domingo, 1 de diciembre de 2019

«No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente»

Capítulo I. Tercero.

Cruzó los brazos por delante del pecho e intentó, con aquel abrazo a sí misma, darse calor. Un viejo truco aprendido en la infancia para sacudirse el frío nocturno que se apelmazaba en torno de su cuerpo. La prenda, una fina camisa unida por tirantes a su pantalón, no poseía el suficiente grosor para paliar la notable bajada de la temperatura. El camino bordeaba un río donde, en la linde, a ambos lados, crecía imparable el tusilago y, aunque el verdor de la creciente planta se veía oscurecido por la negritud de la noche, se intuía su viveza gracias al resplandor lunar y los destellos de la espuma en el riachuelo, luminosidad que se extendía por la improvisada plantación durante todo el vaivén sinuoso del caudal. Mientras, el murmullo de la huidiza corriente la acompañaba en aquella caminata cada vez más gélida e inexplicable.
—¡Eh, tú, blanquita!
La voz, un eco grave surgido de una garganta abisal, venía desde lo alto de un ribazo, un montículo de piedras un tanto alejado del camino. Levantó el rostro siguiendo el origen de las palabras, estas surgían desde un extraño ser vestido con gabardina negra y bastante corpulento, y cuál no sería su sorpresa al percatarse de lo más extravagante de su interlocutor: ¿no tenía cara? Se fijó mejor. Un rostro sin boca, labios, pero le había escuchado, las palabras habían acudido a ella desde él. Se quedó quieta, en medio del camino entre el ribazo y el río, sin dar un paso ni atrás ni adelante, inmóvil, hipnotizada por la carencia de algo que se supone debería estar ahí y no estaba.
—¿Se te ha comido la lengua el gato? —insistió el corpulento ser.
Lo miraba y, cuánto más lo hacía, una atrayente sensación de irrealidad se apoderaba de ella, ¿qué hacía allí?, ¿dónde estaba?, ¿quién era ese personaje surgido en mitad de la noche? Y lo más importante... Detuvo sus pensamientos al fijarse en un elemento de atrezo muy importante, ¿qué sostenía el ser sin rostro en la mano? Una extremidad ancha, conformada por una gran palma y un único dedo pulgar, agarraba cuál tenaza una chaqueta mullida bastante larga.
—Venga, boba, ¿acaso te gusta pasar frío? Acércate y ponte esto.
La familiaridad en su voz, el violento discurso despreocupado de sus palabras, ¿la había llamado boba?, le hicieron acercarse hasta él con cejo fruncido, mirada desconfiada y cejas arqueadas.
—¿qué es eso de boba? ¿qué te has pensado? aquí el único bobo eres tú. —Había reducido la distancia entre ambos.
Ante su llegada el ser sin rostro movió con brusquedad la mano y, con fuerza, lanzó en un ángulo muy elevado la chaqueta, la prenda describió un exagerado arco de vuelo hasta ella, por un instante fugaz pensó en dejar a la prenda continuar su vuelo, permitirle cruzar el aire en un disconforme y vengativo gesto de desprecio, no levantar siquiera la mano para agarrarla, pero el frío pudo más que la aversión de las palabras y la agarró al vuelo.
—¡Eres insufrible! A ver si mayusculeas correctamente tus frases. Hablando siempre en minúsculas, ¿te crees que así eres graciosa? Blanquita, no te hicieron más boba por falta de imaginación.
Mientras pasaba un brazo por el hueco de la manga de la chaqueta, las palabras la abofeteaban con una ignorancia desconocida, no entendía ni la mitad de lo que su enfadoso interlocutor había dicho, ni tampoco entendía el porqué de la animadversión hacia ella. Tampoco tuvo tiempo para preguntar, de un brinco el ser desapareció tras el ribazo. Sorprendida por la repentina desaparición se acabó de abotonar la chaqueta y, para cuando se acercó al murete, se puso de puntillas y espió por encima de las piedras, no vio a nadie al otro lado, un campo de espigas altas escondía la huida del personaje. Al menos, el calorcito de la prenda que la envolvía empezaba a surgir efecto, ya no tiritaba, miró al suelo y decidió continuar las pisadas en el suelo.



Cierra tus ojos, encuéntrate y sigue para adelante. Buena Suerte.
Un Tranquilo Lugar de Aquiescencia


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