«...basta
con que el mal príncipe desaparezca para que, por fuerza, la honestidad renazca
en la práctica del gobierno...»
Miniprólogo:
Con tristeza es recordado Maurice
Joly, escritor satírico y abogado francés, su obra de ficción más importante,
«Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu», fue plagiada en el
panfleto «Los Protocolos de los sabios de Sion», libro antisemita orquestado
por el editor ultraderechista Pavel Krushevan y ensalzado por la Ojranka, policía secreta zarista rusa; se
atribuye a Matvei Golovinski ser el plagiador que, Mutatis mutandis, escriblagió los protocolos, aunque
existen controversias, como lo es casi todo en este rocambolesco circo de
plagiadores y plagiados, pues, según se supo más tarde, el plagiado Maurice
Joly, quedaba en evidencia al comprobarse que parte de su Diálogo lo tomó prestado de otra obra, «Los misterios de las
personas» de Eugène Sue. ¡Leer para creer!
Minidrama Acto I:
Vladimir había sido el nombre ruso más
impuesto a los recién nacidos, y con él se invocaba a la antigua mano derecha
de la Ojrana, la policía rusa, que algunos por burla la pronunciaban
como la Ojranka. Sería incauto,
pensar por nuestra parte, que un agente secreto bien experimentado, se hiciera llamar
por su nombre verdadero. Así que, ante la ignorancia de su verdadero nombre, solo
podríamos llamar a Vladimir por este nombre, quien, vestido con una chaqueta
negra y olisqueando el petricor acaecido por la torrencial lluvia en quai Voltaire número 5, oía, agazapado
en el umbral de una puerta de entrada, cada gota que repiqueteaba contra los
cristales de las ventanas, como los solistas de miles de bandas musicales. Tic-toc-Tac, Tic-toc-Tac, la melodía propia de las gotas suicidas que
fenecían en las cristaleras de un edificio de París. Maurice, el abogado, el
escritor, el hombre, sentado en la única silla del diminuto comedor, apuraba
una pequeña copa, a su lado, el vino en la botella, con apenas dos dedos de líquido
turbio, se zarandeaba de un lado para otro. Maurice ojeaba con tristeza las
páginas de un libro del autor Eugène Sue. Vladimir, mientras, en el portalón
del edificio, metros más abajo, revisaba su reloj de pulsera, las manecillas se
aproximaban con lenta temeridad a la medianoche —ellas sabrían el porqué—, para
disimular, la antigua mano derecha de la Ojranka,
extendía delante del rostro un periódico francés, del cual no entendía ni una
palabra. ¡Leer para creer!
Minidrama Acto II:
¿Qué contestáis al argumento, mi
estimado Montesquieu, es mejor ganar la confianza de la gente o es mejor
confiar en la fuerza? Ciertamente, Maquiavelo, harto estoy de escuchar sin
parar la misma pregunta, ya quedasteis satisfecho de mi respuesta en nuestra
conversación en el infierno. ¡Así es, eminencia, pero es que yo nunca me canso
de escuchar vuestros razonamientos! Maquiavelo, ¿por quién me tomáis? ¿Acaso me
comparáis con esa vil serpiente del servicio de policía ruso? Eminencia, por
favor, jamás osaría compararos con ese tal Vladimir. Más os valdría,
Maquiavelo, pues os hacía más listo. ¡Leer para creer!
Minidrama Acto III:
En aquel periódico quedaba poco
espacio para la imaginación y aún mucho menos para la improvisación, a menos
que esta viniera impartida por la voz cantante del director de orquesta
nombrado en dicha sede, llámese en la jerga periodística, editor jefe:
—Debe empezar así...
El joven periodista transcribía, en la
máquina de escribir, efectuando obedientes asentimientos de cabeza, las
palabras de su amado jefe. No todos los periodistas noveles forman parte de la
generalización siguiente, pero la mayoría aman con candor inusitado a sus
superiores, a quienes reverencian tal que a seres del panteón olímpico.
—14 de julio de 1878. Se encuentra el cadáver
de Maurice Joly. Escritor alcohólico y abandonado a la mala vida. La posible
causa del fallecimiento es, con toda seguridad, el suicidio, debido...
El escribiente transcribidor levantó los dedos del artefacto con teclas y
abecedario blanco grabado en cada una de ellas, giró el rostro y apuntó la
mirada al editor jefe, la mano comenzó a levantarse, trémula, con el dedo
índice apuntando hacia el cielo, casi excusándose de poseer ideas propias, de querer
preguntar algo, pero el editor jefe, viejo tigre en aquellos lances interrumpió
con educada brusquedad al subalterno, pues no soportaba la más mínima interrupción
mientras dictaba, y ni un sonido surgió de la boca del de más abajo:
—¿No estaréis a favor de esa
habladuría acerca del asesinato? No seáis crédulo, mi buen Stéphane, peligrosos
ecos masónicos. ¡Ea, pues, continuemos! ¿Por dónde iba que ya ni me acuerdo?
Déjeme revisar la última línea...
¡Leer para creer!
Epílogo:
¿Falsedad, mentira o tergiversación? ¿Biografía,
metaficción o narrativa? Tres vértices de un mismo triángulo. ¿Quedaría demostrada
la última gran mentira de los protocolos
inspirada por Maurice Joly, aquella que clama un gobierno mundial invisible? Entonces
sería, ¿asesinato, ficción o mentira?
Después de todo, quizá sí existiera un
gobierno mundial invisible, el gobierno mundial de la estupidez, pues la verdad
más universal recaería sobre los hombros de la estupidez humana.
Y si no... ¡Leer para creer!
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Leer para creer! perfectas palabras para describir tu blog, saludosbuhos.
ResponderEliminarnuestros sobrevuelos nos llevaron al sombrero...fantástico!! felicitaciones.
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