domingo, 6 de octubre de 2019

«Tal vez aprenda algo sobre el carácter de la muerte, que es allí donde termina el dolor y empiezan los buenos recuerdos»


Parte III

Día: 24 de julio de 2019
Origen: Barcelona. Cementerio de Montjuic.
Destino: Tumba de Àngel Guimerà (y Pere Aldavert)
Locomoción: Humana


La pequeña tumba de Guimerá daba muestras de abandono. Debajo de su nombre aparecía el nombre de otro hombre, Pere Aldavert, y me sorprendí por ello. Mientras Montse prestaba atención a los detalles de la tumba del poeta, mi mente se evadía en un mar de cuestiones: ¿enterraron en la tumba de Guimerà a otra persona?, ¿un familiar? Pero no comparte apellido. ¿Murieron juntos? ¿Quizá fusilados? En una primeriza visión, propia de la imaginería popular, acudieron a mi memoria postales sangrientas de la guerra civil vistas en documentales y películas, como si dos hombres solo pudieran ser enterrados juntos a consecuencia de una acción bélica o por lazos de consanguinidad. Entonces, recordé, y recordé mejor, ¿Guimerà no era anterior a la guerra civil? ¿O quizá los enterraron como resultado de otro suceso bélico de los muchos que asolaron tiempo ha nuestro país? ¿Por qué los enterraron juntos? La mente me bullía de posibilidades. Un pequeño misterio digno de Sherlock Holmes que me atañía desentrañar. ¿A quién no le gustan los misterios? Los difuntos de la anterior necroresueña, Lluïsa y Santiago, formaban matrimonio, pero ¿quién era el misterioso Pere Aldavert y por qué compartía lecho mortuorio con Guimerà? 
Me dejé una anotación mental para buscar con más detalle ese dato que se me escapaba. Wikipedia proveerá.


[Futuro: En casa, delante del ordenador, internet y Wikipedia]


Ángel Guimerá nació en Tenerife. Un dato para mí desconocido u olvidado, siempre pensé en él como un oriundo catalán. La familia del Tinerfeño se mudó a Barcelona cuando él tenía ocho años y cuando contaba con nueve sus padres se casaron. Esa anécdota me resulta sorprendente sobre todo tratándose de un tiempo tan remoto. En 1854, ¿no estaban casados los padres antes del nacimiento del pequeño? Esta modernidad, más propia de los tiempos actuales, me sorprende. Al poco, la familia se mudó acabando en esta ocasión a la población de el Vendrell. ¡Anda! Ante este dato, resulta que Guimerà y nosotros fuimos casi paisanos. El Vendrell queda, y me permito una expresión coloquial, a un tiro de piedra de nuestra casa. Es sin dudas, un mestizaje extraño el de este ser: poeta-dramaturgo, Tinerfeño-catalán, viviendo a medio camino entre Barcelona y el Vendrell.

Aclarados los puntos básicos sobre la geolocalización guimeraniense, me pongo en serio a buscar sobre el misterioso compañero de sepulcro y me sorprendo ante la extensa biografía que me arroja mis indagaciones. Pere Aldavert: periodista y político catalán, profundo amigo de Àngel Guimerà, desde 1870 vivieron juntos en casa de Aldavert, se otorgaron poderes mutuos delante de notario el día de San Valentín. Es, ante ese dato tan elocuente, cuando se manifiesta la verdadera relación entre Àngel y Pere. Es innecesaria la detectivesca mente de Holmes para ver otra historia de amor truncada por la muerte. He querido indagar más sobre la homosexualidad del poeta, pero la vida íntima de uno de los dramaturgos catalanes más prestigioso, eterno aspirante al premio nobel, pasó completamente desapercibida. Investigando más descubro que este anonimato lo promovió el propio artista, muy normal, a tenor de las oscuras circunstancias que rodeaban la sexualidad de su época. A colación traeré el recuerdo de la reciente lectura de un excelente libro, De profundis, de Oscar Wilde. El libro es una extensa misiva de Wilde a su antiguo amante, donde narra su encarcelamiento a raíz de probarse su condición de homosexual. 
No es de extrañar que la incendiaria sentencia de los tribunales británicos recorriera toda Europa, llegando hasta nuestras fronteras y los homosexuales contemporáneos, en idéntica situación sexual a Wilde, prefirieran pasar lo más inadvertido posible. Los secretos del pasado, escondidos en los cementerios, se desvelan con una fotografía y una simple búsqueda en internet. La resolución de la corona británica conta Wilde fijó la línea de como debían comportarse los homosexuales en sociedad, entendiendo Guimerà al punto que, mutatis mutandi, la falsa apariencia de tolerancia se había barrido con la mojigatería victoriana, y, como diría Wilde, el amor que no se atreve a decir su nombre desde ese momento no solo calló, sino que no se atrevería a asomarse ni a la luz del sol, manteniendo las formas entre secretos y veladas acciones.

En la investigación encuentro más información como parte del extenso anecdotario del célebre dramaturgo. Dio el primer discurso en catalán en el Atenéu Barcelonés. Algo escandaloso en aquel entonces. Cuatro años después de su muerte, Dalí le llamó pederasta, no sé qué entuertos tenían entre ambos, pero no entiendo porque Dalí esperó a que muriera para insultarle. La verdad es que por cada noticia positiva que leo del bigotes leo tres malas y su excéntrico carácter no ayuda a que me caiga mejor. No me extraña que «El Divino» (llamado así por sus allegados) sea caricaturizado en una famosa serie de televisión española donde los atracadores se esconden tras una máscara con su cara [Ver La casa de papel]. El insulto dedicado, pederasta, poseía un significado diferente por aquel entonces y era sinónimo de sodomita, gay o maricón, este último vocablo el más común usado hoy día por los acólitos homófobos (la homofobia nunca pasa de moda, ¿verdad, old sport?). 

Ante la fotografía de la tumba del poeta y la avalancha de información rescatada de internet, me di cuenta del triste pasado homofóbico arrastrado en Europa: Oscar Wilde, Federico García Lorca, Àngel Guimerà, Marcel Proust; y el porqué de las silenciosas vidas de muchos de ellos. Pensé en Guimerà que, sin haber conseguido el galardón del nobel, obtuvo un premio más preciado: descansar en paz al lado de su ser querido.


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


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