- Y esta es la gran puerta de acceso al norte, a su lado... - el guardián detiene en seco su explicación. Sus gafas redondas refulgen con un leve tintineo luminoso. Un frágil destello de plata es testigo mudo de adonde se dirige la mirada del guardián. Una polilla del valle de la muerte se ha colado subrepticiamente en la cámara central.
- ¿ Maestro ? - interviene Eria con un toque de sorpresa en su voz. Eria es la discípula aventajada del gran maestro.
La polilla del valle de la muerte se posa tranquilamente en el dedo índice del guardián. Este la mira escéptico
- ¿ Que haces por aquí pequeña ? ¿ Te has perdido ? - es apenas un susurro su voz.
Con diligencia se acerca a uno de los grandes portales del oeste. Su mano efectúa con presteza un rápido movimiento, imperceptible para la mayoría de seres, en ese momento el gran portal brilla con una suave intensidad, en el otro lado, como si de un espejo cristalino y transparente se tratará, se puede observar por unos segundos una selva oscura, coronada por altas montaña más oscuras aun.
El guardián agita el dedo índice. "Vuelve a casa" murmura. La polilla agita sus alas y se introduce por el portal. Con la misma presteza, un nuevo gesto vuelve a dejar el portal como se encontraba originalmente.
Un mal disimulado clamor recorre la estancia.
- ¿ Y eso es todo por hoy ? - alza ligeramente la voz el guardián. Su voz suena apremiante en aquella bóveda.
- No maestro – replica Eria.
El guardián sonríe maquinalmente satisfecho.
- ¿ Y que es lo que falta según tu discípula azul ?
En la gran bóveda de los portales nadie se llama por su nombre, es costumbre desde tiempos inmemoriales llamar a cada discípulo por un color, y al mayor custodio, este es el maestro Guardián, Maestro o simplemente Guardián, título este último el más utilizado por los alumnos.
- La gran rueda. - contesta Eria sosteniendo la mirada al Guardián.
El guardián hace un gesto de ya esta bien por hoy. Los discípulos marchan por las escaleras pasillo arriba.
El guardián sonríe satisfecho.
../..
Se ha colado un demonio rojo de soggotz en la decimo cuarta planta. Las defensas de la planta cuarta, un pequeño ejercito de esqueletos no han podido contenerlo.
Además, la pareja de dragones protectores de la decimoquinta planta están en una misión secreta comandada por el Guardián. Solo el gigantesco bulbo raquídeo separa al demonio de su entrada a la ultima planta. Pero el demonio parece ir ganando la partida. La gran bola de cristal, arteramente escondida en un subterfugio recoveco secreto del séptimo nivel muestra los acontecimientos presentes de forma poco clara a los no iniciados, pero Eria ha visto al Maestro en multitud de ocasiones utilizarla. También sabe interpretar sus imágenes. No todos sus compañeros saben utilizarla. Ninguno de nosotros ha estado allí. Maldita sea. ¿ Tenia el maestro que irse justamente ahora ?
Eria invoca a los monos voladores, en total son 12, uno por cada mes del año. No tiene ni idea de por que es importante tener solo 12. Si por ella fuera tendría un ejercito de esos monos.
Los 12 monmurs, así se llama la raza de monos voladores, son la escolta personal del gran Guardián, son entrenados en las montañas de la desesperación durante cinco años. Después, mediante pruebas de fuerza y carácter se escoge a los más aptos y sumisos. Extraña combinación piensa Eria. Con sus casi tres metros de alto su simiesco semblante resulta aterrador.
Discute acaloradamente con sus compañeros. Necesitan un plan.
- Eria - grita zul, un pequeño gnomo de las montañas del norte - no deberíamos ir a la sala de la gran rueda. Nos esta prohibido.
- Es cierto, es cierto, es cierto - repite tres veces nomia, una bella hada del lago de cristal. Se encuentra visiblemente alterada, al igual que el resto de compañeros.
- ¿ Y que pretendéis que hagamos ? ? Nos quedamos de brazos cruzados mientras ese demonio hace lo que haya venido a hacer en la sala de la gran rueda ?
Finalmente, todos los discípulos acuerdan dirigirse por atajos apenas conocidos, evitando las trampas, los monstruos y los horrores sin nombre. El objetivo, la última sala, aquella que ninguno de ellos ha hollado jamás.
Balz, un negrofonte del sur de la península de cafri la mira fijamente sin decir nada.
../..
Las lecciones surgieron su efecto, los discípulos entraron en la decimo quinta y ultima planta invocando las palabras eternas. Para muchos, mas les hubiera valido no hacerlo.
../..
Seis monos han caído, yacen pesadamente en el suelo. Sus cuencas vacías miran al techo de la sala. Nadie de ellos había contado con que el demonio poseyera un látigo de fuego del lago de lava de la perdición...
- Joder... - piensa Eria - ... vaya mierda nombre mas largo, látigo de fuego de los cojones lo hubiera llamado yo.
El demonio de soggotz sigue causando estragos.
Mira a nomia, esta tumbada en el suelo, con una herida mortal. Estúpida hada. Si le hubiera hecho caso aun viviría. Zul esta herido. Y Balz sangra. Eria no tiene amigos en la gran caverna de las puertas. Pero siente una rabia frenética ante ese demonio. Nomia no era muy ducha en ciertas artes, pero era una excelente curandera.
Eria en medio del fragor del combate intenta desesperadamente recordar una clase en particular, "no existe ninguna criatura, mágica o no, por poderosa que sea, que no tenga una debilidad" sentencio el guardián. ¿ En que clase mencionó el gran maestro algo acerca de los demonios de soggotz ? ¿ Fue acaso hace 8 meses ?
Un resplandor de fuego recorre la sala. Mal momento ha escogido el guardián para hacer turismo. Eria no ha visto a quien ha tocado el látigo. Mierda. Cada vez somos menos.
Puto demonio, voy a acabar contigo cueste lo que cueste.
(...continuará...)
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