domingo, 16 de octubre de 2016



«Pervivo para enseñaros» 
IGNATIUS. B. P.




—Ya sabes, el cajón ese donde guardo las cosas importantes.
—¡Ais! No sé, ¿quieres hablarlo aquí? ¿No te da apuro?
—¡Quita, pero si no hay nadie!

¿Y yo que soy? ¿Una aparición? Estas ancianas consiguen sacarme de mis casillas. Extraigo mi celular y me dispongo a transcribir, a modo de sibilina venganza, su conversación, aparentemente bordada con visillos de secretismo.

—Ya sabes, el cajón de las braguitas. Donde guardo las joyas y... eso otro.

¿Braguitas? ¿Eso otro? Las señoras elevan las apuestas en mi imaginación.

—Pues no sé. ¿A ti te gusta?
—Pues verás, al principio me sentía mal porque pensaba que engañaba a mi Pedro, en paz descanse, pero cada noche, abro el cajón...
—¿Sí?
—Ya sabes... y eso otro. No es importante, ya lo sabes, lo hago sin maldad. ¿Tú sabes? La angustia de la soledad, a mi edad, y que Dios y la virgen María me perdonen si creen que hago algo mal... Pero, ¿estoy engañando a mi Pedro?

Observo que la amiga se lleva la mano a la boca. Masculla algo inaudible entre dientes, la mano antepuesta delante de la boca tampoco me ayuda a escuchar las ininteligibles palabras murmuradas.

—¿Rezas cada noche?
—Sí, claro, cada noche. Un padrenuestro y un ave maría.
—Pero, rezas... ¿antes o después de eso otro?

La señora, la del cajón de las braguitas con eso otro, observa a la amiga con la cara roja. Esta baja la barbilla hasta casi su pecho. El ascensor está a punto de abrir las puertas, hemos llegado al andén, el cual está repleto de gente queriendo entrar, la señora se percata de ello y se apresura a contestar...

—Antes... de... eso otro.
—¡Oh! — Se santifica la amiga—, tienes que hacerlo después, después... sino irás al infierno.

Las puertas se abren. La gente esperando deja pasar al dúo de señoras, que salen con la cabeza agachada, mirada avergonzada al suelo, la multitud atrae al pudor como la sangre atrae a los vampiros. Maldita sea, que endemoniado Mcguffin será el ese otro, que ahora no me dejará dormir por la noche. Pero me doy cuenta en la importancia de los tiempos al rezar, pues no parecer ser lo mismo, el antes, el durante, el después... del eso otro.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


2 comentarios:

  1. Ja,ja... Me llevaste a pensar justo en eso que sugerís, es inevitable. Pero, que la duda de si será "un misil en su placard".
    Saludos.

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  2. Eso del rezar -si antes, mientras o después- es como los medicamentos. ¿Tomar antes, después de comer...? ¿Con o sin alcohol? Deberían llevar prospecto.
    Saludos!
    Borgo.

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