«A mi parecer existe una enojosa tendencia a un exceso de cultura, lo cual conlleva un rechazo a la cultura, de la misma forma que la sobreinformación suscita la desinformación»
—Buenas, ¿la oficina de desinformación ciudadana?
—Quizá.
La irresoluta respuesta
la acompaña un funcionario vestido de blanco detrás del mostrador.
—Querría preguntar una
cosa del alquiler de mi casa y...
—Disculpe, ¿solicitó hora
previa?
Arquea las cejas, ¿cita
previa?, ¿cita previa? En el lugar no hay ni un alma, aparte del funcionario y él.
—Pues no, no la saqué,
pero no hay nadie.
—Tenga. —El hombre detrás
del mostrador le extiende un papelito con una letra y un número. «X-45»
—Pero si no hay nadie.
—Insiste con la cara desesperada.
—Espere ahí. — Sin inmutarse,
el funcionario levanta la mano y señala detrás de él—. Le llamarán.
Al girar el cuello observa
por el rabillo cuatro filas de sillas, un mar de plástico azul burocrático. Se dirige
hacia allí sin decir nada, toma asiento, lanza un bufido malhumorado y cruza las
manos a la altura del pecho. La pantalla de plasma de la oficina de desinformación
muestra una extraña lista de números y letras que no parecen seguir una secuencia
concreta, A-78, M-09, I-55, E-13, R-44, D-13, letras y números que conforme pasa
el tiempo desaparecen para dar lugar a otros nuevos. Después de una corta espera
de dos horas anuncian el X-45 en pantalla. Se levanta y deja el papel en el mostrador,
pero antes de pronunciar una palabra, el funcionario se le adelanta.
—¿Algún caso de calvicie
en su familia?
—¿Cómo dice?
—¿Viene a informarse sobre
el alquiler de su hogar, cierto?
—Sí.
—El estado ha previsto
que, según real decreto POE-P-2021-4763, toda persona que acuda a una oficina de
desinformación a preguntar sobre bienes inmuebles deberá presentar un informe médico
sobre el estado capilar familiar.
—No entiendo.
El funcionario suspira.
Le dirige una mirada condescendiente.
—Las personas con calvicie
con cargas capilares-familiares están exentas de ciertos tributos, para aplicar
el desgravamen solicitamos un informe médico.
Él se encoge de hombros,
el pelo le llega hasta debajo de las orejas, tuerce la boca en un gesto elocuente
de hastío.
—Vale, pero me da igual
el desgravamen, mi pregunta...
—No puede darle igual.
La aplicación del desgravamen es obligatoria en caso pertinente. ¿Ha tenido canas
alguna vez?
—¿Qué tiene que ver
eso?
—Las canas aseguran una
longevidad capilar y no dan derecho al desgravamen.
—No, no tengo canas.
—Ya, ya veo. Para su edad
debería tener alguna. ¿Se ha hecho algún estudio capilar recientemente?
—Oiga, yo solo quería saber
sí...
—Si no responde deberé
tomar nota que rehúsa responder a un funcionario público y se le aplicará un cargo
a su consulta.
Un nuevo bufido ciudadano.
—No, no me he hecho ningún
estudio capilar.
—¡Comprendo! —El funcionario
teclea algo en su ordenador. La impresora imprime un folio con el sello del estado—.
Acuda a este centro, según le observo y con los síntomas descritos podría aspirar
al desgravamen en menos de un año.
—¿Qué insinúa? —Se lleva
la mano a la coronilla y arquea los ojos como si intentará verse el pelo.
—Si acude al centro antes
de dos semanas tendrá un descuento del 60%. Por fortuna para usted, creo que se
le podrá aplicar el desgravamen.
Asiente con la mirada
ida, lee el folio con la dirección, se rasca la cabeza y aprieta con fuerza los
dedos contra el cuero cabelludo.
—Pues... gracias.
—Gracias a usted por
acudir a la oficina de desinformación.
«Joder, yo solo quería
preguntar por unas humedades. ¿Me voy a quedar calvo?»
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Molt bo....
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