«¿Dónde estaría el mérito si los héroes nunca tuvieran miedo?»
Tartarín de Tarascón
(Alphonse Daudet)
(Alphonse Daudet)
Habíase un lugar llamado Saltarascón.
No había en esa población un muchacho
que saltara más que Saltarín, brincaba de buena mañana, al despertar de la
cama, desayunando, mientras iba de camino al colegio, y en vez de caminar como
el resto de alumnos, saltaminaba; en la propia aula, sentado, no podía evitar
realizar una magistral pirueta cuando la profesora no miraba. De vuelta a
casa, nuevos saltos, mientras comía, veía el televisor, se esforzaba con los
deberes, rezaba al Dios Salto que está allá arriba en los saltos cielos, e incluso
durmiendo, sus eternos brincos lo acompañaban siempre.
—Saltarín —advirtió la profesora un
día harta de tanto golpeteo a sus espaldas—. ¡Para de saltar!
—Yo salto.
Y dicho esto, se volvió a casa
saltando tan alegre. Cuando llegó allí sus papas se enfadaron mucho por que se
había saltado las clases
—¡Saltarín! —dijeron al unísono los
papas—. De saltar deberás de parar.
—Yo salto.
Dicha la frase saltó desde el balcón con una gran voltereta, digna de la mejor acrobacia circense, y aterrizó en el
suelo. Marchó con una gran sonrisa en el rostro saltando por prados, caminos y
bosques.
«¡Auuuuh! ¡Auuuuh!» Sollozaba una
pequeña zorra en el suelo, observando a su cría caída en un enorme pozo. «¿Nadie
rescatará a mi hijito caído en ese pozo?
—Yo salto.
Tan rápido como dijo esto Saltarín se arrojó
al agujero, que poseía más de diez metros de profundidad, agarró al pequeño
zorrito entre sus manos y se eyectó hacia la superficie.
La loba lamió a su pequeño y acto
seguido atacó con furia a Saltarín, que lleno de sorpresa, esquivó el intento
de mordedura con un ágil salto hacia atrás.
—No te fíes, pequeño saltador, de
nadie en el camino.
Dichas las palabras, la zorra pareció
calmarse un poco, con sus dientes agarró del pescuezo a su pequeño y
desapareció entre los arbustos de aquel entramañado bosque.
Saltarín creció, ya era un adulto, que
continuaba saltando alegremente por doquier. Salvó a muchos seres en su camino,
a una anciana con la casa en llamas, a un niño que cayó a un abismo pero pudo
salvar la vida, gente involucrada en un accidente automovilístico que con sus
botes consiguió sacar de sus vehículos antes de que explotaran. Más no se
detenía en ningún lugar, pues recordaba con amargura las palabras de la zorra.
Saltarín creció cada día un poco más,
sus saltos también aumentaban con cada nuevo estirón que su cuerpo daba. Un día
saltó tan alto que rozó el sol con sus manos; y con ese leve gesto, sufrió
terror, pues de haber empujado un poco más con la mano el astro rey, podría
haberlo desviado de su trayectoria cósmica y haber apagado la única luz que
recibía su mundo.
Recapacitó, y no quiso saltar tan
alto, a menos que alguna circunstancia temporal lo requiriera.
Un día la viento, pues en aquel mundo,
a diferencia del nuestro, el transparente elemento era femenino se le acercó en
sus habituales paseos por las nubes.
—¿Quieres casarte conmigo, Saltarín?
—susurró la viento.
—Yo salto.
Pareció que aquella respuesta, un
tanto ambigua por parte de Saltarín -aunque realmente no era de tal ambigüedad y
Saltarín conocía muy bien la intencionalidad detrás de ella aunque el resto de
nosotros no podamos llegar a intuirla- molestó con gravedad a la dama, quién conjuró
huracanes, tormentas, lluvias torrenciales y rayos contra Saltarín.
Desde aquel día, decidió que tampoco
saltaría tan arriba, que con saltar por encima de las copas de los árboles
sería suficiente diversión, también esperaba no atraer más desgracias, ni a
seres tan extraños, ni elevados.
«Salta, Saaalta... saaalta sin parar;
salta, saaalta... feliz por aquí... Salta, saaalta... en un salto sin fin». Un
ser encapuchado cantaba una rimosa canción de verso blanco, vestía un hábito, que al igual que los versos eran de
inmaculado blanco, y escondía el rostro detrás de aquella
vestimenta.
Saltarín había envejecido mucho en los
últimos tiempos, y aunque sus saltos seguían siendo fabulosos como antaño, ya
no poseían la mágica ilusión de cuando crío, quizá fuera por falta de empatía hacia los
otros seres, que parecían envidiosos con sus piruetas o quizá fuera solo cosa
de él, pues nunca acabó de integrarse del todo entre ellos.
Fuera como fuese, el ser de blanca
vestimenta, que además portaba una guadaña y una hoz en las manos, se le acercó
a Saltarín con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Capo, qué bárbaro, Saltarín! Agarrá
mi mano, ayudame a saltá.
—Yo salto.
Y Saltarín se alejó tan alto como pudo
de aquel ser que le tendía las manos repletas de armas afiladas, pues en aquel
momento intuyó que nada bueno depararía de ayudarle en nada. El ser blanco
mostró una sonrisa aún más amplia y comenzó a perseguir a Saltarín por todos
los lugares, y él, salta que te saltaras, cada vez saltaba más alto para evitar
el contacto con aquel empedernido ser de blanca vestimentas y manos repletas de
armas blancas, hasta que...
Un día salto tan alto, tan alto, tan
alto, tan altísimamente alto... que escapó del control de la gravedad de su
planeta, y flotó en el espacio, siendo engullido por él y viajando en la noche
sin fin por todo el universo hasta el próximo salto cuántico.
—Yo salto.
Y Saltarín salteado este cuento ya se ha
saltado.
Esto es verdad, y no miento,
y como me lo contaron,
os lo cuento.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Jajaja... me ha gustado. Es un buen cuento infantil. Me veo contándoselo a mis peques, y gustándole a ellos.
ResponderEliminarMe ha gustado en particular cuando Saltarín dice "Yo salto" y el narrador nos hace saber que no es una evasiva. También me gustan las palabras inventadas.
Un abrazo
Isma
Estimado despiertacuervo,
Eliminar¡Oh! Muchas gracias por el cumplido.
Es cierto, Saltarín dice siempre "Yo salto", aunque al principio pueda parecer que es una evasión, no lo es, parece que simplemente sabe decir lo único que sabe hacer. ^^
Me encanta ionventar palabras. ja,ja,ja A muchas personas detestan la invención.
Un abrazo y un graznido muy grandes despiertacuervo.
Muy bueno! Hay que ver con saltarín... qué peligro tiene, jaja.
ResponderEliminarUn besazo!
Aiya Eowyn,
EliminarImagineses, estimada Reina Eowyn, un ser con semejantes poderes en su reino. de alguna manera habría que hablar con el para que no desviara al sol en el firmamento-. ^^
Namarië Eowyn, Tenna rato.
Pobre Saltarín, todo por encontrarse con un argentino vestido de blanco...
ResponderEliminarSaludos.
Estimado Raúl,
EliminarSabía que serías de los pocos que apreciarían ese detalle.. jajaja
Pensé que sabrías el origen del misterioso personaje cuando lo describía. ^_^
Un abrazo muy grande bruto escritor.