«Escuchad el maravilloso sonido de la vida que fluye a
nuestro alrededor. Las agudas notas emitidas por el corazón, imperceptibles
para la mayoría, se esconden entre pliegues de baja frecuencia: alegría y
tristeza»
Muchos animales juzgaban a Púer por su caparazón de afiladas
espinas, espinas tan grandes que la mayoría de animales del bosque se asustaban
nada más intuir el resplandor de la luz contra la punta de aquellos aguijones.
La creencia más común, en el imaginario colectivo difundido entre la comunidad bosquelística, consistía en imaginar un
ataque desenfrenado proveniente de Púer al cruzarse en su camino; así, con tan infundado
pensamiento, cuanto animal que intuía aquellos brillos en la lejanía de los
árboles, caminos o riachuelos, daba media vuelta para no cruzarse con él y
evitar el pinchazo fatal que le depararía el erizo.
Resulta paradójico pensar que, aquel armazón que
portaba a cuestas y que tanto le protegía de los malvados depredadores, fuera su
peor enemigo en la obtención de amigos.
Solo había un animal en todo el bosque que se acercaba
a él. Pertenecía a la especie humana, tenía doce años y se llamaba Polabra.
Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia
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