«Detrás de un gran hombre,
no hay una gran mujer.
no hay una gran mujer.
Detrás de un gran hombre,
no hay nadie,
no hay nadie,
por que su compañera camina al lado,
agarrada de la mano»
agarrada de la mano»
Dedicado a Juana.
Escuchen vuestras mercedes
desta apócrifa historia:
En casa Panza, el relente, por
norma frío, era caluroso aquelle noxe; é[1]
Juana Panza dormía revolada en la cama, imaginando en duermevela extraños
presagios, que quizás fueran sueños.
En la mañana, Juan Palomeque,
ventero, dador de misivas, é molesto gallo mañanero acercose a casa Panza,
misiva en mano bien sellada, con destinatario Sancho Panza.
El otrora escudero de Don
Quijote hallábase faenando en el establo con sus hijos, é no aconteció en nada
en esta entrega. Por ende, Juana Panza, solícita esposa de Sancho, salió al
zaguán, adquirió la misiva é despidió a Palomeque sin remilgos.
Juana Panza, era apellidada
asín no por proximidad familiaresca con Sancho; en soltería fue Juana Teresa
Gutiérrez, pero según costumbres de la Mancha, las mujeres adquirían apellido
del marido.
Juana Teresa Panza abrió la
misiva pensando: «letras no traen felices noticias». É aqueste pensamiento
habíasele inculcado su abuelo Maese Alfredo Cascajo. Herido en la batalla de
Valtelina[2],
allá donde los grisones, caído en desgracia fue obligado a entregar sus tierras
después de recibire similar trozo de papel; tal cual de esta misma guisa
entregado.
Juana, única autoridad en casa
Panza, rompió el sello sin pudor; pues generales, reyes, papas é mulleres
poseen esa potestad de tafanear en correspondencia ajena, é leyó sin pudor
aquelle misiva, aún non siendo la destinataria, pero si máxima autoridad como
ya expliqué.
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Ilustrado Conde de Lemos, amigo íntimo de Don Quijote,
en queste lecho de muerte, apresta escribe:
Estimado Sancho Panza, confiérasele una ínsula al
escudero más fiel, anegado, é bravo que ha contemplado Castilla.
Tu gran pesar, amigo Sancho, por falta de nuestro
dueño é amigo, espero se recompense con aqueste ofrenda, ha tiempo merecida.
Aunque entiendo los reparos, pues conozco sois hombre
humilde, asín entenderé que sin contestación a esta misiva rehusáis al cargo, é
propiamente a la ínsula.
Sabedme en todas vuestras respuestas gran conocedor de
vuestra bondad, é dejadme expresaros mi amistad eterna é prostera.
Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la
muerte, gran señor, ésta te escribo[3].
Conde de Lemos, Madrid, 21 Septiembre, 1622.
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Juana acarició su cabello é
pensó en las desencaminadas palabras de su abuelo Maese Cascajo.
«No eran sueños de pobre.
Sancho estaba en lo cierto. De una ínsula dueño es, asín yo he de ser noble,
Teresita condesa, é al muchacho casarlo con una mullere de bien».
Anduvo Juana presta al
establo, con actitud resuelta, mirando con ojos de ensoñada grandeza a todos
lares.
«¿É que dirán en el pueblo?
¿La Cascajo noble? Yo naciéndome pobre, muriéndome rica. Hija de un
destripaterrones sisearán las de este pueblo que de hidalgas usan porte».
Soltó Juana, camino del
establo, un inapropiado Já. Una sonrisa de gata mansa crecía en su
rostro. Ensoñaciones de verdugados, tocados de seda, sayas de lino, reflejaban
los espejos de sus pupilas. É estaba dispuesta en el marco de la puerta de
entrada cuando observó a su marido e hijos platicar risueños. É quedose parada
en el quicio de la puerta escuchando la escena.
—Prestad atención, hijos
—platicaba alegre Sancho extrayendo leche de las ubres de Dorinda, vaca lechera
comprada en monforte—, el antiquísimo arte de mugrar las ubres.
—Padre, no se dice mugrar —soltó
vericueta respuesta Teresita, que en eso de lanzar chanzas habíase salido a su
señora madre—, se dice ordeñar.
—Sanchica[4], hija, es dicho
en muchos sitios, de muchos modos distintos; más el humilde no acude presto a
corregir al prójimo, si no este podrá hacer otro tanto.
—Sí, Padre —coligió la niña de
sus ojos, pues desa belleza é parquedad de palabras también era hija de su
madre.
—¡Presto! —exclamó sancho,
escanciando el blanco líquido en una bacina, que acto seguido sorbió, é comprobó
la salubridad antes de ofrecer a su camada—. Mal rayo me parta si non es acaso
reconfortante como aquel brebaje mágico de «Fierabrás»[5]. Tomad hijos, bebed
de esta bacina, que decía mi dueño, el señor Don Quijote, era el mismísimo
yelmo de Mambrino[6].
Bebed pues, Ea, el blanco néctar.
Teresita llevó la bacina a los
labios. Después el muchacho. Ambos, pintados sus morros de blanco algodón,
exclamaron a unísono:
—¡Que rica! —Sancho rió ante
la alegre algarabía, abriendo descomunal boca, como el águila antes de atrapar
a la culebra.
—¿Qué más puede solicitar un
hombre? Buenos hijos, buenas tierras é una muller como non ha otra en toda
Castilla.
Juana, observadora muda de
toda la escena, cual espía palaciega, emocionose ante las palabras que atrayere
el viento. É naide, a excepción de Dios é de la tierra mojada, pudiere decir
haber visto llorar a Juana Teresa Panza. É aconteció fugaz un pensamiento en su
mente: «Siempre oí a mis mayores decir que el que no sabe gozar de la ventura
cuando viene, después no se queje».
—Pues de quejarme no debo
—díjose para sí misma Juana Teresa Panza de camino a la cocina é los fogones—.
Cose la boca, Juana.
É volvió en sigilo, como la
gata escabullida entre sombras con ratón en boca. Cruzó el zaguán. Entró en la
cocina. La lumbre encendida é los carbones rojos avivados por un trozo de
papel, que con gran porfía, habrían de arder antes que ser leídos por naide[7].
[1]
«É», presumiblemente el narrador forma parte
del condado gallego, que prefiere utilizar el denostado término gallego para
«y».
[2]
Valtelina, valle suizo poblado por católicos
pero bajo dominio de las protestantes. Ligas Grises o cantones grisones.
[3]
Esta única línea, «Puesto ya el pie / ésta te
escribo», son parte de las últimas palabras de Miguel de Cervantes, cuatro días
antes de fallecer. Es una epístola dedicada a su amigo el Conde de Lemos.
[4]
La hija de Sancho Panza recibe varios nombres,
al igual que su madre: Sanchica, Teresita. ^^
[5]
El bálsamo de Fierabrás es una poción mágica
capaz de curar todas las dolencias del cuerpo humano.
[6]
El Yelmo de Mambrino hace referencia a un
ficticio yelmo de oro puro que hacía invulnerable a su portador.
[7]
Vulgarismo de nadie, aún utilizado, en algunas
zonas de habla castellana. Y muy utilizado por mi abuela, en paz descanse.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Con una narrativa exquisita, nos regalaste un relato lleno de mensajes y de una sensibilidad abrumadora. Al mismo tiempo, el final me resulta cruel y egoista. La mezcla de sentimientos hace que el texto valga mucho la pena.
ResponderEliminarSos de gran valor en el El Edén.
Gracias.