domingo, 13 de diciembre de 2015


Es lunes. Me he quedado dormido por que ayer se me olvidó poner el despertador. El día comienza con una inmensa explosión de caótica rapidez y prisas.

No es de extrañar que, en este estado llego medio adormilado a mi querido ascensor. Es tan tarde que no hay nadie. La puerta se abre y entro. Es un ascensor extraño, posee dos puertas, por una se entra desde el vestíbulo y justo por la puerta de enfrente se sale a la andana. Lo normal, en un ascensor, es que la misma puerta sirva de entrada y salida. Pero mi barrio anda tan loco como yo.

Así que entro, y aún adormilado me recuesto dando la espalda a la puerta de entrada. Un segundo antes de cerrarse las puertas oigo la voz de una señora.

—Ascensor malo. Faltamos nosotras. ¿A que sí, Herminia?

«¿Ascensor malo?», esta señora promete. Doy los buenos días a las señoras sin girarme, acto seguido, y a pesar de mi actual sueño, extraigo mi móvil del bolsillo para tomar notas.

—Yo se lo dije —continua con ímpetu la conocida voz de señora que culpa al ascensor de ser malo—. Se lo dije. La culpa es de los quemadores. ¿A que sí Herminia?

La muda Herminia no responde, debe andar tan intrigada, o quizás no, como yo en saber qué diablos son los «¿Quemadores?».

Continuo oreja avizor.

—La culpa es muy negra y nadie la quiere —La señora ríe con cierta locura—. Y tanto que es negra. Y más cuando se trata de quemadores.

Su destartalada risa inunda el pequeño cubículo. Herminia y yo continuamos callados, y cada uno, con nuestra particular manera, atentos a la historia.

—Eureka, apareció el fogón —continua la señora—. Enciendo el termostato para que se bañe, extiendo la alfombra, y... ¿el agua fría? Fría no, congelada. Y ahora dice que la culpa es mía. La culpa es de los quemadores. ¿A que sí, Herminia?

El ascensor llega a su destino. No acabo de entender la historia de los "Quemadores". Intrigado por saber quiénes son las señoras que me han acompañado en este extraño viaje giro disimuladamente la cabeza.

La sorpresa es gigantesca. En el ascensor sólo estamos la señora de los «quemadores» y yo. La cual continua con su particular diálogo con la nada.

—¿A que sí, Herminia? ¿A que sí?

«No es posible. ¿Dónde está Herminia?»

Me alejo angustiado del ascensor. Y mientras camino en dirección al andén pienso en quien está peor, si la pobre señora o yo por creer durante unos segundos en «Herminia».

Hay días que más vale no levantarse de la cama. «¿A que sí, Herminia?».


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia

3 comentarios:

  1. Esa Herminia me causó piel de gallina. En ese ascensor sube de todo. Cada anécdota es de los más original que hay.
    Saludos.

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  2. Esa Herminia ¿no será algún tipo de fantasma? Tengo una vecina que de vez en cuando coincide conmigo en el ascensor. Ella siempre va y viene con bata y no dice palabra, como una presencia fantasmal. Será cosa de los quemadores.
    Saludos!
    Borgo.

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  3. Tu y tus historias de ascensor jejeje ¿Dónde estara Herminia?

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