domingo, 28 de abril de 2024




La conocí en La ridícula idea de no volver a verte y después en Historias de mujeres, dos obras muy diferentes, pero igual de intrigantes. La autora me causó una gran alegría, pues, además de ser una autora popular, su prosa era todavía mejor. Su nombre, Rosa montero, y su libro poseía una relación indirecta con una búsqueda anclada en mí desde hacía tiempo: encontrar un libro de ciencia ficción de habla hispana. Había decidido alejarme un tiempo de la ciencia ficción anglosajona y buscaba un escritor o escritora oriundos en lengua castellana. ¿Era pedir mucho? Pues no. Rosa Montero nos regaló este Lágrimas en la lluvia que venía con pack de regalo. ¿Por qué? Porque la autora se adentró en el mundo de Philip K. Dick y su inquietante ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, y lo amplió, creando un personaje redondo y un mundo afín a sus inquietudes. No era el original, cierto, era mejor, al menos para mí sí lo era. Dick poseía ese estado de gracia como generador de ideas, pero no era igual de brillante en sus ejecuciones. Así, no resultaba extraño encontrar a sus fans polarizados por sus obras, incluso algunos no le perdonaban la tiranía de las tramas con giros inesperados y prescindibles, puesto que, de hecho, sus mejores novelas eran aquellas en las que el autor apenas daba importancia a la trama. Así, de vueltas con la obra, ¿Sueñan los androides…, una buena idea, una mala ejecución, se vio pronto superada por su versión fílmica, Blade Runner, que la lanzó al estrellato de la scifi. Montero hábilmente recogió ese vasto y rico mundo de replicantes, humanos sintéticos apenas diferenciables de los verdaderos humanos, con una vida falsa construida a base de recuerdos virtuales implantados, y fue más allá. Recreó el mundo de Dick, los Estados Unidos de la Tierra (EUT), e insertó a los replicantes en su tejido social, más integrados, pero igual de inadaptados, pues cualquier mundo, real o ficticio, posee parias; y después nos regaló pinceladas de otros conceptos de la ciencia ficción, otros mundos, algunos humanos y otros extraterrestres, y como una excelente jugadora de póker mezcló la baraja con todas las cartas y jugó a ver qué carta saldrá. ¿Contienen metaliteratura las lágrimas de un replicante? En este caso mucha. Esas memorias falsas insertadas en la mente de los replicantes resultaban un hábil trasunto utilizado por la escritora para hablar del acto creativo, de cómo un escritor se inserta, con plena consciencia o plena inconsciencia, en la manipulación de los recuerdos de sus personajes; ¿y si un día un personaje descubriera que toda su vida, su familia, amigos y pasado… fueran falsos?, ¿cómo se reinventaría?, ¿podría superar tamaño bache? Siguiendo ese hilo, así se sentía la protagonista de esta obra, Bruna Husky, que para mayor inri, poseía los títulos de replicante, detective y mujer; y una vida sintética y limitada —recordemos— por diseño de fábrica a vivir tan solo 10 años. Por si sus pesares fueran pocos se los repetía con cansino y acertado leitmotiv: cuatro años, tres meses, … No harían falta más explicaciones, si todavía no se leyó la obra. Las situaciones y conflictos recreados por Montero eran los propios de su época, siglo xx-xxi, pero reconvertidos en un futuro Dickiniano y un mundo fácilmente reconocible para los cinéfilos de Blade Runner. Montero tradujo la homofobia por tecnofobia, la pobreza simplemente no la tradujo, pues la pobreza resultaba igual en todos los tiempos, aunque sí cambió sus circunstancias, la lucha entre potencias la elevó del suelo a los cielos y al cosmos, y las miserias humanas, avaricia, miedo y odio, las dejó inmutables. Las buenas novelas de anticipación han jugado (y juegan) con todas esas particularidades y han injertado problemas sociales en sus tramas para hablar de lo mismo, de la contemporaneidad, de la sociedad y de las cosas que creemos que deberían ser mejores y que cuestan tanto de cambiar. Lágrimas en la lluvia fue más bien un guiño a la película, cierto, pero resultó un guiño acertado, aunque no desembocó únicamente en un pastiche de elementos Dickinianos y fílmicos, uno tras otro, pues si se fue fan de la novela o de la película no se quedará defraudado por esta obra y después de que se lea se podrán entender las modificaciones que insertó Montero, los giros en la obra original que harán soltar lágrimas de felicidad, de histeria o de extrañeza que quizá no el lector no se espere… o tal ves sí. El futuro era replicante, el futuro era mujer, pero, sobre todo, el futuro estaba en la lluvia y, como siempre, en el presente.

 

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Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

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