto del abrazo en la espalda y me relajo, al fin me relajo. En esta otra cama, en este otro mundo, me despierto entre una mezcla de inquietud y amor y sintiendo el peso de la realidad en mi estómago y todavía con la sensación de ese abrazo de amor que se diluye poco a poco.



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 16 de octubre de 2022



(c) El texto de este artículo se puede encontrar en la fuente original:
Revista Letraheridas y Letraheridos agosto 2022.
Página 8.


Fue mejor

La idea básica que cualquier neófito recrea en su mente al acercarse a un libro clásico se puede resumir en una única palabra: aburrido.

En parte, esta idea nace por forzar lecturas a edades tempranas que, lejos de acercar a la literatura, alejan de ella. El estudio, en cualquier disciplina, debe ser escalonado y suave, no se puede sumar y restar para acto seguido estudiar derivadas e integrales, por ello, después de leer Los Cinco de Enid Blyton o Harry Potter de J. K. Rowling, no se puede saltar al Lazarillo de Tormes del famoso Anónimo o a la Ilíada de Homero, pues el salto ni es natural ni es gradual y provocará rechazo.

Los clásicos necesitan tiempo de asimilación, permitir que la obligatoriedad dé paso al gusto lector debería ser el objetivo de la formación. Entonces, solo entonces, cuando la persona con curiosidad decide dar un paso más allá de libros juveniles, de bestsellers y de modas actuales, y se adentra en ese inmenso mar de los Sargazos que es el mundo clásico, tal vez, y si su gusto y su tiempo se lo permiten, descubrirá que lo narrado por Tolkien en el «Silmarillion» nace en gran parte gracias a los mitos griegos, que ese libro tan complicado de leer y que dejó a medias ese autor griego, la Ilíada, se redescubre con gusto en la película homónima, «Troya», de Brad Pit.

Entonces, si tan aburridos y cacofónicos resultan ¿por qué persisten los clásicos? Existen pensamientos, los iniciales y obvios, que critican la superficialidad de dichas obras por su contexto histórico. En primaria se estudia que los griegos eran esclavistas (los esclavos eran subhumanos sin ningún derecho), clasistas (solo los ciudadanos con poder votaban) y machistas (los ciudadanos no podían ser, en la mayor parte de las «polis», mujeres).

Pero aquí no se trata de sacar a la palestra costumbres arcaicas de pueblos del siglo VIII a.C., datos que por otro lado están muy bien rescatar y conocer para recabar mayor información de lo que se lee, pero lo que se aborda, al acercarnos a textos que han sobrevivido más de 2500 años es lo siguiente: ¿qué temas tratáis para que tanto tiempo después todavía nos acerquemos a vosotros?

Un gran escritor y pensador, Italo Calvino, escribió un libro sobre la importancia de los clásicos, «¿Por qué leer los clásicos?»; al inicio de dicha obra lista una serie de definiciones, trece en total, donde explica su enfoque sobre el asunto de los clásicos. En dicho libro se alumbra uno de los mejores aforismos y más citado —en Letraheridos no seremos excepción— sobre qué es un clásico, en concreto en la definición número 6, y que cito a continuación: «Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir».

¡Qué extraña frase y cuánta verdad esconde! ¿Por qué un clásico nunca acaba de decir lo que tiene que decir? Porque el verdadero libro clásico es aquel que sobrevive a los ataques de la crítica actual, del revisionismo inútil, el clásico es inmune a todo ello, pues la historia que narra pervive en el tiempo de tal manera que se adapta y se transforma, se reinventa, se redescubren nuevas interpretaciones, incluso el lector, ante segundas, terceras y posteriores relecturas, redescubre nuevos significados en su interior y redescubre con gusto nuevos saberes adaptados a su propia temporalidad mortal.

Pongamos de ejemplo la Ilíada y tomemos como referencia base a un lector imaginario con dieciséis años que se acerca a sus palabras y que, por un azar, soporta su lectura. En sus primeras interpretaciones el temperamental chaval puede descubrir en Aquiles a un guerrero gallardo al que admira; el mismo lector, ya crecido, y a la contestaria edad de veinticinco, imaginará tal vez a Aquiles como un chulo de patio de colegio al que no soporta; a los treinta años quizá desvíe su mirada hacia la valentía del amigo Patroclo; a los cincuenta, ese mismo lector, ya casado y con hijos, admirará el esfuerzo del antagonista Héctor por sacrificarse y, de ese modo, intentar salvar a su familia y a su pueblo; a los sesenta quizá no perdone a Paris sus impulsos juveniles que acarrean una estúpida Guerra; mientras que a los setenta llorará, casi seguro, junto al rey Príamo la pérdida de un hijo…

Es solo un ejemplo, pues de cada Odisea, de cada Edipo, de cada Copla por la muerte de su padre, de cada Gilgamesh, de cada libro clásico existirán tantas visiones e interpretaciones como lectores. Esa, justamente, será la grandeza de estos libros que se pueden llamar clásicos, pues a pesar de que se puedan criticar y reanalizar con ojos contemporáneos, las personas lectoras se seguirán acercando a ellos con ánimo curioso, con enfoques intelectuales y, sobre todo, con deleite, pues no olvidemos en todo momento que un libro es escrito para ser leído. Por ello, las personas letraheridas siempre los tienen cerca, los miman y los leen con cariño.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 9 de octubre de 2022





Desde hace unos meses, Feli, NUTLA y yo nos hastaluegamos* y participamos en la Revista Letraheridas y Letraheridos. Una curiosa revista que cambia el nombre en cada publicación.

