domingo, 16 de septiembre de 2018

«Cuando el búho canta,
o llueve
o escampa»

—No he de mirar atrás. No he de mirar atrás.
Susurraba María en una angustiosa repetición. Su camisón blanco le entorpecía el paso de sus pequeñas piernas, apenas avanzaba, y aquel ruido seco, constante, en la espalda, un arrastrar de garras y plumas contra el entarimado suelo de madera, le erizaba el vello detrás de la nuca.
María inspiró y mantuvo suspendido el aire en sus pulmones durante un momento, el ruido a su espalda también se detuvo. Reanudó los pasos confiada camino del dormitorio, pero una tabla crujió a su espalda, quizá fruto de sus propios pasos, o ¿eran los pasos del Búho Loco?



Una sombra oscura, con alas, la perseguía desde aquel día que visitó, con su amigo Anthony, el pequeño bosque de Creek Hill. Fue el día que mataron un gorrión a pedradas.  Solo había sido un juego, la piedra de ella apenas le rozó el ala a la pequeña ave, la de Anthony se estrelló contra el pico y los ojos.



Mamá no la creía cuando le hablaba de la sombra larga, oscura, con alas deformes que la perseguía por la casa desde aquel día. Papá hacía ver que sí la creía, pero María sabía que no. Con su abuela no sabía que pensar, hasta que una noche se presentó en su cuarto y le contó una historia de un demonio de la naturaleza.
«No eches la mirada atrás» decía la historia que le contaba su abuela. «La sombra del Búho Loco te mata si la miras fijamente» y ella le creía. Al finalizar el viejo relato, le depositó un beso en la frente y una rama fresca de muérdago bajo la almohada.



La abuela falleció hará seis días, tiempo en el que la rama de muérdago se marchitó con lentitud. ¿Quién le daría ahora muérdago para protegerse?


Con las palmas en los ojos avanzaba a tientas por el pasillo. Avanzaba con el vello erizado, con el corazón dando enormes golpes contra su pecho, ¿cuán lejos estaba de su habitación? Avanzaba rápido, a ciegas, sin poder levantar las manos del rostro por miedo a ver aquella desangelada sombra; las piernas le fallaron, equivocó el paso y cayó por las escaleras que la conducían a la planta baja; rodó, se golpeó la cabeza contra los escalones, y la cabeza, ladeada de una forma antinatural, observaba hacia arriba; mientras, el blancor del techo se desvanecía de su visión poco a poco, envuelto en una sombra oscura que la reclamaba con un ulular funesto...


Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


2 comentarios:

  1. Me animo a imaginar que Anthony la cobró por dos...
    Quizás se salvó por no creer.
    Nunca lo sabremos :D

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  2. hola! que nos encontramos aqui??? un buho loco... lo echamos de la manada( se dira asi???) porque se hacia el loco, que no es lo mismo que ser loco! saludosbuhos

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