«Una orgía real nunca excita tanto como un libro
pornográfico»
«La etimología de la palabra latina, Sexus, significa literalmente cortar, la evidencia realza la separación física entre el hombre y la mujer; ese corte, también podría atribuirse a los lectores y sus libros, pues una buena lectura podría asemejarse a la orgiástica búsqueda, de mujeres y hombres, de una vida repleta de sexus».
Su primera
ocasión fue con un niño de quince años, en medio de tierra de nadie, entre las líneas
alemano-rusas de la Primera Guerra Mundial. Boris, se llamaba, el niño que le
relató la cruenta guerra entre rusos y alemanes, y el atroz hambre que
pasaba por culpa de ella. Le ayudó, durante un tiempo, a buscar las patatas
semicongeladas en aquel erial helado. Boris volvió a su casa y él lo depositó en sus recuerdos.
En su
segunda incursión, al desenfrenado mundo de los sexus, experimentó con un
burro, propiedad de Juan Ramón, no era el animal muy grande, más bien
pequeño y peludo, las hebras del pelo le brillaban como la plata, años más
tarde, convertido en adulto, todavía recordaría aquellos destellos plateados.
La tercera
vez montó a lomos de un ganso por toda Suecia, con otro niño, empequeñecido
mágicamente, y, por una vez, un trío acabó bien. Ya más crecido, en 1984,
creo, tuvo algunos problemas con su tiránico hermano mayor, George, y
sus peculiares mandamientos, una hora diaria de odio y carencia absoluta
de lo más vital. Lo abandonó rápido, aunque la corta experiencia lo dejó
agotado.
Decenas de años
después, preñados sus ojos de toda clase de experiencias, llegó
a la conclusión que la vida, sin buenos sexus entre las
manos, no era tan grata como la ausencia.
Durante su
dilatada vida devoró, probó y experimentó todo lo que pudo con todos aquellos que
hasta él llegaban.
No era en
especial un hombre creyente, más bien lo contrario, alejaba de si cuanta
teología se acercaba a su persona, por eso le molestó cuando, en sus últimas
horas de existencia, estirado en un camastro de hospital, un cura extendió
ante su rostro aquel sexus rojo con una cruz blanca estampada. Cerró
los ojos, rememoró el cantar de los cantares, una de los pocas ideas
teológicas creadas para el disfrute, después la temible oscuridad dio paso al
tópico túnel de infinita claridad y, así, pensando en sexus,
marchó liber.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
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