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Un decálogo de relatos unidos por una pulsión metaliteraria-biográfica. Es lo primero que deduje al acabar de leer esta antología. La visión referencial anclada en dos ejes que pivotan sobre un mismo tema: el punto de vista del que escribe o el punto de vista del personaje descrito. El leitmotiv: el personaje. ¿Pues no es un autor, visto desde la óptica lectora y sin una biografía bien detallada, un calco risible de los personajes que construye?
Es cierto, no todos los relatos de este libro orbitan en torno a autores, la mitad se sustentan en personajes literarios. Lo curioso de su lectura —de gran agrado de lector letraherido— será averiguar si la memoria del personaje es cómo se recuerda o si Héctor, en esta devenir ficcional, los ha respetado o transmutado o, incluso, ha encontrado un tercer estado híbrido. El propio autor me desmentiría,
«No me centro en la autoficción, evado lo biográfico, soy más bien un escritor escapista».
Héctor Daniel Olivera Campos.
Lo bueno de una antología tan variada como esta, es que a cada lector le acaba gustando un relato
distinto al de su compañero de lectura. Para mí, el mejor fue el relato donde aparece Sir Arthur
Conan Doyle y en él se establece una disociación entre los dos personajes. ¿Dos? Claro, el
verdadero Doyle de la vida real (con su biografía y su información contrastada
en notas de prensa) vs el Doyle de ficción (el que hemos caricaturizado e imaginado miles de
veces). En este relato, como si de un juego de espejos demoníaco se tratara,
Héctor contrasta al creador del personaje más lógico de la historia, Sherlock
Holmes, al Doyle creyente en hadas y espiritismo. ¿Cómo se puede explicar ese
sin sentido, lógica o fantasía, en una misma persona si no es armando un
personaje literario visto desde fuera?
«No es un libro metaliterario, aunque sí lo sea en lo tangencial», apuntó Amelia de Querol.
Contraviniendo tanto a presentadora como a autor, daré mi opinión en base a que
la recepción lectora de toda obra es particular a cada individuo. La función
autorial y biográfica sí forman parte de lo metaliterario; ojo, es mi creencia,
como quien cree en Dios o en los extraterrestres o que la literatura puede
cambiar el mundo. Para mí, reinventar a la persona del mundo real (autor) o al personaje de
un libro, es darle una nueva voz desde otra percepción, es explicar la
literatura desde los márgenes, lo autorial, como estudian los nuevo historicistas la literatura. El autor
cumple con la misma premisa que sus creaciones literarias, pues no deja de ser
un personaje inserto de manera indirecta en la trama (tenemos su mirada de la
vida, del mundo, y el nuevo autor que escribe sobre el primigenio lo transmuta para decir algo nuevo sobre ello).
Lo tangencial y lo biográfico convergen y quedan inscritos, como un sello de
goma metaliterario, aunque sea un sello muy invisible para la mayoría de ojos,
en el acto narrativo. Ya lo dije, soy creyente de lo metaliterario, para mí no
se puede separar al fabulador de lo fabulado y, si un tercero, discurre sobre lo primero no es acaso metaficción, pues como decía Nancy Huston, somos
la especie fabuladora, pero esto no nada malo, todo lo contrario, todos formamos
parte de la literatura y Héctor Daniel Olivera también.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
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