domingo, 5 de agosto de 2018

 «Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa.
Algún día espero leerlo»

Lela afirmaba que ninguna persona sin estudios universitarios debería escribir, puesto que tal persona, poco menos que inculta, no poseería el suficiente conocimiento, ni sensibilidad, ni atino, para transmitir con palabras lo que debería ser contado solo por algunos pocos elegidos. Mi amiga Lela pensaba, y lo pensaba fehacientemente, que esos elegidos, entre los que ella se encontraba, debían hallarse en universidades privadas o encontrarlos en premios literarios de renombre. Debían poseer algún título de alta alcurnia, tal como un master o un doctorado en filología, periodismo o literatura comparada; ese bagaje literario, de títulos y parabienes reglados, formaría, según me explicaba, una cuna de neoliteratos de altísimo nivel que darían forma a una literatura de alta calidad que asentaría el modelo para las futuras generaciones del siglo entrante.

—Pero Lela, amiga mía, quieres decir con eso, que yo, sin estudios universitarios, ¿no debería escribir?

Ella me miró condescendiente, sonrío, mostró una sonrisa afable, la misma que hubiera dirigido un adulto a un niño que hubiera hecho una pregunta absurda.

—Sergio, te haría un flaco favor si permitiera que soñaras con ello.
—Pero me gusta escribir, ¿no crees que podría...?

Me atajó con premura adelantando su mano derecha, en un gesto realizado sin brusquedad pero imperante.

—Dime un solo escritor de renombre —apuntilló levantando el dedo índice—, que no haya tenido estudios.

Marché muy triste a casa, yo sabía cómo opinaba ella, pero era la primera vez que me exponía su pensamiento en primera persona, siendo yo la diana de sus elitistas disquisiciones morales. Entonces, aquella noche, acuciado por la desazón que me producía mi propia mediocridad, mi poca cultura, y, porque no decirlo, avergonzado de mi bajo estrato social, me puse a ojear internet, el recurso de los pobres, intentado encontrar una lista que pudiera, con mis escasos conocimientos, rebatir el argumento de mi querida amiga.


El resto, ya no es un relato, es un recopilatorio de personas sin estudios universitarios finalizados que consiguieron labrarse un nombre en el mundo de las letras...

·     Mark Twain. Dejó los estudios a la edad de 11 años.
·     Julio Cortázar. No acabó la universidad, la dejo pasado el primer año. Tenía que cuidar de su madre.
·     Charles Bukowski. No finalizó la universidad.
·  José Saramago. No finalizó sus estudios, sus padres no le podían pagar la escuela.
·     Roberto Bolaño. Nunca terminó la secundaria. 
·     Jack London. Abandonó la universidad pasado el primer año. Nunca se graduó.

Y tantos otros...

Antes de dar por finalizado este relato, me gustaría apostillarlo con una frase:

«Para que tu luz brille, no es necesario apagar la de los demás».




Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


3 comentarios:

  1. hola! fantastico relato, nos gusta todo lo que dices y tu frase final es genial!! gracias por ser y pensar diferente UTLA, saludosbuhos

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  2. Opiniones como la de Lela dejan muy claro que se puede tener estudios y decir chorradas tan grandes como la de una catedral... y de rebote que se puede no tenerlos y escribir obras maestras.

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  3. También está el caso opuesto. Personas que con el título universitario nos cuesta Dios y ayuda juntar dos letras :D.

    Un abrazo
    Isma

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