Frances. 15 de agosto de 1921
«Querida, Joe. Me apenó mucho saber acerca de la muerte de Theetling.
Recuerdo su pelaje oscuro y los pequeños colmillos que le asomaban cuando reía.
Espero descanse en paz bajo el brezo de flores blancas. Yo también estoy
apenada, aunque no falleció ninguna hada, persona o animal. El asunto de las
hadas se ha tornado un poco extraño, además Elsie está distante, y aunque tía
Polly me ha invitado a Cottingley otra vez, parece que vendrá el señor Hodson,
no recuerdo el nombre del caballero, pero dicen, es un hombre que puede ver
hadas y espíritus por igual. Forma parte de ese grupo de tía Polly. Me da la
sensación de que me inviten solo por él, pues durante los cinco días que estuve
alojada en casa de tía Polly, solo hablamos de las hadas. Me encantan, pero me
cansé un poco. El señor Hodson era muy amable, en demasía amable, pero insistía
en salir solo para fotografiar hadas y tomar notas. En ocasiones nos señalaba
una charca o una parte del arroyo donde decía que veía elfos, gnomos o hadas, pero,
sinceramente, yo no veía nada. Elsie asentía hastiada. Ya no es la misma de
antes, creo que se ha hecho mayor. Durante horas el señor Hodson tomó notas de
las ninfas de agua, los elfos de madera, las hadas, los gnomos y los brownies que
él decía ver. Me sonreía ante mi sorpresa y me comentaba que él estaba
instruido para ver aquellos seres que yo aún no podía ver. Durante los cansados
días que estuve en Cottingley no vi ni un hada, aunque Elsie sí afirmó al señor
Hodson que alguna vio por ahí. No creo que vuelva otra vez a Cottingley, nada
es como antes, ya no veo hadas, ni Elsie es la misma, tío Arthur está triste y
tía Polly está rara. Te envío tres lirios blancos que recogí del arroyo, puedes
ponerlos a los pies de la tumba de Theetling y, sí puedes, rezar una oración
por su alma animal. En ocasiones añoro África».
Frances. 2 de diciembre de 1922
«Querida, Joe. Muchísimas gracias por enviarme el recorte de
periódico del Cape Town Argus. Se lo he reenviado a prima Elsie, pero no sé si
le gustará la idea. La última vez que nos vimos me dijo que le cansaba toda la
historia de las hadas, que ya éramos mayores y que no teníamos edad para
tonterías, y menos para fotografías. No entiendo porque dijo todo eso, si nos habíamos
llevado tan bien con ellas e incluso con los gnomos, aunque en ocasiones estos
últimos fueran un poco grotescos. No sé qué pensar, en todo caso, seguro que se
quedará tan sorprendida como yo al ver el recorte de periódico de Sudáfrica y,
seguro, sentirá vergüenza como yo al ver una carta nuestra en la que hablábamos
de ellas. No sé, Joe, en ocasiones me parece que debería olvidarme de ellas, a
muchas personas no les gusta lo que hicimos o lo que dijimos de las hadas.
Elsie tampoco parece muy predispuesta a seguir con el juego, es una lástima, me
sentía tan en paz con ellas. En ocasiones desearía no haberme ido nunca de Sudáfrica,
pero claro, en África no hay hadas, cada vez estoy más segura que no le gustan
los climas cálidos. Aquí hace mucho frío, es una suerte que estés en África, ahora
seguro que hace mucho calor. Saludos, querida Joe y gracias por el recorte».
En 1926 Elsie contaba con 22 años y Frances con 16.
Frances se casó con el soldado Sydney Way en 1928 y vivió en
Ramsgate.
Murió en 1986 a los 78 años.
Frances mantuvo hasta el día de su muerte que, en el jardín,
había habido hadas.
Más información: «The coming of fairies» (La llegada de las hadas), Arthur Conan Doyle.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
Et prometo que mentre el llegia pensava: "homenatge a Conan Doyle" i al final, agradable sorpresa.
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