En esta ocasión, ¿en qué lugar de cálidas playas nos encontraremos?

Se nos puede encontrar en Revista Letraheridas y Letraheridos.
Abrazos, estimados.


*Hastaluegamos: en este extraño mundo de la ficción los personajes, en ocasiones, nos escondemos entre los pliegues de las palabras para pasar desapercibidios. En ocasiones eso supone un largo adiós, pero en otras únicamente supone un hasta luego. Así que esperamos que Feli, NUTLA, Ignatius y yo mismo volvamos en breve por aquí.

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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


domingo, 8 de mayo de 2022



¿Qué le sucede a NUTLA que duerme tan plácidamente?

La respuesta se puede encontrar en la tira comiteraria incluida en la Revista Letraheridos de abril de 2022.

*Una pista, tiene que ver con un dinosaurio. ^_^

Abrazos, estimados.

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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 24 de abril de 2022




Dos años después, celebramos el Sant Jordi y empezamos a levantar la mano y despedirnos de esta maldita pandemia que esperamos no vuelva más.

Para los catalanes esta fecha representa una muesca importante en el calendario, se nos esculpe desde tierna infancia, el día del libro y la rosa, una festividad donde deambulamos por las calles con los seres queridos: familia, amigos, pareja. En ese paseo las paradas de libros acogen al gentío que en masa acudimos a nuestra particular peregrinación, incluso gente que con asiduidad no lee, ese día sale a la calle y se deleita con las letras de la ciudad.

Existe una leyenda urbana sobre que cada vez se lee menos, que a los jóvenes no les interesa la lectura, pero no es lo que yo he visto en este 2022, un día de Sant Jordi con inacabables chubascos donde, a pesar de ello, las plazas culturales de Barcelona se encontraban atiborradas de personas y, sobre todo, de gente joven agolpada leyendo cómics, novelas infantiles y juveniles. ¡Qué alegría más mayúscula!

En esta ocasión, además, nos reunimos las letraheridas y letraheridos y nos damos inmensas alegrías que rellenan nuestra particular tertulia Santjordinesca y, Montse y yo, nos llevamos tres libros de los compañeros: Nimiedades de Sergio Alonso, Negra Memoria de Mireia Vancells y Palomitas de Juan Pablo Fuentes.

Una inmensa suerte poder disfrutar así de la vida y de la lectura.

¡Espero que hayáis pasado un feliz Sant Jordi!








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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 6 de marzo de 2022




Participo, una vez más, en la Revista Letraheridas/Letraheridos, una singular revista que alterna de nombre en cada publicación, ora Letraheridas ora Letraheridos, una publicación bimensual que aparece a finales de cada mes par (Febrero-Abril-Junio-Agosto-Octubre-Diciembre).

En el primer artículo, ¿Por que sí se debe leer el Ulises?, me debato con mi adversario, Sergey Bello Morte, sobre sí leer o no el Ulises de James Joyce.

En un artículo, al final, Todo está en internet, reflexionó sobre la veracidad de los datos encontrados en la red e incluyo enlaces de algunas herramientas (la mayoría gratuitas) que pone la RAE a nuestra disposición para consultar dudas lingüísticas, tales como ortografía, gramática y dudas en expresiones y fórmulas fijas.

Además, nuestro amigo Ignatius incluye una nueva Tira comiteraria, El libro más peligroso, que a los seguidores de Joyce y Woolf quizá les haga gracia (o no). El chiste, por supuesto, Ignatius nos lo deberá explicar en más detalle. O;->

Además, finalizó el II Concurso Letraheridos y el jurado emitió su fallo. En esta ocasión fui el encargado de la plica. En la revista hay una breve estadística y el título y seudónimo de ganador y accésit, así como de algunos relatos con mención de honor.

La revista se puede leer gratuitamente en digital desde el siguiente enlace:

Saludos.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 20 de febrero de 2022




La contundente palabra Nada la escogió Carmen Laforet, escritora barcelonesa, para intitular su primera novela. La obra quedó finalista en el primer premio Nadal de 1945 convirtiéndose de paso en la escritora más joven en ganarlo, tenía veinticuatro años.

La biografía de Carmen Laforet escrita por Anna Caballé e Israel Rolón-Barada recoge cómo Laforet cursó estudios universitarios en la Universidad de Barcelona y allí se hizo amiga de Linka Babecka, una joven de éxito, y con toda posibilidad la inspiración para el personaje de Ena amiga de Andrea, la protagonista.

Realidad y ficción se funden en la tira comiteraria para mostrarnos de qué manera los espejos de la existencia y de la ficción sirven para narrar situaciones y explicar a través de muchas capas la condición humana. En Nada, la autora habla —entre otros muchos temas— sobre la dificultosa relación de amistad entre Ena-Andrea y el vacío, casi inevitable, en esa etapa adolescente.

En la tira, en un ejercicio de humor casi metaliterario, más allá de la gracieta, observamos desavenencias entre hermanos, NUTLA-UTLA, y nos topamos con una broma soberbia de uno a otro. La tira aprovecha esa gran novela que es Nada para ahondar, una vez más, en la quintaesencia de nuestra condición humana, es decir, las relaciones interpersonales.

Esta tira apareció en la Revista Letraheridas y Letraheridos en diciembre de 2021.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

domingo, 16 de enero de 2022




Nuestras amigas y amigos Letraheridos celebran su segundo concurso literario.

1º premio...: 100€.
Accésit.........: 50€.

Todavía hay tiempo de enviar relatos. 
Podéis leer las bases aquí.

Abrazos, estimadas y estimados. 🤗🤠


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Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

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